JOSE Mª BABOT VIZCAÍNO. En los meses de noviembre de cada año, para no olvidar, siempre se hace un triste recuerdo de lo pasado en Paracuellos del Jarama, y así se recuerda lo bestial e inhumano que se hizo en aquellas fechas. Tras cuatro décadas de esa masacre, en las que cuentan una leyenda hasta la saciedad para hacerse creer y hundir al contrario, hay que recordar la verdad para que se den cuenta los juglares de que no es oro todo lo que reluce. Lo que escribo ahora, desde mi casa en Majadahonda, es sobre los brutales asesinatos en Paracuellos del Jarama, mandados por Azaña, Largo Caballero y Carrillo.


Babot Vizcaino

Allí hubo alrededor de 4.000 muertos. El 7 de noviembre del 2020 se cumplirán 84 años del bestial hecho (1936). Un teniente coronel retirado que se negó a firmar la adhesión a la República fue apartado mediante la ley Azaña. Lo metieron en la cárcel en el 36 y en noviembre se lo llevaron a Paracuellos, de donde no salió más. Sin cargos, pues por lo visto era un preso preventivo. Era de derechas, amigo de José Antonio y pertenecía a Renovación Española, el partido de José Calvo Sotelo, que fue asesinado también pero no en Paracuellos. Sin juicios y sin nada. Simplemente por ser falangista o ir a misa, ya que la izquierda, de por sí, es menos o nada religiosa que la derecha. Simplemente por ajustes de cuentas personales y por echar tierra sobre robos, puesto que iban a las casas a saquear, violar y matar. Y se quedaban con las joyas, dinero, o lo que les apeteciera.

Entre las víctimas hay contabilizados cerca de 800 menores, algunos de 12 ó 13 años. Se cargaban al cabeza de familia y después a los hijos, aunque fueran adolescentes. Las autoridades no pudieron hacer nada ya que estaban los comités de milicianos o de comunistas y anarquistas, que eran los que mataban, violaban y asesinaban. Los verdaderos culpables fueron Azaña, como presidente de la República, Largo Caballero, como jefe de gobierno, el general Miaja, jefe de la Junta de Defensa y Carrillo, como consejero de Orden Público, junto a los subordinados que éste nombró, y la socialista Margarita Nelken.

Carrillo siempre ha negado todo, pero lo desmintió para hacer las Américas en la España democrática. Hay mucha documentación sobre él que aún no ha salido, pero saldrá. Un juez, que me callo su nombre por ahora, acusó al franquismo de genocidio, pero archivó las querellas para investigar lo de Paracuellos. La Memoria Histórica quita el nombre a la calle de Millán Astray y otras, pero deja la de Carrillo y La Pasionaria. Se sabe además que el franquismo cometió muchísimas atrocidades. En la guerra civil hubo más barbaridades en el bando izquierdista que en el de la derecha. Sin parangón alguno. En el bando franquista hubo ejecuciones sumarísimas, pero no había ni checas, ni paseíllos, ni sacas, ni se torturó a presos como las del bando de la izquierda, que se les cortaba los genitales o las orejas, por ejemplo, según los escritos de personajes con toda la credibilidad.

Y al final de la guerra sí que hubo represalias, duras represalias, pero todas con garantías jurídicas, no como hizo la izquierda. Y la mayor cantidad de fusilados eran por delitos de sangre y siempre fueron los dirigentes, no subordinados. Hubo muchos parientes de ejecutados por los republicanos a los que las viudas conocían sobradamente por haber asesinado a sus maridos. Optaron, ante las ruedas de reconocimiento, por no decir nada contra esas personas, aunque las conocían más que sobradamente. Y de esto nadie dice nada porque eso es reconciliación y saber perdonar.

Majadahonda Magazin