JOSE Mª BABOT VIZCAINO. Desde hace muchos, pero muchos, muchos años ya, se usan en el idioma español excelentes palabras de dicción y de sentimiento que no se han renovado y que son más que correctas y nada desechables. Por ejemplo, el prometer o jurar como acceso oficial a los cargos políticos, que para mí, pero no para los que dicen esas chorradas, son más que deleznables. Personalmente, yo no condeno, pero sí pongo, sobre todo a lo primero, una tarjeta verde y una roja, rojísima: que ningún cargo público entrara nunca jamás en la cancha política mientras digan las tonterías que dicen solo por hacerse notar. Hay otro caso pasado de moda, creo. Me refiero al que sucede cuando ocurre una desgracia supina: todos los políticos y personas de excelente condición, y los que no lo son tanto, escriben dicen o comunican palabras alentadoras, pero que solo son eso: aliento. A lo mejor es solo lo que se persigue, pero lo cierto es que ya no suenan con el fin que se propone el que las profiere.
Me refiero, muy cortésmente, a las consabidas frases: «desde lo profundo de mi corazón…», «Lamentamos muy de corazón…» «Todos nos sentimos…», «Lucharemos…», «Nos sentimos apesadumbrados…», «Si necesitas o necesitan algo…». Y frases hechas por el estilo que no dejo de creer que son verdad cuando se dicen en esos momentos. Lo que dudo es de alguna de las personas que las pronuncian. Y cuando las dicen y se ve muy claramente que es pura fórmula para estar y que no se les señale con el dedo, lo que se nota es que las pronuncia un fariseo. Esas palabras, dichas en esos tristes momentos, solo sirven de consuelo momentáneo, ya que si es verdad que esas personas que han sufrido algo irreparable necesitaran algo y acudieran a quienes se ofrecen voluntariamente a ayudar al necesitado, ese, casi seguro, casi segurísimo, echaría la cabeza para otro lado. Y las palabras se las lleva el viento.
En cuanto al segundo caso, el de prometer en la oficialidad de un acto, es hasta ridículo hacerlo con semejantes palabras. Prometan o no prometan, van a hacer lo que les salga de la nariz y no del corazón. Ni van a defender o representar a los de su región, provincia o municipio, ni mucho menos lo harán por España, ya que constantemente vemos que, una vez prometido el cargo, se ponen a buscar palabras para tocar los caireles a los demás. Y hacerse ver y notar, como diciendo «qué macho soy». Aunque los destinatarios de sus falsedades sean contrarios políticos o el partido al que odian, estos personajes no miran por prometer de verdad. Lo que se está prometiendo en esos momentos (el cargo) solo poco tiempo después se incumple. De hecho, los debates a muerte que se celebran después no se producen porque se reprochen los incumplimientos o lo prometido en su jura ante S.M. el Rey, sino por pura ideología. Y la prueba está en que después, una vez celebrados los debates y aposentados en su butacón de cargo público, solo buscan lo que a ellos les interesa por la razón que sea. Y eso tiene otras palabras en el diccionario: egoísmo o egolatría.