
La fachada que daba a la calle era poco más del ancho de las puertas, unos 10 metros en total. En ambos lados de la puerta había adosadas de punta en la pared unas piedras que servían de guardacantones para librar las esquinas de posibles rozaduras del carro al salir o entrar. En la calle, ya junto a la puerta, había un asiento de piedra para dos personas, cosa muy frecuente en todo el pueblo. Entrando de la calle lo primero que se encontraba era el corral o patio, amplio espacio que servía para multitud de aplicaciones: desde el garaje o guardería del carro hasta leñera, que era tan importante que siempre había reservas de un año para otro. Sin olvidar el tendedero de las ropas lavadas, el campeo de los animales domésticos, gallinas, patos, pavos, cerdos, etc así como tener arrinconados, pero también guardados, los aperos de labranza cuando estos no se usaban. En fin, una multitud de aplicaciones…
Este corral, a medida que se entraba, se iba ensanchando de tal manera que se podría dar la vuelta con el carro sin parar por la anchura que en la parte junto a la vivienda representaba. La distancia entre la calle y la pared frontal de la vivienda era de unos 40 metros. El cuerpo de la vivienda era la mayor parte de doble planta. La de abajo habitable en toda su extensión y lo que había doblado era para guardar en él frutos y granos de todas clases. El acceso al doblado se hacía por una escalera fija con barandal, que salía desde el pasillo de la bodega hasta el propio doblado. Todo el edificio en sí era fuerte, de paredes de medio metro de grosor pero de tierra. En muchas partes llevaba remiendos de ladrillo, toda ella en general revocada de cemento y blanqueada con cal. Cubrían el tejado del edificio tejas árabes o huecas. Mañana, Capítulo 2.






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