Narciso de Foxá, ex alcalde de Majadahonda, y Bertín Osborne en una cena de juventud

FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. Documentar el outing en España entre los famosos del país requería que algunos de ellos se implicaran en la tarea. Eso es lo que pensaba entonces, por lo que me puse en contacto con los representantes artísticos. Tenía relación con varios que conocí cuando en la juventud organizaba las primeras fiestas del San Agustín Beach Club durante los primeros años ochenta. Uno de los pocos que respondió fue Tony Caravaca, quien producía a un buen plantel de artistas, y por afinidad había hecho muy buenas migas con mi hermano Carlos. Fue el manager que trajo y llevó a Bertín Osborne por toda España. Recuerdo cuando lo conocí: fue una noche en el sur de Gran Canaria. Estaban reunidos para cenar en la excelente cocina del chef Eugenio Sánchez.


Fernando Bruquetas

Cuando Bertín, Caravaca y otros invitados estaban sentándose llegué yo, como siempre, un poco retrasado… Bertín le preguntó a Tony «¿y este «muñeco» quién es?». «Es el hermano de Carlos, el que paga…» le contestó Tony Caravaca, de forma concisa y haciendo ese gesto característico frotando los dedos. «Ah, pues ahora me parece más apuesto y maduro. Hasta lo veo más alto», lo que provocó la risa del desenfadado auditorio. Desde aquel momento nos llevamos bien, aunque yo no haya ido a su casa, ni él a la mía; porque lo mejor es que cada uno esté en la suya y dios en la de todos. No tuve suerte con Tony Caravaca, así que me quedé sin saber de la Pantoja, a quien representaba, aunque ya había oído hablar lo suyo y tuve la oportunidad de entrevistarla para uno de los mejores periódicos de entonces, en el que colaboraba semanalmente. Ni de Raphael, con el que había conversado hacía poco tiempo, ni de José Vélez, al que aprecio desde mucho antes de ¡Oh Madrid!, y de tantos otros que estaban en su cartera.


San Agustín Beach Club (Gran Canaria)

Todo lo que contó Caravaca fue bajo el secreto de la confidencialidad y allí se quedó. Sé que hizo algunas gestiones, pero no pudo convencer a ninguno de los artistas que interesaban para el libro del Outing. Es verdad que me dio datos personales y contó anécdotas para todos los gustos: algunas imposibles de repetir y otras que me pidió, por favor, que jamás dijera cuál era la fuente, así que, claro, no lo voy a decir ahora, porque todavía me queda la palabra. (Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua; si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra…), que diría el poeta Blas de Otero que, por cierto, falleció en Majadahonda.

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