LIDIA GARCIA. Segunda parte de la entrevista con Carmen Perujo cuando acaba de cumplir 94 años. El periodista Diego Armario, durante muchos años cronista en Radio Nacional de España (RNE) y vecino de Majadahonda, tiene ahora un podcast radiofónico titulado «Un personaje en busca de autor» y este mes de abril (2024) le dedica su programa a la que es quizás la artista más célebre de Majadahonda (Madrid). Aún recibe a sus amigos y admiradores en su estudio de la calle Monjitas, donde la he visitado varias veces, y en esta conversación con Diego Armario aborda precisamente su ascendente majariego. “De hecho tu arte está reconocido internacionalmente, como vamos a comentar, pero aquí en Majadahonda también se te reconoce como un artista de la que la ciudad se siente orgullosa… “, comenta el periodista. Y ella responde: “Por supuesto, yo lo agradezco muchísimo y he hecho ya la donación de mi obra, que la hice en septiembre de 2023, con motivo de una exposición”. ¿Donde se expondrá? Nadie lo sabe. Existe una escultura en la Plaza de Colón, el frontispicio de cerámica de la Casa de la Cultura… y poco más.
¿Tú te consideras más majariega que madrileña? Majariega de Majadahonda, que es donde estamos… –Sí, más de 40 años llevo aquí. Yo viví en Sevilla durante la guerra civil, tenía 6 años. ¿Se te quedó en la mente, luego lo trasladas al arte o simplemente son recuerdos que tienes?. –Son recuerdos. Fue el día 18 de julio de 1936, íbamos con la muchacha, pues en la casa había criados, y llevaba una garrafa porque había que coger vino para la Fonda, para la Pensión. Y por el camino nos encontramos a unos muchachos que venían vestidos de monos (azules). «¡A la casa del pueblo, a la casa del pueblo!», decían. Y esa cosa no se me ha olvidado jamás. Con solo esos 6 años, al oírlos gritar nos volvimos a casa, claro. Se lo dijimos a mi padre y tuvieron que cerrar la puerta, que no se cerraba nunca. Y no se podía cerrar. Me acuerdo que estuvieron allí los hombres empujando hasta que se pudo cerrar la dichosa puerta y ya está. Después nos subimos a la azotea y se veía Sevilla ardiendo por los cuatro costados. Estaban quemando las iglesias, los conventos… Una pena. Es el recuerdo de la azotea de casa con nosotros mirando… porque estábamos en uno de los puntos más altos de Sevilla, ¿sabes? El Aljarafe es uno de los puntos más altos de Sevilla. Y eso deja en una niña mucha tristeza y muchas penas. Y como un rememorar continuo, ¿sabes? ¿En qué influyó eso en tu vocación como artista o no se reflejó en nada de esos recuerdos en tu arte? –No. No lo reflejaba porque para mí la pintura era como una evasión. Era un vivir en otro mundo. Una búsqueda de unas experiencias que no sé cómo expresarlo. Para mí la pintura fue una salida preciosa, pero después lo fue la escultura, porque también en artes oficios hacíamos cosas de barro y todos me decían que iba muy bien. Ningún profesor me dijo que debía elegir entre escultura o pintura, pero en fin, yo conseguí dominar ambas disciplinas después.
Tú conociste una guerra y estos días, estos meses, estos años, estamos viendo cercana la guerra de Ucrania, la guerra entre Israel y Palestina, otras guerras en África que a veces ni siquiera recordamos… ¿Tú has tenido o tienes miedo a una guerra o te horroriza la idea de que pudiera haber otra guerra aquí? – Ya lo ha insinuado el Papa. Putin está en la guerra de Ucrania y además está amenazando a Europa. Y la verdad es que sí que lo que presiento, una tercera guerra mundial desgraciadamente. Ojalá no se cumpla ese presentimiento, pero la cosa está muy mal, muy mal, en todos los sentidos, ¿eh? Desgraciadamente no se ha cumplido mucho de lo bueno que he deseado aunque no me puedo quejar y la verdad que yo no me quejo de mi vida. Duermo divinamente. De 7 a 8 horas, que son una maravilla. Y sueño con cosas muy buenas. Sí, soy muy afortunada. Cuento con amigos, he perdido muchos, pero mis hermanas y mis amigos son muchísimas personas a las que quiero. Y amigos del alma. Fui amiga de Pepe Meneses, Antonio Gala, Fernando Quiñones... Yo doy gracias a Dios todos los días por la buena vida que llevo. Ya te digo que he tenido de todo, alguna puñalaíta trapera, alguna pena, alguna grandísima o grande, pero también alegrías, muchísimas alegrías. Y cada día puedo celebrar que estoy viva gracias a Dios con un día más. Y puedo disfrutar, la cabeza la tengo bien, el cuerpo está hecho una pena, pero la cabeza me funciona, gracias a Dios. Y puedo seguir haciendo todo, puedo seguir viniendo a mi estudio y verme con los amigos, voy a la rondalla, antes tocaba la guitarra en la rondalla ahora ya no puedo, porque mira, el dedo ni lo veo… pero estoy en el coro y disfruto en la rondalla los miércoles…
