VICENTE ARAGUAS. (22 de agosto de 2024). Érase una vez un país, llamémosle España, donde el dinero crecía como las setas después de la lluvia, dineros, así en plural, a lo castizo, venidos de Europa, también por una burbuja inmobiliaria que acabaría reventando como grano maligno (las consecuencias, todavía hoy en el bolsillo de casi todos; a algunos esto, ya se sabe, no les afecta, como dice el pueblo soberano: “siempre ha habido ricos y pobres”). En ese país, digámosle España, años noventa, se impuso la cultura del despilfarro, mandó el “disparar con pólvora del rey” (lo dice también el dicho). Vengan velódromos, campos de rugby (luego no se sabía qué hacer con ellos), observatorios contra esto y aquello, plazas de toros multiusos, toriles fijos (para las portátiles) y échale hilo a la cometa del “culo veo, culo quiero”. Y ya puestos, aparecieron también los auditorios. Ojo: amo la música clásica o culta, y escribo estas líneas desde un país que siendo la quinta parte de España ha dado a Smetana, Dvorak, Novak, Janacek, Mahler y échale hilo a la cometa de una república donde muchos de sus habitantes tocan algún instrumento y una velada divertida puede consistir en hacer música, del tipo que sea. Y tan a gusto. De manera que, pues amo semejante expresión artística, tal vez la más perfecta, recibí con alborozo aquel 18 de mayo de 1998 en que, cerca de mi casa, se inauguraba el “Auditorio y Conservatorio Alfredo Kraus”.
Desde fuera, no era de los invitados, vi cómo Esperanza Aguirre y Romero de Tejada Picatoste recibían al tenor canario que daba nombre al recinto. Calor no hacía aquella tarde, porque recuerdo aquella voz prodigiosa, permítanme la metonimia, abrigada en un “loden” verde. Su aspecto no era muy boyante, moriría un año después, en setiembre. En Madrid. Y está enterrado en Las Palmas, a su vera el escultor Martín Chirino: amistad más allá de la muerte, glosando a Quevedo. Y qué hermoso el auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas de Gran Canaria, porque además cumple con holgura su fin, el de dar conciertos, y cómo duele decir lo evidente. Porque el nuestro se reveló desde el primer momento estéril para lo que fue concebido y pagado (¿fueron 300 millones de pesetas o lo soñé? No consigo cotejar ahora el dato): no tenía, no tiene, condiciones acústicas, ni siquiera para el teatro, o eso me dijo un actor profesional que en el “Alfredo Kraus”, majariego, digo, actuó.)
Ignoro qué pensó Bruno Dozza, director de la Joven Orquesta Juan Crisóstomo Arriaga, encargado de abrir, en línea concertista, para lo que se alzó, el Auditorio. Obra del arquitecto Francisco Javier Belosillo, quien lamentablemente no puede dar razón del desafuero, murió en 2004 (había nacido en 1948). Un artista sin duda, Belosillo, y yo no discuto su talento “escultórico”, instrumento musical la cubierta del edificio, concebido “mutatis mutandis” en la línea “mística” del gran Antonio Palacios; y de hecho Belosillo, al igual que el genio porriñés, construyó obras de enfoque religioso. No, no discuto la belleza del edificio, que trasciende, va más allá de lo funcional, por más que también se apoye en esa “bunquerización” de cierta arquitectura de las época, Distinto que vea en el edificio de Belosillo la “poesía” que sí le vio Patricia C. Phillips. Si acaso una cierta épica, por su monumentalidad bien encajada en el entorno. Pero, claro, los melómanos majariegos queríamos algo más que un “ensemble” escultórico, que hoy no sirve más que como escuela de música. Por más que, y cito a Ángel Luis Tendero: “Aún sigue en pie y envejeciendo con un empaque inigualable”. Lo que es algo en una ciudad muy poco pródiga en materia escultórica. Para la música grande nos queda de momento el Auditorio Nacional (cuarenta minutos en transporte público, bus, metro, bus, desde Majadahonda) y, por supuesto, los de Las Rozas, Torrelodones, etc., que sí respetaron la acústica. ¡Ay, aquellos despilfarros!. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).
