El termómetro es frío en su forma, pero mide lo más caliente: la fiebre del cuerpo, el síntoma más común del malestar. Su lectura da claridad, su uso da calma. Es un ingenio invisible que convierte el malestar difuso en dato concreto. Durante décadas, el termómetro de mercurio fue el estándar. Preciso, pero frágil y tóxico. Hoy se prefieren modelos digitales, infrarrojos o de galio

MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 21 de agosto de 2025). El Ingenio Invisible. El termómetro: la medida del calor interior. Una fiebre, una duda, un cuerpo que se siente extraño. El termómetro no cura, pero revela. Pone cifras al malestar, da certeza a la sospecha, transforma la intuición en dato. En la historia de la medicina, ha sido un aliado imprescindible. Su utilidad es directa: saber si el cuerpo arde más de lo debido. Del aire al cuerpo: El principio del termómetro se remonta al siglo XVII. Galileo diseñó en 1593 un “termoscopio” que reaccionaba al calor, aunque sin escala. Santorio Santorio lo aplicó al cuerpo humano. En el siglo XVIII, Fahrenheit y Celsius crearon escalas más precisas. El termómetro clínico se consolidó en el siglo XIX. Mercurio, digital y más allá. Durante décadas, el termómetro de mercurio fue el estándar. Preciso, pero frágil y tóxico. Hoy se prefieren modelos digitales, infrarrojos o de galio. Más rápidos, seguros y sostenibles. Algunos se colocan en la frente, otros en el oído, otros bajo la lengua. Todos buscan lo mismo: saber si hay fiebre.

Miguel Sanchiz y sus Encuentros con la Historia que este verano se transforman en «Ingenios Invisibles»

UNA HERRAMIENTA DE DIAGNÓSTICO: Saber si un cuerpo tiene 37 o 39 grados marca la diferencia entre reposo y urgencia. La fiebre es síntoma, no enfermedad, pero es uno de los más universales. El termómetro ayuda a decidir: llamar al médico, tomar medicación, ir a urgencias. LA TEMPERATURA COMO METÁFORA: El termómetro se ha vuelto imagen del equilibrio. Se habla de “ambiente caldeado”, de “subir la temperatura” en el debate. Medir el calor del cuerpo es también medir el pulso del ánimo, del clima social, del estado general. EN RESUMEN: El termómetro es frío en su forma, pero mide lo más caliente: la fiebre del cuerpo, el síntoma más común del malestar. Su lectura da claridad, su uso da calma. Es un ingenio invisible que convierte el malestar difuso en dato concreto.

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