
«En la Piazza di Spagna, al borde de la escalinata que lleva a la iglesia de Trinitá dei Monti, me detuve a descansar en un banco, tal vez un simple poyete, que allí mostraba su toque samaritano. La verdad es que por entonces desconocía la existencia de la “Keats & Shelley Memorial House”, que ahora se mostraba ante mí, elegante y vistosa. La verdad es que amo la Poesía de ambos».
VICENTE ARAGUAS. (22 de agosto de 2025). Fantasmas en Roma. Mi primer viaje a Roma fue en 1992. Aquella fue mi primera primavera romana, nada parecida a la de la Señora Stone (meláncolica película de Quintero, con Vivien Leigh y Warren Beatty), ¡dónde va a parar! Pero tan mía como que iba acompañado de la “scolaresca”, habitual en mis “giros” por el país de la bota. Y el caso es que en determinado momento, era mayo, y el calor daba un poco que hacer en aquella mañana, en la Piazza di Spagna, al borde de la escalinata que lleva a la iglesia de Trinitá dei Monti, me detuve a descansar en un banco, tal vez un simple poyete, que allí mostraba su toque samaritano. La verdad es que por entonces desconocía la existencia de la “Keats & Shelley Memorial House”, que ahora se mostraba ante mí, elegante y vistosa.
LA VERDAD ES QUE AMO LA POESÍA DE AMBOS. Y que recordaba la muerte romana de John Keats, y la de Shelley, en Livorno, por ahogamiento. También que su corazón recibió sepultura en el Cementerio “Acattolico” de Roma, junto a la pirámide de Caio Cestio. No lejos, en urna, la víscera cordial de Percy B. Shelley de la tumba de su amigo John Keats, donde yace aquel “cuyo nombre fue escrito en el agua”. Hallándome, pues, ante la Casa-Museo de ambos opté por visitarla. Animado, además, por la presencia de dos mujeres, bien entradas en años, cuyos rostros se mostraban, casi pegados al cristal, en una ventana del piso donde se encuentra el museo. Luego de un primer intento, nadie me franqueó la puerta aun señalando un letrero horario favorable a mi pretensión, conseguí que una hora después (soy testarudo) un sujeto de lo más desapacible me facilitase la entrada. No había nadie y cuando le indiqué la presencia de aquellas dos damas pareció ponerse nervioso, omitiendo respuesta alguna.
VISITÉ, PUES, LA CASA, PEQUEÑA, AUTÉNTICA BOMBONERA, y procedí a ingresar en la cámara mortuoria donde, lo juro, era un mayo moderadamente caluroso, pero me invadió hasta la médula un frio ciertamente gélido, que me dejó ciertamente desasosegado. Nadie en la casa, ya dije, salvo el cuidador aquel, un sujeto inquietante, y yo mismo. Y, sin embargo, ya en la calle, despidiéndome de la casa di en observar todo de nuevo, reparando en la dos ancianas, una de ellas (acababa de comprar una postal relativa a ella) clavada a Fanny Brawne, la protagonista del poema “Bright Star”. Un amor imposible, dadas las dificultades económicas y la mala salud de Keats, quien murió –ya lo dije- en esa misma casa, de tuberculosis, un 23 de febrero de 1821, a los 25 años. En una casa en la que parece permanecer, tal como deduje en esa visita, y en otras posteriores de las que he de hablar en otro momento.

«Visité la casa del poeta John Keats, pequeña, auténtica bombonera, y procedí a ingresar en la cámara mortuoria donde, lo juro, era un mayo moderadamente caluroso, pero me invadió hasta la médula un frio ciertamente gélido, que me dejó ciertamente desasosegado»
REGRESO A ROMA. John Keats sigue, creo, en la casa que da a la Piazza di Spagna y Fanny Brawne optó por acompañarlo, diría yo. “Estrella brillante, así fuese yo tan constante como tú/ no colgado en esplendor solitario de la noche en lo alto/ y observando, párpados eternamente abiertos/ cual Eremita paciente e insomne de la naturaleza…”. He vuelto a la “Keats & Shelley Memorial House” cada vez que vuelvo a Roma porque siempre, siempre (como aquello que decía el dipsómano Francis Scott Fitzgerald de la borrachera) pasan cosas. Vuelvo continuamente a la Poesía, de John Keats, de Percy B. Shelley, porque también suceden cosas. Buenas. Volveré, también, a los fantasmas, con o sin sábana, esta última lo único que necesito en estas noches tórridas de verano. Bien que donde ahora me hallo, Xuvia-Neda (Coruña), a veces necesite también una colcha. Y aun una manta. Anímense a venir, este verano –además- enmudecieron los necios que se quejaban de los “fodechinchos”. Mejor.
No se puede encarcelar el alma.
~John Keats~
Aunque el bueno de Hunt fue encerrado en la cárcel por mostrar la verdad al petulante Estado, su espíritu inmortal siempre ha sido tan libre como alondra que surca el cielo tan feliz
.
«Un poco de belleza es gozo para siempre,…su encanto aumenta, nunca pasará…»
-Keats
En Majadahonda tenemos a un abogado poeta que ha leido a Keats, se llama Enrique Ortiz Sierra y le cito: Escribe Lorenzo Oliván: «Cuando se cumplen 200 años de la muerte de John Keats, vuelvo al poeta que me deslumbró y al que estuve traduciendo de 1995 a 1998. Sensible y extremadamente sensitivo (deseó llevar una vida de sensaciones), con él y con sus teorías de la despersonalización del poeta y del poeta-camaleón comienza la poesía moderna, como subraya Julio Cortázar. Esa poesía fue abriéndose al pensamiento y a la filosofía. Y esa es también otra de sus grandezas. (…)
Y termina: «Un poema de Keats que lo retrata. Y tres versos que condensan toda una filosofía de la vida: «a menudo ardo en deseos de hallar / mujeres de mirada más profunda, y de oír sus canciones / y de flotar con ellas sobre el mar del verano».
Tremendo.