Una vez más de acuerdo, mi admirado Vicente.
Saludos en tu distante destino.
Pregunto: Es imposible modificar la acústica del auditorio?
Que razón tiene el Sr Araguas. Los que allí estudiamos, o tratamos de estudiar música, lo sufrimos a diario. sufrimos ese desatino de cuando estamos tocando un instrumento en un aula, sentirnos acompañados por el, o los, instrumentos que suenan desde una planta más arriba o más abajo. Cuando llega el invierno, hay que estar estudiando, tocando, con el abrigo puesto porque el sistema de calefacción es, tan «artísticamente» rudimentario que no calienta nada y si se encienden los calentadores que se han instalado en la sala principal del auditorio, el ruido que hacen es tal, que tapa o distorsiona el sonido de los instrumentos musicales. Y cuando llega la época de calor la temperatura que alcanza en aulas y auditorio es tal que ya se han dado desvanecimientos en profesores y alumnos.
Como dice el Sr. Araguas un fiasco total. Pero no importa. Tenemos un auditorio muy moderno por lo que algunos se pusieron laureles y medallas.
En primer lugar, manifestar mi acuerdo con lo que dice el autor del artículo, a lo que me gustaría añadir algunos comentarios que se me ocurren al hilo del mismo.
Me da la impresión que lo que faltó en este caso fue un buen asesoramiento en materia de acústica, del todo imprescindible en casos como este éste
En cuanto a si esta podría revertir, como pregunta una lectora, yo me atrevería a decir que sí, pues, la “sala de público” sí me parece aceptable, y muy aprovechable con el tratamiento acústico adecuado
Sería buen creo yo que el Ayuntamiento se tomara en serio la posibilidad de mejorar su acústica
¡Que razón tienes amigo Vicente!, yo asistí a un único concierto de Francisco Guerrero de Burgos, voces «a capella», y nunca más volví.
Permitid una respuesta global a los que me hacéis el favor de comentar mi artículo. La cosa es que Majadahonda, y a vuestros comentarios me remito, merece un auditorio en condiciones. No parece que el Alfredo Kraus, esa inmensa chapuza tenga arreglo. Es de creer que ya se habría intentado. Y eso a pesar de la conjura de silencio que se cierne sobre cuestión tan borrascosa. ¿Tal vez porque el PP concluyó lo ideado por otros? No lo sé. Sé, en cambio, que Majadahonda puede menospreciarse de haber tenido, en democracia, dos alcaldes en la trena. Uno en ella sigue. Del PP. Pero, antes, hubo uno del PSOE. Para que no haya peleas. Mientras la vida continúa, Florencio sufriendo lo que «sí» está escrito por él. Pilar no ha vuelto. Teresa pregunta. Emilio algo aporta. Y Felipe del Campo me da la razón. Aunque como buen lector de Wilde sabe que «cuando todos coinciden conmigo tengo la sensación de haberme equivocado». Gracias a todos. Y un abrazo.
Creo que los majariegos merecemos un auditorio y un teatro en condiciones. Es una vergüenza que un municipio como el nuestro solo disponga de 300 localidades en la casa de cultura para teatro, conciertos etc.
Y pasa lo mismo con instalaciones deportivas, sociales etc. Si nos comparamos con nuestros vecinos, vamos detrás de todos , una pena
De nuevo, Sr. Araguas, totalmente de acuerdo con su comentario (y no es por lo que dijera Wilde) y también con lo que comenta Rosa.
Majadahonda, con más de 70.000 habitantes, lo que necesita es un auditorio en condiciones. Algunos con conformariamos con uno como el de Las Rozas.
Yo he oído a algún miembro del equipo de gobierno municipal que se quiere hacer un Centro de las Artes (o algo así) en el solar de la Avenida de España que está frente al centro de salud del cerro del aire y del (ya antiguo) almacén de Labrandero. No estaría nada mal, pero me temo que eso es puro humo.