DAVID FELIPE ARRANZ. *Filólogo y periodista. Los monarcas evangélicos obsequiaron con unos negruzcos pedruscos al PP bajo la especie del tercer juicio del caso Gürtel, la red societaria de varias empresas creada a través de donaciones a cambio de contrataciones públicas. La financiación bastarda se hizo costumbre en la era de don Mariano Rajoy y el reparto de dividendos espurios circuló por los altos despachos con plenitud de azules y gaviotas, como si lo que pasaba en Boadilla del Monte fuese cosa de otra dimensión, tal y como ha sucedido con la trama de Época I y la caja B. Los 17 acusados que se sientan en el banquillo a cantar la Traviata cara a enero hacen ya muy difícil la providencial “desmemoria” de sus dirigentes: los jueces de la Audiencia Nacional buscan una macrosala porque ya no caben en un salón al uso. Si Rajoy era partidario de la disolución de las cosas en el tiempo, Casado no tiene tiempo para hablar de las cosas que cree disueltas, que lo persiguen pertinaces a caballo de aquellos años gloriosos de la rapiña, pues nadie le había enseñado al palentino a lidiar con las causas de sus valedores, confiados todos como estaban de que se iban a ir diluyendo en el tiempo y en el espacio, como la propia sede de Génova, que apunta ya a caserón de las sombras ante un inminente traslado de los populares al Paseo de la Castellana 39.
Abundantes toneladas del oscuro mineral recibió el ex alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, colocado a dedo por Esperanza Aguirre al frente de la empresa pública Mercado Puerta de Toledo, lavadero y lavadora de más de un millón de euros destinados a financiar campañas electorales. La ex presidenta madrileña comprendió la belleza de la política como una estela de subalternos de moral soluble y tenue: para desempeñarla se apoyó en “niñatos” y “chiquilicuatres”, como a ella le gusta decir, que la engañaron y traicionaron –insiste ella– y a los que la justicia rebautizó después como “púnicos” y “lezos”. Dicen en su descargo los niños malos que estas causas abiertas son una maquinación insidiosa de los medios. Así que ya vinieron los Reyes Magos, extenuados y cargaditos de carbón. Los pajes, que tras cruzar ciudades y aldeas dejaron huella negra de sus botines con herretes por playas y alfombras de sedes e instituciones públicas, se quejaron por el esfuerzo y el volumen de la entrega, y los sindicatos de criados, palafrenes y servidores ya temen el reparto del 6 de enero de 2023 en España. Y con razón. Lea el artículo completo en «El Imparcial» de Luis María Ansón.
Mil gracias, amigos. ¡¡¡¡Excelente digital, pardiez!!! Estaré muy atento, porque no lo conocía. Bonito diseño y dinámico. Un abrazo!