VICENTE ARAGUAS (19 de noviembre de 2024). Con Aitor Yraola en la Majada (Honda). Aitor Yraola se dio a conocer este verano como un vecino emérito islandés (emérito de verdad, de los que trabajan por la causa que reconoce sus méritos) que presentaba en nuestro Ayuntamiento de Majadahonda un memorial de agravios y desafueros urbanísticos. Aitor habla con ironía, –muestra elegante del sarcasmo, que no creo que ocupe lugar en su mochila–, de una Majadahonda con aires toscanos en el “casco antiguo”. Y como su pluma es entonces, –ahora sí–, daga florentina, va directa al corazón del asunto, con elegancia y sutileza. Así que leamos a este hombre desde la seguridad de hallar en él precisión, economía expresiva, buen hacer (y ser y estar) y –desde luego– un brillo estilístico que desprende, justamente, ese puñal-cálamo, al que hice mención. Aitor Yraola vive desde hace algún tiempo entre/con nosotros. Yo creo que “entre” es lo que mejor le encaja, porque desde una importante discreción, Aitor se mueve como los gatos, y no rompe el silencio si no es para mejorarlo, como dijo el filósofo, salvo cuando, –como en el libro que voy a citar ahora, y me ha mantenido ocupado estos últimos días–, vio llegado el momento de dar una explicación pública sobre aspectos del país que lo prohijó. Y le dio tres hijos, por cierto.
Yo no sé por dónde se mueve ahora la prole yraolina, sí que pueden (y deben) sentirse orgulloso de padre tan venturoso, pues ha cumplido con ventura su aventura o ruta –personalísima– del bacalao. En Islandia. En Noruega. Como el curioso lector podrá comprobar leyendo “En la tribu de los Speki” (Rapitbook), subtitulado “Ensayo sobre la intolerancia”. Un paseo de este doctor en letras (vivas) que se desempeñó en labores múltiples. Y yo, que vengo de puerto de mar, y llevo en mi estirpe sangre marinera, alabo el trabajo de Aitor Yraola a bordo de un arrastrero por el Atlántico Norte, en cuyas orillas fui aprendiendo, –Escocia, 1972-73–, a manejarme por los espacios docentes. En los que sigo, feliz de encontrar en mi camino gente como este Aitor Yraola, profesor que fue en Islandia, Noruega, Estados Unidos, Egipto.
Pero sería en Islandia, donde luego de catorce años dedicado a la enseñanza universitaria, una cacicada, sí, –el monte no siempre es orégano, tampoco cuando se descuelga sobre las bahías humeantes (interesante, quevediano, el instinto de Aitor Yraola para rebautizar nombres y lugares), una conjura de necios, como en John Kennedy Toole–, otorgó el puesto de Aytor a una “margarita”, tan conocedora del inglés como ignorante en la lengua y literatura españolas. “Lo que hay”, dirían a lo castizo los muñidores de tal disparate. Que Aitor Yraola cuenta y canta por lo menudo, en un libro cargado de documentación, también gráfica. Que lo que aquí se describe, también los dineros que a Islandia le costó el despropósito, hace que Aitor Yraola pueda decir con Francisco de Quevedo y Villegas: “en mi defensa soy peligro sumo”. Y yo lo aplaudo, pues creo en la defensa propia llevada adonde haya que llevarla.
Su pleito aparte, el autor desgrana en un libro muy bien editado las relaciones de Islandia con España durante nuestra guerra (¡cómo duele verter aquí el posesivo!). Incluyendo la presencia islandesa, simbólica pero digna de ser señalada, en las Brigadas Internacionales. Y la presencia del conflicto fraternal, ¡de nuevo duele y duele adjetivar con tan lamentable oxímoron!, en la prensa de las isla, agitada –también– ante algo que trastornaba su ritmo bacaladero. Y cortando el bacalao está en este libro el entonces –años ochenta–, rey efectivo. Hoy, dicen, emérito, en los emiratos. Otra historia. Que, como diría Rudyard Kipling, merecería otro lugar para ser contada. Sí.
Vicente, hasta escribiendo en prosa haces poesía. Debe ser cosa de la hermosa lírica gallega.
Querido cronista y poeta, lo que era un regalo personal de libro a libro lo has convertido en loa pública, en una estupenda reseña que no esperaba de ninguna manera dada, como bien señalas, mi discreción. Gracias por tus molestias querido gallego.
Gracias, Teresa y Aitor. Pocas veces me he sentido tan bien, escribiendo, digo, como en Majadahonda Magazín. Una botella al mar estos artículos que doy por válidos si llegan a gente como vosotros, representantes de una Majada culta y en edad de merecer. Sí.