El libro del filósofo Foucault «Vigilar y castigar» cuenta como se descontroló la pandemia de peste con Luis XVI y Maria Antonieta y dio lugar a la Revolución Francesa

FEDERICO UTRERA. Más tópicos destruidos: con democracias parlamentarias o asamblearias es más difícil combate una pandemia y solo resta cruzar apuestas para saber cuantos millones de muertos van a hacer falta para darse cuenta de ello. Según nos cuenta la Historia de las pandemias, esa que se repite una y otra vez, la evolución es siempre la misma: comenzamos al principio por negarla o tomarla a risa, después vienen los confinamientos voluntarios, les siguen los obligados -bajo multas simbólicas y recurribles-… A la vuelta de 1 año el quebrantamiento de las reclusiones es castigado tan severamente como el intento de homicidio. Los derechos de manifestación, protesta y participación se convierten en una quimera por temor al contagio y lo único bueno es que también desaparecen las guerras porque las movilizaciones militares masivas se hacen imposibles.


Federico Utrera

No, no es desgraciadamente un asunto de partidos políticos ni ideologías, lo mismo vale para la China comunista que para la Francia monárquica absolutista. El filósofo Foucault revela el reglamento de reclusión por la peste en el París de finales del siglo XVIII con Luis XVI y la María Antonieta de Sofía Coppola escuchando conciertos de violín mientras las morgues se hacinaban y el pueblo se levantaba. Entonces escaseó el pan, hoy se levantarán cuando no haya internet, móvil o spotify. De ahí los apresuramientos para que comience la liga de fútbol… siempre que no haya contagios, claro. El final es de sobra conocido. Me recuerda a esos alcaldes y concejales que se han pasado el confinamiento regulando desde casa el aplazamiento del «impuesto de carruajes» (aún se llama así en esta España dieciochesca que pervive en el siglo XXI) incapaces de ver el tsunami que se avecina. En Viena ocurrió lo mismo, según describía el poeta Juan Luis Panero. Y el naufragio del régimen se bailó a ritmo de opereta como en el Titanic se asistió al naufragio cenando esa noche un menú de cinco tenedores. Quizás en ese último atisbo de entereza resida la dignidad del ser humano… Próximo capítulo: La pandemia divide al mundo entre sociedades individualistas libertarias y colectivistas estatales.

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