Eso significa que maduraste muy pronto y al madurar muy pronto yo no sé si también tuviste claro lo que querías ser desde pequeña, porque ¿de dónde te viene esa ese amor por el arte y por ser un artista que hace cosas?… –No sé, posiblemente la vivencia era muy fuerte. Ya te digo que a mi padre le gustaba mucho la pintura, él me llevaba cuando iba al «Jueves», a ese Rastro que en Sevilla se llama «Jueves», donde había cuadros y de todo. Y él me llevaba siempre consigo, me cogía de la mano y ya íbamos a comprar los cuadros. Me preguntaba y me pedía mi opinión y así fui creciendo. Creo que de ahí me vino el gusto por la pintura. ¿Qué ambiente artístico has encontrado en Majadahonda? –Igual que en Sevilla. Vine hace cuarenta y tantos años porque me casé con un artista, con un ceramista, y entonces en vez de pintar pude hacer cerámica. Una de mis hijas y uno de mis hijos son artistas. Y hacen cerámica, por supuesto, además de escultura… En el 36, en aquella época, la mujer en la sociedad española no tenía muchas opciones de ser la protagonista. Fue una excepción tu caso. –Creo que sí, porque verdaderamente la mujer no contaba para nada. No sé por qué, yo he tenido mucha suerte, la comprensión de mis padres… de mi hermana, porque trabajábamos todos allí. Y a mi hermana también le daban esa libertad para que tuviéramos una habitacioncita, que era el estudio de la pensión. Y allí ella también pintaba y retrataba ya con veintitantos años a la alta burguesía sevillana, a los Murube y a otras personas… El Museo de Bellas Artes de Sevilla, después del Museo del Prado, es lo mejor que hay. Objetivamente. No dicho por mí, sino por otras personas muy informadas. Es uno de los mejores museos de España. Y ya que has hecho este comentario, ¿qué entiendes tú por el feminismo? -Un cuento, una cosa más bien política que no conduce a nada bueno, de verdad.
Carmen Perujo es una prestigiosa escultora, pintora y ceramista sevillana que ha creado la mayoría de su obra en Majadahonda. Eres beca de paisaje para El Paular, has sido profesora de Bellas Artes en Sevilla, Beca Murillo de la Diputación, Premio José Arpa de Carmona, con el que realizaste un viaje de estudios a Italia. Y has hecho exposiciones individuales desde 1995 en Córdoba, Santander, Burgos, Gijón, Sevilla, Alicante, Bilbao. Como creadora destacas por tus simbologías, esculturas de palomas en cerámica y en bronce. A ver, ¿qué se me quedó en el tintero de todo lo que tenía que decir sobre ti? ¿Es algo incorrecto lo que he dicho? –No, no es incorrecto… Hay algunos detalles que tú no conoces, por ejemplo, el viaje de Carmona con la beca de 5.000 pesetas, que entonces era un dineral. Fue con las que yo hice el viaje a Italia, pero que una mujer en aquellos años en el cincuenta y tantos, 1955 o 1954, hiciera un viaje al extranjero sola desde Sevilla, eso era insólito. Una mujer sola no podía viajar, hoy parece que decir eso fuera un insulto, pero era así. Sin embargo, mi padre y mi hermana me dieron esa libertad para hacerlo. Y me fui a Italia casi dos meses, recorriéndola con mi amiga Pepi Sánchez, que era una pintora también de Sevilla, estupenda y magnífica, que no tuvo el reconocimiento que se le hubiera debido. Recorrimos toda Italia de Norte a Sur. Estuvimos en el taller de Cerámica de Nino Caruso, que ahí es donde yo empecé. Nino Caruso fue después uno de los ceramistas y artistas más famosos de Italia. Y estuvo aquí en Majadahonda, en este mismo estudio. La relación con Nino Caruso fue muy entrañable. Me siguió y me animó durante muchos años y venir aquí a mi estudio de Majadahonda fue para mí una alegría muy grande. Escuche la entrevista completa en radio pinchando aquí. Próximo capítulo: “Me ofrecieron quitar una cruz del Valle de los Caídos para poner una paloma mía pero dije que no”