VICENTE ARAGUAS. (27 de agosto de 2024). Y, claro, cuando dices que frecuentas la República Checa (Chequia, por favor, es otra cosa, como llamarle Holanda, una parte del todo, a los Países Bajos) el personal dice que “¡qué bonita es Praga!”. O “¡qué ganas tengo de ir a Praga!”. (Hasta Sabina se ocupó de Praga en su disco “Vinagre y rosas”). Praga, tan visitada, que a ciertas horas, la Ciudad Vieja, el Castillo, ¡el Puente Carlos!, resultan incomodísimos. También para los nativos, naturalmente, pero mira por dónde ahí no percibo la famosa turismofobia que tanto descompone al personal. Olvidando que turistas somos todos, y todos ocupando espacios por una cuestión de física (recreativa, también, si se quiere). No por favor, que nadie se ponga estupendo, que aquí, también aquí, empieza a no haber clases sociales. Y ni Vassari, ni Ruskin ni Lord Byron en su “grand tour” que volvieran iban a ser más que nadie a la hora de contemplar la puesta de sol sobre el Moldava, ese río-mar que cruza Praga, inmortalizado por Smetana en “Ma Vlast”. Eso sí: en el aeropuerto praguense, el Václav Hável, en honor de un (gran) escritor y político, un cartel bien llamativo anuncia, en inglés, una multa de 400 euros (ojo, que no haya duda, que en este país la moneda sigue siendo la corona) a quien altere con ruido o cualquier actitud poco cívica el descanso ciudadano. Tomemos nota; que aquí, en Magaluf, Vegueta, Buñol (tomatina), sanfereminerías y “tutti quanti” se sigue promocionando el turismo de botellón, sexo público y salto de balcones.
En Praga, no, en Praga hay aglomeraciones durante las horas altas del día en según qué lugares: los ya citados, ciertas sinagogas, Cementerio Judío, Malá Strana (en la calle que honra al gran Jan Neruda en la subida hacia el Castillo), Biblioteca Nacional (la tan famosa Torre de Libros), las orillas más céntricas del Moldava. Por ello recomiendo las primeras horas y últimas del día para determinadas visitas en una de las ciudades más bellas de Europa. Yo la parangono con Edimburgo, y no hablo de Santiago, Córdoba, Segovia, Toledo (o Madrid y entorno) por no incurrir en parcialidades excesivas). Aclaro, también, que no se trata de una ciudad en absoluto barata. Tampoco el país, en general. Pero Praga, la zona turística, sobre todo, es cara. Si se me permite voy a recomendar un restaurante bueno, bonito y barato, el que yo frecuento en Praga, en la Malá Strana: “Ferdinanda”, Karmelitská, 18. Comida vigorosa, a lo Centroeuropa, no hay cosas muy típicamente checas, con un codillo o un goulash muy competentes. A veces hay que compartir mesa, de pino sin barnizar; atractivo extra.
Aparte de lo dicho, en Praga no está de más visitar el Rudolfinum, sala de exposiciones y conciertos, bautizado en honor del heredero de Francisco José, cuyo suicidio por amor cambió muy probablemente la historia de Europa. Muerto Rodolfo la corona austro-húngara iba a pasar al sobrino del emperador, el archiduque Francisco Fernando, asesinado en Sarajevo por Gavrilo Princip, provocando la guerra del 14-18. La plaza del Rudolfinum se llama ahora Jan Palach, en honor del patriota checo inmolado como protesta por la invasión soviética (camuflada en el llamado “Pacto de Varsovia”) del 21 de agosto de 1968 (hasta 1991 se mantuvieron en la todavía Checoeslovaquia, disuelta en el inicio del 93). Jan Palach se prendió fuego en la Plaza Wenceslao, ante el Museo Nacional, muy recomendable, justo donde ahora hay una cruz estelada en su honor. Y que reproduce la foto adjunta. Ante la que pronuncié mi oración laica por Jan Palach, y todos los habitantes de un país bellísimo, martirizado por las convulsiones históricas. Su capital, Praga, bellísima, alzándose en claridades. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).
Si, yo estuve en Praga cuando en España estaba prohibido viajar a Rusia y paises satélites.
Viaje desde Suiza, con unas hojas adicionales al pasaporte, poe expresa recomendación de la embajada de España en Zurich.
Zurich Viena Praga, eran otros tiempos, estuve en la ópera, y las librerías una gozada.
Conservo El Capital comprado allí en español, pero impreso en Rusia.
No siempre contesto a los comentarios pues muchas veces se contestan solos. Pero debo agradecer la presencia de Don Alejandro Manzaneque, asiduo en estas páginas digitales. Veo que estuvo en Praga antes que yo, aunque por edad yo también fui usuario de aquellos pasaportes tan restrictivos. Ahora vengo sin trabas y con frecuencia a la República Checa, país hermoso y hospitalario. Y lo recomiendo. Gracias, Don Alejandro por acompañarme.