PAULA BERBELL. Antonio R. Celada es catedrático de Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca y autor de la edición del libro “Boadilla” de Esmond Romilly, volumen donde aparecen varios pasajes sobre la guerra civil de 1936 y Majadahonda. “En uno de ellos se habla de un hotel donde teóricamente se iban a alojar y creo que sería muy interesante localizar la calle y el inmueble donde podría haber estado en 1936. Si lo localizan me lo dicen porque me interesa para poner una nota en la próxima edición”. ¿En qué hotel de Majadahonda pudo alojarse Esmond Romilly? Solo hay una pista: «dormiríamos en un hotel cómodo y Walter había localizado a la señora que lo regentaba», escribió el soldado británico Esmond Romilly, sobrino de Churchill. La historia es curiosa y tiene su origen en este diario: “Acabo de ver en el Majadahonda Magazin una reseña sobre Esmond Romilly y su libro “Boadilla” en la que no se cita la única edición en castellano que existe hasta el momento», escribió el catedrático.


Y tenía razón: se trata de una edición crítica que se titula “Boadilla”, consta de 264 páginas y ha sido publicada por Amarú Ediciones, Salamanca, en 2011. La obra tiene un texto introductorio de 76 páginas, 41 fotografías e ilustraciones y 103 notas explicativas. «Creo conocer muy bien ahora la figura de Esmond Romilly y su obra ya que a través de su hija Constancia, que aún vive, pude tener acceso a mucha información que amablemente me confió. Recopilar la información, ordenarla y revisar la traducción me llevó alrededor de dos años de trabajo intermitente pero disfruté mucho en el proceso”, cuenta Celada a MJD Magazin.

“No podía quitar de mi mente que el autor de aquella magnífica obra tenía sólo 19 años cuando la escribió y que a los 18 había pasado por un verdadero infierno perdiendo a muchos de sus compañeros en pocos meses y a casi todos en Boadilla. Tuvo una vida breve (murió con 23 años combatiendo en la II Guerra Mundial) pero intensa que podría perfectamente ser objeto de una película. Un joven noble, generoso, auténtico e idealista que a nuestros jóvenes de hoy en día les resultaría un personaje admirable. Dio la vida por una causa en la que creía: la derrota del fascismo. Creo que es una figura que debemos entre todos dar a conocer pues no sólo él sino todos los voluntarios que vinieron a luchar y sobre todo los que escribieron acerca de nuestra guerra forman ya parte de nuestra historia” concluye Celada.

Párrafos de la Introducción y página donde se menciona Majadahonda: “Las últimas anotaciones del relato se corresponden con sus actuaciones en El Pardo, Aravaca, Majadahonda y la terrible batalla final, Boadilla. El día 13 de diciembre por la tarde abandonan el Palacio del Pardo y se van a Majadahonda. Pasan allí la noche y a las 5 de la madrugada del día 14 se van a Boadilla. El trayecto hasta el pueblo se hizo lento y duro. La aviación aparecía continuamente y bombardeaba las líneas, el ruido de los morteros y el silbido de las balas eran como una premonición, la espesura de la arboleda en algunas zonas asemejaba una cortina de protección surrealista, las ametralladoras traqueteaban sin cesar, de vez en cuando un sonido sordo seguía al fogonazo de la artillería. Las carreras y los movimientos rápidos de los distintos grupos producían una tremenda confusión. El trayecto desde sus posiciones hasta el pueblo para contactar con Dumont supuso para Esmond y Birch una verdadera pesadilla”. (p. 70)

