Fotograma de «Quién lo impide»

JORGE RUBIO. Los estudiantes de los institutos Carlos Bousoño y Leonardo Da Vinci de Majadahonda se han convertido en los protagonistas de la última creación del director de cine y productor de música Jonás Trueba: Quién lo impide. Un «experimento visual» que pretende reflejar a través de cuatro horas y media de metraje un reflejo de la adolescencia. «Para empezar ha visitado decenas de institutos de la región, como el instituto Carlos III, de San Blas, el Carlos Bousoño y el Leonardo Da Vinci, de Majadahonda, o el Mariano José de Larra, de Aluche. Ha entrevistado a decenas de adolescentes. O mejor: ha puesto la cámara delante de ellos y les ha dejado expresarse sin apenas intervenir«. Con estas palabras, la periodista Carmen Pérez-Lanzac detalla en El País los centros visitados por Jonás Trueba para realizar este singular retrato cinematográfico. Un trabajo que según Pérez-Lanzac empezó a cristalizar «tras rodar su película La reconquista, Jonás Trueba quedó enganchado a dos de los protagonistas de la misma, Candela Recio y Pablo Hoyos, entonces de 14 y 15 años. Y les propuso algo un poco inusual cuando se termina un rodaje: seguir trabajando juntos, rodándolos, empapándose del universo adolescente«. Jonás Trueba es el tercer miembro de una saga cinematográfica al más puro estilo de Hollywood pues es hijo de Fernando Trueba y Cristina Huete y sobrino de David Trueba.


Jonás Trueba

La cinta se proyectará este miércoles en distintas áreas del Centro Creativo Contemporáneo Matadero de Madrid. Para facilitar su visionado, el metraje se ha dividido en cuatro piezas que se exhibirán 6 veces cada una de ellas a lo largo del día 20 (desde las 11.00 horas hasta las 23.00). «La idea es que la gente se dé un baño de esta etapa. Y que vuelva a casa borracha de adolescencia«, señala Trueba. “Jonás nos acompañó en el viaje de fin de curso. Íbamos en el autobús y, claro, nos dormíamos. Y al despertar nos encontrábamos la cámara pegada en toda la cara. Y era como, ‘oh, he babeado fijo’”, se ríe. “Pero enseguida estábamos tan cómodos todos porque nos olvidábamos en parte de la cámara, al menos eso fue lo que me pasó a mí”, relata uno de los jóvenes participantes de esta pieza documental única. «Ha tenido la paciencia de grabar y esperar muchas horas hasta dar con momentos que, en palabras suyas, “son oro”. Es como si la cámara fuera una más de la pandilla y esta nos contara como es la normalidad de la vida adolescente», concluye Carmen Pérez-Lanzac.

Majadahonda Magazin