MARIANA BENITO. La prensa de Salamanca se hace eco del triunfo de dos escritores de Majadahonda (Madrid) que han subido al «podium» de su ya célebre Concurso de Microrrelatos 2024. Bajo el título de “Leyendo a la luz de la luna” y organizado por la Asociación Vecinal Zoes del Barrio Oeste de Salamanca y apoyado por el Ayuntamiento, el certamen tiene como objetivo descubrir, despertar y recompensar la imaginación y la creatividad de aquellas personas interesadas en la literatura. Guillermo García (1º) y Luis San José López (4º) triunfaron sobre otros escritores de toda España con dos desgarradores, sombríos y por momentos sórdidos textos muy originales sobre el agua, que era el tema del certamen.
“La plaza del Oeste de Salamanca vivió una jornada muy especial este jueves 23 de mayo (2024) teniendo como testigo a la Luna llena, al entregar los premios del concurso de microrrelatos y disfrutar el acto en comunidad con música, talleres y diversión: «El premio estipulado para el relato ganador asciende a 500 euros y se plasmará en el espacio de la pared de la calle León Felipe reservado a tal efecto hasta que sea sustituido por el ganador de la edición de 2025. El tema de esta XIV edición era el agua. El ganador de esta edición fue Guillermo García, escritor y vecino de Majadahonda (Madrid), con su microrrelato «De oficio, aguador» y el 4º Finalista con “Adiós Rayuela” fue el autor Luis San José Lopez, también de Majadahonda, cuyos microrrelatos reproducimos a continuación.
El texto del ganador, Guillermo García (Majadahonda), dice así: «Recuerdo aquel día perfectamente. Por fin, un encargo bien pagado: una boda con muchos invitados. No fue fácil transportar tanta agua en vasijas; el pozo más cercano estaba a varios días de camino. Invertí en animales para el transporte, no paramos ni a dormir, y varios de mis borricos murieron de agotamiento. Hice un trabajo perfecto; el líquido llegó limpio y fresco, pero entonces apareció él, con sus trucos de alquimista barato y transformó todo en vino. Se negaron a pagarme, creyéndonos cómplices. La ruina y el odio guiaron mi venganza. Y ahora estás ahí, crucificado, muerto como mis pollinos». 4º Finalista: Adiós Rayuela. Autor: Luis San José Lopez, de Majadahonda: «Alguien se acerca para cubrirle con un inmenso paraguas negro. «¡Estás empapada, pequeña!» Ella levanta los hombros con indiferencia y se deja arropar por aquella gabardina sin rostro con olor a tabaco y lujuria. No había cielo bajo su bóveda oscura, pero tampoco por encima y había decidido no volver a pensarlo. La lluvia resbala en sus mejillas, las farolas derraman mercurio en los alcorques, rueda un tejo. Junto a la rayuela desdibujada, se desgrana su mochila con el viento. Calle abajo, se aleja la inocencia bajo un lascivo paraguas negro. Agua y viento borrarán todo muy pronto».
2º Finalista: Pluriempleo. Autor: Manuel González Seoane, de La Coruña: «Se santiguó tres veces antes de agarrar el cuchillo. Los otros sujetaron con fuerza el animal, que se debatía entre berridos, y él hizo su trabajo con rapidez y pulcritud, como de costumbre. Tenía prisa, le requerían en otro lugar; de modo que mientras el bicho se desangraba, recogió su instrumental y se aseó con el agua fresca de un barreño. Le dieron las gracias con devoción, como correspondía. Cobró el servicio y se encaminó hacia su automóvil. Antes de entrar, echó un ojo al reloj, masculló unas palabras y se puso, con celeridad, la habitual sotana». 3º Finalista: El juego. Autor: José Lorenzo Blanco de Salamanca: «–Con agua: aguamanil, aguaderas… –el sonido de las palabras familiares le aleja por un instante del frío y del miedo. –Aguamarina –balbucea evocando con nostalgia los ojos de Lucía. Siente la gélida lluvia empapándole la gorra. –Aguanieve –exclama con la efímera alegría del hallazgo, aunque enseguida el temor le agría la saliva». 5º Finalista: Profundidades y viajes. Autor, – Manuel Delgado Sánchez de Salamanca: «Tomé aire, di un paso y la gravedad hizo el resto. Tras la fuerte entrada al agua, el silencio apenas era roto por burbujas. Floto, mi cuerpo no pesa, ni mi alma. Necesitaba este instante perfecto. Súbitamente, algo me agarra la pierna y tira de mi. La luz de la superficie se aleja, una ola de pánico me sacude, el corazón quiere salir del pecho… grito y mi aliento se agota. Suenan sirenas de fondo, despierto. Me clavan unos ojos aguamarina que parecían el océano donde me hallaba: —Pudo ser tu último viaje—dijo la enfermera—. Has vuelto. Tranquilo», reproduce La Crónica de Salamanca.