J. MARTÍNEZ / J. BACHILLER. Hugo P., el mecánico del taller Slam Auto de Majadahonda, quiso morir junto a su nuevo centro de trabajo, en el que llevaba 4 meses. Divorciado, con dos hijos pequeños, su separación había sido traumática y su ex mujer “no le dejaba ver a los críos”, según sus compañeros. Su anterior taller, que montó él mismo con toda la ilusión del mundo, había cerrado y fracasado. Y acusaba a su ex pareja de haberle arruinado la vida en esto también. Era amable, servicial, se había echado novia de nuevo, una nueva mujer que fue quien lo encontró muerto en su coche, en el Mercadillo de Majadahonda. Allí llevaba desde el sábado, con su cuerpo en descomposición. Se había intentado suicidar ya dos veces y la semana anterior a su muerte parecía estar recuperado, se había comprado un volante nuevo para el coche y todo iba sobre ruedas. Pero algo pasó ese sábado que le indujo a llevar su coche hasta Majadahonda, cerca del taller. Apareció con el ojo ensangrentado y con más sangre seca por la nariz. Todo apunta al suicidio, pero…


 

“Hugo era un tipo estupendo, servicial y eficaz en su trabajo. Llegaba un cuarto de hora antes y a las 7:45 ya estaba en la puerta del taller viniendo desde Móstoles, donde vivía. Y si le decías que el chapista había fallado el sábado, también venía. Su ex mujer lo tenía amargado. Su separación había sido traumática, no le dejaba ver a sus dos hijos, de 9 y 12 años. También en el negocio había fracasado. Su taller se fue a la ruina y también echaba la culpa a su ex mujer, por haber trajinado con las cuentas”, narran sus amigos de Majadahonda.

La policía mantiene acordonada la zona

“Nada hacía pensar que esto ocurriría. La semana anterior estaba fenomenal, alegre, normal, incluso ilusionado con los arreglos en su viejo coche. Ya se había intentado suicidar dos veces antes, nos lo había confesado, la vida no fue amable con él a pesar de que en su trabajo era un máquina, algo más que el mejor. La policía ya ha estado aquí preguntando y poco más que añadir”, comentan sus colegas. Los gritos de la novia, desgarradores, sacaron de sus casas a todo el barrio del Mercadillo de Las Erillas. Ella intuyó que algo iba mal cuando no contestaba al teléfono. La escena fue terrible. El mismo sábado un compañero de trabajo vio el coche aparcado y le escribió un wasap. «¿Es que estás por aquí? veo tu coche». No obtuvo respuesta ni él tampoco se acercó a mirar. Lo hubiera encontrado en la parte de atrás, recostado, quien sabe si ya muerto.

El taller de Majadahonda donde trabajaba

Serían aproximadamente las 3:30 de la tarde del miércoles cuando un grupo de alumnos del Instituto Saramago de Majadahonda, de regreso a sus casas, oyeron a una mujer pidiendo ayuda y gritando que su novio estaba muerto. Al mismo tiempo golpeaba los cristales del coche con intención de romperlos. Los chavales se acercaron al lugar alertados por lo que podía estar sucediendo y al mismo tiempo el propietario de una grúa y su compañero de Majadahonda, los cuales estaban estacionándola en el parking del Mercadillo, se acercaron también a la llamada de la petición de auxilio. Se encontraron a una mujer desesperada y muy afectada, la cual les explicó que su novio estaba muerto en el interior del vehículo.

La primera actuación por parte de uno de ellos fue fracturar el cristal delantero para así poder acceder al interior del vehículo. Una vez roto el cristal delantero de la puerta izquierda pudo comprobar que el hombre que allí se hallaba estaba frío y por los orificios de la nariz tenía rastros de sangre. El ojo también estaba fuertemente inflamado, todo se achaca a la descomposición del cadáver aunque será la autopsia, que tarda un mes, la que arroje luz definitiva. Una vez que la Policía Municipal llegó al lugar del suceso lo primero fue alejar del mismo a los menores que allí se encontraban. Se tomó declaración a esta persona que tuvo el primer contacto con el fallecido y se acordonó el lugar.


Sus amigos del taller lo recuerdan con mucho afecto

Hugo, de 33 años de edad, con domicilio en Móstoles, estaba separado y actualmente mantenía una relación con la mujer que desesperadamente lo estaba buscando. Según comentarios de algunos compañeros del fallecido, su muerte pudo deberse a un suicidio, ya que se estaba tratando con antidepresivos. Pero ese tema es preferible dejarlo en manos de los especialistas, que aclararán a su debido tiempo lo sucedido. Mientras tanto, descanse en paz este trabajador al que el destino o la voluntad decidió poner fin a sus días en Majadahonda, donde ejercía su labor de forma ejemplar.

Majadahonda Magazin