Coronas de flores en el entierro de Trevijano

Matías Díaz Padrón, (Valverde, (El Hierro), 1935), conservador emérito y consejero técnico del Museo del Prado, doctor en Historia del Arte y profesor en las cátedras de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo de las Universidades Complutense y Autónoma de Madrid, ha brindado a Radio MJD y a MJD Magazin una semblanza que sirve de obituario del pensador y politólogo español Antonio García Trevijano (1927-1918) tras su reciente fallecimiento. En ella cuenta como una feliz casualidad produjo el encuentro entre ambos, cuando el mecenas del club de fútbol de Majadahonda Libertad Constituyente FC pidió a Matías Díaz Padrón que investigara la autoría de un cuadro de su colección que él creía que era de Rubens y resultó ser un Van Dyck.


Matías D. Padrón, en el funeral

MATIAS DIAZ PADRÓN. Ese Van Dyck, que hoy no ofrece dudas, se conserva en una de las grandes colecciones de uno de los Bancos de España y por circunstancias suyas, que no vienen al caso, al cabo de los años se desprendió de la obra. Él se sorprendió mucho cuando me quiso pagar el esfuerzo que había hecho, a lo cual yo me negué totalmente. Era un trabajo de investigación que nunca he realizado por una motivación económica. A Antonio García Trevijano, que era un hombre práctico, le sorprendió esa actitud mía y de ahí partió ese afecto y ese cariño, a través de esa circunstancia que él consideró generosa, y que para mí era típica y habitual en mi trabajo, porque yo también me sentía beneficiado al poder descubrir una nueva obra de Rubens perteneciente al coleccionismo en España. Y pude acreditar que la pintura original, al cabo de los años, la había poseído Carlos I, que ahora está muy de moda de Inglaterra a causa de la gran exposición que se está celebrando sobre su colección. Eso fue el entronque que mantuve con él, relacionado con el mundo de la cultura. Y a mí eso también me sorprendió cuando le conocí, manteniendo una relación bastante entrañable. Fue poco tiempo, en esto no tuve la fortuna de tantos otros amigos de él.


El abogado Pedro González (MCRC) en el cementerio

Nos reunimos en varias ocasiones, siempre hablando de arte. Y otra cosa que me sorprendió es que siendo él de una generación un poco mayor que la mía, formada en un intenso bachiller de Ciencias y Letras por igual, estos estudios le habían proporcionado un peso específico asombroso. Muchos de estos hombres de esta generación lo poseen y hoy día no se ha sabido valorar. Desgraciadamente ahora vemos que estamos muy lejos de aquel potencial que poseía ese Bachiller, que venía de la República y que Franco realmente continuó. Y eso le otorgó una valía que de poco le servía para introducir su Teoría. En Antonio García Trevijano yo veo un hombre que a sus amigos los escogía, aceptaba y reconocía no por afinidades políticas, como todos piensan. Él no veía la religión ni la política como algo realmente necesario en la condición humana. La amistad en él era un principio de valor fundamental para vincularse y sentirse admirado, y sentir con ella admiración por los demás. Yo pienso que se trataba de un hombre con una poderosa carga humanista, en el sentido que entendemos desde siempre, desde la Antigüedad, que era la Ciencia y la Letra unida. Y eso es lo que me sorprendía: como un jurista conocía tanto de Ciencias y tanto de Letras, que eran conocimientos que antes se combinaban. Aquello era tan fundamental y tan profundo en él que cuando lo escuchabas o leías sus obras o sus trabajos, podía competir con cualquier especialista en Arte o en Letras. O en Humanidades en general.

El abogado Adrián Perales (MCRC) a su llegada al Tanatorio

Me sorprendía ver en él a una persona fuerte, una especie de guerrero, un hombre auténticamente poderoso. Creo que decir esto no es nada nuevo para quienes le veíamos intervenir en tantas discusiones y polémicas en la televisión y en la radio. Pero sorprendía, porque primaba en él un enorme poderío. Y para mí y a mi forma de ver no le beneficiaba. En el campo de la política era tan suyo, estaba tan seguro de sí mismo, que absorbía a todo el que estaba a su alrededor. Una vez me permití decirle que él no era un político y se quedó algo perplejo: “seguro que usted ha leído a Maquiavelo pero le rogaría que considerara leerlo de nuevo”, le dije. Era un hombre de un sentido ético tan elevado y tan sorprendente, que yo creo que eso francamente no beneficiaba a su política. Y si hubiera alguna vez hubiera llegado a lo que pretendía o daba a entender, hubiera sido ministro de Hacienda, de Economía, de Cultura, y de todo lo que le hubiesen propuesto. Yo creo que debió de haberse repartido, escondido y sesgado, para distribuir algo de luz a los demás que estaban a su alrededor. No sé si esto es algo que se pueda juzgar negativo o positivo pero yo veía en eso un error.