«La batalla a la que se refiere aquí Esmond es la que las tropas sublevadas lanzaron sobre Boadilla y Majadahonda desde el 14 al 24 de diciembre de 1936. El 13 de diciembre el mando franquista ordenó una ofensiva sobre el flanco occidental de Madrid que pretendía cortar las comunicaciones de la capital con El Escorial y la sierra de Guadarrama. El ataque fue ejecutado por tres columnas mandadas por Monasterio (Brunete-Villanueva de la Cañada), Barrón (Villaviciosa-Romanillos-Villanueva del Pardillo) y Sáenz de Buruaga (Villaviciosa-Boadilla-Majadahonda). La operación contó con un obstáculo añadido de carácter meteorológico: la niebla. Las tropas franquistas avanzaron unos kilómetros el día 14 y tomaron varias posiciones cerca del pueblo pero tuvieron que suspender el avance el día 15 por falta de visibilidad. Esmond la menciona en varias ocasiones y son muchos los historiadores que se refieren a este ataque como “la batalla de la niebla”. (p. 71)

“La Brigada XII se retiró hasta los altozanos que bordean el norte de Boadilla, entre la carretera de Majadahonda y la de Pozuelo, y allí logró cortar el avance hacia Majadahonda pero no pudo impedir la caída del pueblo el día 16. Esmond describe con gran dramatismo y con una tremenda sensación de derrota los avatares sufridos por su grupo durante esos días. La operación volvería a retomarse en la primera quincena de enero de 1937, cuando ya Esmond estaba de regreso en Inglaterra, logrando por fin los franquistas cortar la carretera de La Coruña entre la Cuesta de las Perdices y Las Rozas, más o menos entre el kilómetro 7 y el 17 de la N-6”. (p. 71)

Párrafos de la obra y página donde se menciona Majadahonda: “A mi regreso a Inglaterra me di cuenta de que durante la guerra había dejado diferentes cosas, primero en Marsella, después en Albacete, en Chinchón, en Fuencarral, algunas más en La Playa de Madrid, otras en el Palacio de Alfonso, en Majadahonda y en alguna trinchera en Boadilla…” (pp. 191-92). “Nunca llegamos a ir a Toledo. Una tarde [día 13], quince días antes de Navidad, nos fuimos del palacio y pasamos la noche en el pueblo de Majadahonda. La nuestra fue la primera ocupación militar de la localidad, así que supongo que éste era el primer pueblo español, auténtico y embarrado, que veía. Un niño muy emocionado me contó que había visto pasar hacia el frente numerosos tanques y blindados. Tuvimos que esperar bastante hasta conseguir alojamiento. Mientras lo hacíamos, charlé con Tich y Babs y una vez más me alegré de que Tich estuviera al frente de toda la organización. Luego Jeans nos comentó que dormiríamos en un hotel cómodo y que Walter había localizado a la señora que lo regentaba. Ella se excusó alegando que su marido había salido y que no sabía dónde había metido las llaves. Durante media hora Walter intentó convencerla para que averiguara dónde estaban. Luego dio órdenes para que echaran la puerta abajo y la mujer las encontró rápidamente. Pero al final todas las camas del hotel estaban reservadas para el Estado Mayor y el personal sanitario, y tuvimos que irnos a una habitación en una casita cercana”. (p.229)

“Joe había vuelto a Majadahonda para traer nuestros petates. Volvió sobre las siete. —Podría haberme quedado hasta mañana, pero pensé que era un poco estúpido pasar la noche allí ahora que aquí éramos tan pocos—, dijo”. (p. 246). “Ahora ya la enemistad entre Birch y Joe había terminado. Me alegraba de que fuera así. Joe sacó un termo que se había “agenciado” en Majadahonda, y tomamos algo de café y un poco de su reserva privada de coñac”. (p.248). “Seguían los bombarderos por encima de nosotros y se sucedían explosiones de metralla por detrás pero no eran ya más que meros incidentes. La retirada finalizó a eso de las seis de la tarde. Casi todo el mérito se lo llevaron Walter, Babs y aquel médico inglés gordo al que habíamos visto en Majadahonda, ahora ya sin abrigo, con el brazo raspado y sangrando, y un revólver en la mano”. (p. 255).

El reportaje que publicó MJD Magazin: «Sale a la luz Esmond Romilly, sobrino de Churchill, y la “Batalla de la Niebla” en Majadahonda»

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