
Medina era el miembro más reciente del equipo y llevaba sólo 1 año viviendo en Majadahonda, aunque 5 ya en Madrid, por lo que había perdido algunos de los dejes de su Granada natal. Los recuperaba todos cuando volvía a su tierra. Era una agente muy joven, menuda pero fibrosa, con la cara muy redonda y el pelo castaño oscuro. Espontánea y natural, tenía mucho carácter, hablaba más de la cuenta y a toda velocidad, pero era ocurrente y lista. «El ADN andaluz y a mucha honra», decía. La sargento Alicia Maura era igualmente menuda, de tez clara y más delgada. Desde siempre comió poco e incluso llegó a sufrir trastornos de alimentación cuando era adolescente. Siempre fue una niña tímida, muy responsable y nerviosa. Cuando rozó la anorexia, la llevaron a un psicólogo que la ayudó a superarlo. Su madre era una francesa que llegó a España en los sesenta en busca de sol y playa y a su paso por Madrid conoció a un guardia civil. Fue amor a primera vista. Se quedó y buscó trabajo dando clases de francés. Él le pidió matrimonio sólo seis meses después y pronto tuvieron 2 hijas. Alicia adoraba a su padre y siempre andaba tras él. Con 6 años ya pedía el uniforme del Cuerpo y hasta dormía vestida con tricornio y todo.
El marido de Inés Castro respondió con una voz grave que Alicia encontró sugerente. —Sí, soy Alberto Muñoz. Me ha llamado la asistenta —explicó—. Dice que Inés no ha ido a casa en todo el fin de semana y en su trabajo nos dicen que no la ven desde el jueves. —¿Desde cuándo no sabe nada de ella? —Desde el jueves también. Me marché a primera hora y hablamos después por teléfono. —¿Cuándo? —A la hora de comer. —¿Fue ésa la última vez? ¿Desde entonces no han vuelto a hablar? Estamos a lunes hoy. —La he llamado varias veces durante el fin de semana y no me cogió el teléfono, pero no es de esas personas que están siempre con el móvil, muchas veces se le olvida. No me preocupé, la verdad. —Ya veo. —Pensaba llamarla hoy —se excusó, un poco molesto (Continuará). Lea los capítulos anteriores aquí.





