«En mi ciudad de Majadahonda (Madrid), un grupo de vecinos —entre ellos, muchos simpatizantes del partido gobernante— propusieron que se otorgara el título de Hijo Adoptivo a dos personas recientemente fallecidas, Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO, y Antonio Martín Sánchez, ex Secretario Municipal. Vecinos ejemplares. Con méritos indiscutibles. Méritos, de hecho, que superan la suma de las hojas de servicio de todos los miembros del gobierno municipal. Personas que engrandecieron la ciudad, que la amaron y la sirvieron sin esperar nada a cambio»

MIGUEL SANCHIZ. Carta al portavoz adjunto de «Vecinos por Majadahonda»: Gobernados sin Título, Ignorados sin Motivo. Estimado Federico Martínez Utrera: No deja de sorprender —y doler— la facilidad con la que entregamos las riendas de nuestras vidas a quienes no acreditan, ni moral ni académicamente, su idoneidad para ejercer el poder. No existe un título de «Gobernante», ni una carrera que los forme. No hay un examen, ni una reválida. No exigimos prácticas, ni siquiera referencias. Basta un puñado de votos —a menudo más influenciados por la propaganda que por la reflexión— y ya está: alguien puede manejar presupuestos millonarios, tomar decisiones que afectan a miles de personas, y condicionar nuestro presente y nuestro futuro. Y lo peor no es eso. Lo peor es que les concedemos años. Casi un lustro. Como si la política fuera una especie de derecho hereditario o una carrera vitalicia. ¿No sería más sensato un sistema de mandatos cortos, renovables por méritos y evaluación ciudadana? ¿No deberían ser unos meses, suficientes para mostrar capacidad, honestidad y eficacia, y luego someterse de nuevo al juicio vecinal? Pero no. Los plazos actuales se nos hacen eternos, especialmente cuando quien gobierna se comporta con arrogancia, ineficacia o indiferencia. Nuestro voto, además, solo vale algo si formamos parte del grupo más numeroso. Si no, es una palabra al viento.

Miguel Sanchíz

NO EXISTE EL VOTO CON VALOR MORAL, SOLO EL VOTO CON PESO ESTADÍSTICO. Lo que cuenta es la cantidad, no la razón. Y no, no vale la excusa resignada de que “tres mil moscas no pueden equivocarse”. Porque pueden. Y se equivocan. La democracia numérica no garantiza sabiduría, solo representa una suma. Una suma que a veces —con frecuencia, diría yo— aplasta al sentido común y a la justicia. Tampoco resulta esperanzadora la posibilidad de que los «pocos buenos» se conviertan en los «muchos necesarios» mediante estrategias partidistas o alianzas oportunistas. No es una cuestión de acumular para ganar, sino de transformar para convencer. La calidad moral, la inteligencia, la generosidad cívica no suelen triunfar en las urnas. A menudo, ni siquiera se presentan. No tengo una solución clara a esta reflexión, pero sería un error ignorarla. Aunque sea un grito en el vacío, aunque no logre cambiar nada, al menos que quede constancia de la pregunta. Porque, si no la hago yo, ¿quién la hará? Y si nadie la hace, ¿cómo aspirar a que alguien la responda?

«¿La respuesta del Ayuntamiento a la propuesta de «Vecinos por Majadahonda» que defendió su portavoz adjunto? Por lo escuchado y leído, el silencio hacia uno, las excusas hacia otro»

ESTA REFLEXIÓN ME HA VENIDO A LA MENTE POR UN HECHO RECIENTE, TAN SIMBÓLICO COMO REVELADOR. En mi ciudad de Majadahonda (Madrid), un grupo de vecinos —entre ellos, muchos simpatizantes del partido gobernante— propusieron que se otorgara el título de Hijo Adoptivo a dos personas recientemente fallecidas, Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO, y Antonio Martín Sánchez, ex Secretario Municipal. Vecinos ejemplares. Con méritos indiscutibles. Méritos, de hecho, que superan la suma de las hojas de servicio de todos los miembros del gobierno municipal. Personas que engrandecieron la ciudad, que la amaron y la sirvieron sin esperar nada a cambio. ¿La respuesta del Ayuntamiento a la propuesta de «Vecinos por Majadahonda» que defendió su portavoz adjunto? Por lo escuchado y leído, el silencio hacia uno, las excusas hacia otro. Ni una palabra buena. Ni un acuse de recibo a la altura que la ocasión merecía. Solo excusas burocráticas. O sea, nada. El más absoluto desprecio. No por lo que se pedía —que no implicaba gasto alguno ni esfuerzo administrativo notable—, sino por quienes lo pedían. Por los que viven aquí. Por los vecinos. Por esa parte del pueblo que, ingenuamente, creyó que la voz colectiva aún podía ser escuchada.

Una actitud política que se da en Majadahonda, por el humorista Forges

ESTE SILENCIO NO ES NEUTRO. ES OFENSIVO. ES UNA FORMA DE DECIRNOS: “NO IMPORTÁIS. NO OS ESCUCHAMOS. NO NOS INTERESA VUESTRA OPINIÓN, AUNQUE TENGÁIS RAZÓN”. Y lo más grave es que esta actitud no viene de un gobierno adversario a quienes formularon la petición, sino del mismo partido en que muchos de ellos confían. Eso revela que la lógica del poder, una vez alcanzado, es muchas veces impermeable incluso a sus propias bases. Y aquí estamos, gobernados por personas que no han tenido que acreditar nada más que ser parte de una maquinaria electoral. Sometidos a mandatos demasiado largos. Relegados por no ser mayoría. Ignorados incluso cuando hablamos con respeto, con fundamento y con justicia. Silencio. Silencio como respuesta. Silencio como castigo. No tengo la solución. Pero tampoco quiero resignarme. Al menos que no nos arrebaten también la dignidad de reflexionar. De expresar nuestra perplejidad. De exigir, aunque sea en voz baja, otra manera de gobernar y de ser gobernados. Y de recordar —aunque ellos lo olviden— que toda autoridad nace del pueblo, y que todo poder debería, al menos, saber escuchar. Un abrazo muy fuerte.

Majadahonda Magazin