El catedrático Roberto Centeno, conmovido en el cementerio de La Almudena

Antonio García Trevijano no era un hombre sutil precisamente porque ese maquiavelismo, ese esconderse, ese mentir, ese ocultarse, no iba con él. Antonio García Trevijano iba de frente y creo que todos sabemos a estas alturas que eso no es una cualidad que le convenga a un político. Al menos no le es útil. Eso para algunos puede ser algo negativo y para otros puede ser admirable porque desprende el valor de la autenticidad y de lo ético como un principio, pero no cabe duda que eso no le beneficiaba. A mí me sorprendió comprobar esa personalidad que no se pliega ni se repliega. Y algún aspecto de ella me sorprendía. Por ejemplo, un hombre que aparentemente parecía de izquierdas pero confesaba que era un admirador de una de las Constituciones más importantes del mundo, como era la de Estados Unidos. Y por otra parte sentía cariño y admiración por Don Juan, el padre del Rey Juan Carlos I y abuelo de Felipe VI, porque como todos sabemos lo hacía desde el campo de la amistad.

Cumpleaños de Trevijano en su casa de Somosaguas

Y es que yo creo que una de las virtudes de Antonio García Trevijano fue la amistad. La amistad y el amor a las cosas. Yo no tuve la fortuna de tantos amigos como comprobé que tenía en ese último encuentro en el Tanatorio de Madrid, que habían convivido con él muy de cerca. En mi caso no fue tanto tiempo sino que fue muy esporádico, pero sí lo suficiente como para conocerle, comprenderle y sobre todo admirarle. Admirarlo como un hombre gigante, por lo elegante, valioso, vivo… En un mundo en el que estamos donde prima la frivolidad, la espectacularidad y el hacerse valer, sin duda el amor que sentía por su mujer, Francine Chouraki, siendo como era un hombre ya muy mayor, le hacía aún más grande. Hablaba con ella como un enamorado a pesar de los años. Un hombre que aparentemente parecía fuerte y poderoso, por la noche acudía a sus aposentos a comentarle sus hallazgos y sus preocupaciones a su mujer, que en los últimos años estaba ya bastante enferma pero que seguía siendo guapa y magnífica. Era un hombre realmente poderoso pero veía que el amor podía con él, que le había vencido también. Y eso como comprenderán son detalles y saltos que salpican su biografía por un lado y por otro, pero es eso lo que Antonio García Trevijano yo veía que también era.

Editor de Landucci (Ateísmo Estético), Matías D. Padrón y un jugador LC FC

Y todo ello en un hombre aparentemente sólido, muy guerrero, pero más sensible de lo que uno imagina hacia los sentimientos y el pensamiento, sobre todo claramente humanista y culto, que se enraizaba en los cimientos del humanismo en la Antigüedad, en la grandeza del mundo griego y del mundo romano. En ese sentido coincidíamos en muchas cosas. Me sorprendía hablando de la cultura clásica, de las primeras épocas arcaicas. Me sorprendió porque yo conocía también aquello y se producía un diálogo y un cambio de impresiones realmente excepcional. Y lo hacía tan digno y tan elegante como era su poderío dentro del campo político, que es algo que todos sabemos, pero que con esta otra óptica puede ayudar a entender mejor su original personalidad. Con esa condición verdaderamente arrolladora y esa autenticidad, así como ese caudal de conocimiento, creo que fue uno de estos hombres desaprovechados por los diferentes Gobiernos.

Elegante hasta el fin: coche fúnebre

Cuando pienso en una Francia, que es tan distinta, pienso en un general Charles De Gaulle, un hombre fabuloso e imponente por su personalidad, con una conciencia de la tradición en todos los sentidos. Y cuando llega al cargo de presidente del Gobierno –y eso lo comenté también con Antonio García Trevijano– resulta que llama a André Malraux, que es un hombre de izquierdas, como todos sabemos, que incluso luchó en España durante la Guerra Civil. Y este general le nombra ministro de Cultura porque estaba pensando que eso era el himno de Francia. Estaba seleccionando no por la ideología sino por la simpatía e idoneidad de la persona. Y funcionó. Recuerdo que esto mismo lo comenté con personalidades como Ramón Tamames, otro de los hombres útiles para la Nación por sus conocimientos.

Yo creo que en este caso Antonio García Trevijano fue un hombre desaprovechado. Y por eso se creó para sobrevivir un mundo más reducido. Espero que su pensamiento pueda calar sin él, aunque yo creo que él lo era todo. Y espero equivocarme y que haya sido suficiente su legado, como espero que estos pensamientos espontáneos sean suficientes para valorarlo, reconociendo mi limitación en tantos campos como él dominaba. Y sobre todo en la política, aunque deseo que estas palabras puedan entenderse al menos para describir su personalidad. Escuche la semblanza de Antonio García Trevijano por Matías Díaz Padrón en Radio MJD.

Obituarios de Federico Utrera y Gabriel Albiac sobre Trevijano y su «Ateísmo Estético»

Majadahonda Magazin