
El Día de Todos los Santos 2020 y víspera del Día de Difuntos, los cementerios de Madrid recibieron un aluvión de visitas, hasta el punto de que la Policía Municipal tuvo que desarrollar un dispositivo para velar por las medidas de seguridad por la pandemia del coronavirus. Sin embargo, los pabellones de caridades, morgues donde yacen los cuerpos nunca reclamados, estaban desiertos. De hecho, muchas tumbas han visto renovadas sus flores, mientras que los nichos de las secciones de caridad se conformaban con unas ya marchitas que les puso en julio la Comunidad de Madrid. Tras pasar por las distintas morgues improvisadas para hacer frente al exceso de mortalidad, como la del Palacio de Hielo o ‘La Nevera’ de Majadahonda, los cuerpos de estas 60 personas fueron trasladados al Instituto de Medicina Legal. Finalmente, a instancias de la Consejería de Justicia, se les concedió el denominado entierro social.
MORIR EN SOLEDAD: Se estima que en España viven solas alrededor de 2 millones de personas mayores de 65 años, de las que más del 70% son mujeres. Sin embargo, no vivir acompañado no significa vivir en soledad, que es un sentimiento que no recoge la encuesta de hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE). La soledad va más allá y se ve retratada en momentos como el que relata Julia Serrada, una joven enfermera del Hospital Puerta de Hierro: “Son pacientes que ingresan solos y que cuando les preguntas por un contacto de emergencia no te dicen a nadie. Nadie les va a visitar o les acompaña”. En esta situación es en la que fallecieron estas 60 personas, algunas en residencias y otras en hospitales de la Comunidad de Madrid. Esta enfermera trabajó en la unidad de cuidados intensivos durante la primera ola de la pandemia y trató con pacientes que estaban solos. “Intentas hablarles cada vez que entras a vigilar constantes o a poner medicación, pero con el coronavirus ya no hay tiempo ni seguridad para estar con un paciente por gusto, para preguntarle cómo está, para curar también con palabras”, lamenta.
Ana, también enfermera, señala que muchos pacientes con familia fallecieron solos por las restricciones impuestas por la pandemia: “No se permitían las visitas de familiares. Tuvimos casos en los que los pacientes entraban conscientes y podían tener la oportunidad de tener una videoconferencia con su familia; muchas veces esa videoconferencia es el último recuerdo que sus familiares tienen de ellos. Sacábamos tiempo como podíamos y les dábamos la mano, a veces les hablábamos al oído pensando en que nos podían escuchar, les acariciábamos la frente… cualquier gesto para que no se sintiesen solos”, recuerda. “Hemos aprendido a trabajar tragándonos las lágrimas, con un nudo en la garganta y el corazón encogido de tanta impotencia”. Uno de los principales retos de las ONG está siendo luchar contra la soledad de los mayores. De hecho, más del 30% de las personas atendidas por Cruz Roja en su plan frente al coronavirus, lanzado en marzo, son mayores de 65 años en soledad a los que llaman voluntarios para conversar con ellos. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la soledad no deseada en uno de los mayores riesgos para la salud y será uno de los principales retos de cara al futuro, con una población cada vez más envejecida y con mayor esperanza de vida, concluye Servimedia.





Que tristeza