Auditorio Alfredo Kraus de Majadahonda: «Se reveló desde el primer momento estéril para lo que fue concebido y pagado (¿fueron 300 millones de pesetas o lo soñé? No consigo cotejar ahora el dato): no tenía, no tiene, condiciones acústicas, ni siquiera para el teatro, o eso me dijo un actor profesional que en el “Alfredo Kraus” majariego actuó»

VICENTE ARAGUAS. (22 de agosto de 2024). Érase una vez un país, llamémosle España, donde el dinero crecía como las setas después de la lluvia, dineros, así en plural, a lo castizo, venidos de Europa, también por una burbuja inmobiliaria que acabaría reventando como grano maligno (las consecuencias, todavía hoy en el bolsillo de casi todos; a algunos esto, ya se sabe, no les afecta, como dice el pueblo soberano: “siempre ha habido ricos y pobres”). En ese país, digámosle España, años noventa, se impuso la cultura del despilfarro, mandó el “disparar con pólvora del rey” (lo dice también el dicho). Vengan velódromos, campos de rugby (luego no se sabía qué hacer con ellos), observatorios contra esto y aquello, plazas de toros multiusos, toriles fijos (para las portátiles) y échale hilo a la cometa del “culo veo, culo quiero”. Y ya puestos, aparecieron también los auditorios. Ojo: amo la música clásica o culta, y escribo estas líneas desde un país que siendo la quinta parte de España ha dado a Smetana, Dvorak, Novak, Janacek, Mahler y échale hilo a la cometa de una república donde muchos de sus habitantes tocan algún instrumento y una velada divertida puede consistir en hacer música, del tipo que sea. Y tan a gusto. De manera que, pues amo semejante expresión artística, tal vez la más perfecta, recibí con alborozo aquel 18 de mayo de 1998 en que, cerca de mi casa, se inauguraba el “Auditorio y Conservatorio Alfredo Kraus”.

Auditorio Alfredo Kraus de Majadahonda: «El complejo programa funcional propuesto, que incluye roles funcionales y representativos de condición diversa y heterogénea, debe hacer frente a un entorno urbano escasamente calificado. El proceso de proyecto parte de un mecanismo de deconstrucción en el que se presentan con claridad tres componentes fundamentales: una pantalla longitudinal, verdadera línea de articulación del conjunto, un volumen cilíndrico fragmentado y convulso en cuyo interior se desarrolla el aulario del conservatorio y, en tercer lugar, el prisma oblicuo ocupado por la sala de actos» (On Diseño).

Vicente Araguas: «amo la música clásica o culta, y escribo estas líneas desde un país que siendo la quinta parte de España ha dado a Smetana, Dvorak, Novak, Janacek, Mahler y échale hilo a la cometa de una república donde muchos de sus habitantes tocan algún instrumento y una velada divertida puede consistir en hacer música, del tipo que sea»

Desde fuera, no era de los invitados, vi cómo Esperanza Aguirre y Romero de Tejada Picatoste recibían al tenor canario que daba nombre al recinto. Calor no hacía aquella tarde, porque recuerdo aquella voz prodigiosa, permítanme la metonimia, abrigada en un “loden” verde. Su aspecto no era muy boyante, moriría un año después, en setiembre. En Madrid. Y está enterrado en Las Palmas, a su vera el escultor Martín Chirino: amistad más allá de la muerte, glosando a Quevedo. Y qué hermoso el auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas de Gran Canaria, porque además cumple con holgura su fin, el de dar conciertos, y cómo duele decir lo evidente. Porque el nuestro se reveló desde el primer momento estéril para lo que fue concebido y pagado (¿fueron 300 millones de pesetas o lo soñé? No consigo cotejar ahora el dato): no tenía, no tiene, condiciones acústicas, ni siquiera para el teatro, o eso me dijo un actor profesional que en el “Alfredo Kraus”, majariego, digo, actuó.)

Ficha técnica: Emplazamiento: Avenida de España. Majadahonda. Promotor: Ayuntamiento de Majadahonda. Arquitectos: Francisco Javier Bellosillo Amunategui y Luis Bellosillo Amunategui, arquitectos. Colaboradores: Joaquín Alvaro Bañón, Begoña Fernández Shaw, Paloma Gómez Marín, Manuel Jurado, Sonia Iorio, Cecilia Pansera, Klaus Schenning y Dan Silver. Asesor técnico municipal: Emilio Pacheco. Aparejador: Efrén Sánchez. Construcción: E.C.Y.P, S.L. y CIGSA, S.A. (On Diseño).

Auditorio Alfredo Kraus de Majadahonda: «Obra del arquitecto Francisco Javier Belosillo, quien lamentablemente no puede dar razón del desafuero, murió en 2004 (había nacido en 1948). Los melómanos majariegos queríamos algo más que un “ensemble” escultórico, que hoy no sirve más que como escuela de música»

Ignoro qué pensó Bruno Dozza, director de la Joven Orquesta Juan Crisóstomo Arriaga, encargado de abrir, en línea concertista, para lo que se alzó, el Auditorio. Obra del arquitecto Francisco Javier Belosillo, quien lamentablemente no puede dar razón del desafuero, murió en 2004 (había nacido en 1948). Un artista sin duda, Belosillo, y yo no discuto su talento “escultórico”, instrumento musical la cubierta del edificio, concebido “mutatis mutandis” en la línea “mística” del gran Antonio Palacios; y de hecho Belosillo, al igual que el genio porriñés, construyó obras de enfoque religioso. No, no discuto la belleza del edificio, que trasciende, va más allá de lo funcional, por más que también se apoye en esa “bunquerización” de cierta arquitectura de las época, Distinto que vea en el edificio de Belosillo la “poesía” que sí le vio Patricia C. Phillips. Si acaso una cierta épica, por su monumentalidad bien encajada en el entorno. Pero, claro, los melómanos majariegos queríamos algo más que un “ensemble” escultórico, que hoy no sirve más que como escuela de música. Por más que, y cito a Ángel Luis Tendero: “Aún sigue en pie y envejeciendo con un empaque inigualable”. Lo que es algo en una ciudad muy poco pródiga en materia escultórica. Para la música grande nos queda de momento el Auditorio Nacional (cuarenta minutos en transporte público, bus, metro, bus, desde Majadahonda) y, por supuesto, los de Las Rozas, Torrelodones, etc., que sí respetaron la acústica. ¡Ay, aquellos despilfarros!. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).

 

 

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