La modesta y discreta ceremonia con un pianista y una soprano le hubiera encantado a Pilar Rubio

J. FEDERICO MTNEZ. Fe Pilar Rubio Rubio, madre de nuestra compañera Lidia García Rubio, colaboradora de Majadahonda Magazin, y de sus hermanos Belén y Luis, falleció a los 91 años de edad en el Hospital San Rafael de los Hermanos de San Juan de Dios de Madrid tras ser hospitalizada durante 10 días. Su vida estuvo ligada a cuatro lugares: nacida en Pola de Somiedo (Asturias), residente durante su infancia y adolescencia en Madrigalejo (Cáceres) y veraneante en Posada de Omaña (León), se trasladó desde muy joven a Madrid donde se casó con el escritor jienense Luis García Sánchez-Berbell, autor de una célebre trilogía sobre El Centenillo, «un pueblo andaluz y minero», como señalaba su título. Y es que Pilar Rubio fue sobre todo una mujer progresista y liberal, amante de la lectura y de la cultura por su pertenencia a una estirpe de sabios escurialenses procedentes de esa misma localidad de Posada de Omaña (León) que han llegado a la cima de la Orden de los Agustinos en España y en Roma: hablamos de Luciano Rubio (arabista), Samuel Rubio (musicólogo) y David Rubio (bibliotecario).


Una corona de flores de sus hijos junto al lugar donde se celebró el acto

El ADN de Pilar Rubio linda pues con las estrellas. Luciano Rubio está considerado quizás el mayor y más desconocido arabista español del siglo XX, fue discípulo de Asín Palacios y autor de la primera traducción de la obra original «Descripción de África» de León el Africano, diplomático granadino que abandonó España tras la guerra civil de Granada del siglo XVI y que fue posteriormente adoptado por el Papa León X por su célebre don de lenguas. Su vida fue inmortalizada por el novelista Amin Maalouf, que escribió un bello prólogo a la traducción de este arabista español. Pilar Rubio también era sobrina de Samuel Rubio, musicólogo que da nombre a la primera Cátedra de Musicología creada en España bajo mecenazgo de la Reina Sofía. Y David Rubio fue el bibliotecario que le ganó la oposición al mismísimo Premio Nobel Juan Ramón Jiménez como responsable de la sección española de la Biblioteca del Congreso de Washington, la moderna Alejandría que reúne la mayor colección de volúmenes en todas las lenguas del mundo.


Pilar Rubio falleció en el hospital cercano a la casa del músico Andrés Segovia

Con estos ancestros era muy difícil que Pilar Rubio no fuera una mujer sabia. Y lo era. Cuando afloren sus cartas inéditas sabremos también de su condición literaria. Pero una cualidad la define aún de forma más precisa: era una mujer buena. El buen gusto en torno a la moda -que ella misma elaboraba- y la decoración, pero sobre todo la bondad de Pilar eran proverbiales y las extendía además a su nada desdeñable faceta gastronómica, pues hacía suyo el dicho de la periodista y escritora Carmen de Burgos «Colombine«: «un buen libro de cocina encierra más felicidad que una mala novela». De hecho, hubo una época en que media Orden del Monasterio del Escorial degustó sus fogones en su chalet de Robledo de Chavela.

«Un buen morir honra toda la vida». Leyenda de Petrarca junto al hospital en la madrileña Casa del Cordón

Y es que ella misma fue un manjar y ejemplo para todos las que la conocían. De ahí que una de sus hijas exclamara tras su fallecimiento: «Acaba de subir al cielo un ángel«. Lectora infatigable, paciente, tolerante, educada, fraternal, solidaria, humilde, discreta… Los adjetivos se agotan con Pilar Rubio. Fue moderna en los tiempos en que era singular serlo y tenía un coste parecerlo. Y supo llevar su enfermedad –esa plaga de apellido alemán que está diezmando a nuestras mejores cabezas– con la entereza y la dignidad de un completo ser humano, espiritual y material. Descansa en paz Pilar, porque si la vida te dio el privilegio de formar una familia que te honra y te quiere, la muerte te llegó con el sigilo de quien merece el reconocimiento de sus descendientes y de la posteridad.

Majadahonda Magazin