Imagen de Lucas, el alumno de Majadahonda, en La Vanguardia ©Miguel Pereira / Getty

LIDIA GARCIA. «Lucas, que es hijo de un fotógrafo, atendía a su clase diaria desde casa, en el pasado mes de mayo, en la ciudad madrileña de Majadahonda«. Con este ejemplo, la periodista Eva Millet de «La Vanguardia» ha elaborado un reportaje sobre el «parenting»: «La ansiedad creada por el coronavirus planea en las aulas del próximo curso». Y explica que el filósofo Gregorio Luri propone en su nuevo libro facilitar la escolarización ‘on-line’ para los alumnos a quienes les ha ido bien, pero defiende el saber qué se adquiere en la clase: «La escuela ha sido una de las instituciones más perjudicadas por la crisis del coronavirus. De hecho, el regreso a las aulas en septiembre está lleno de incertidumbre, incluso miedo. Expresiones como “distancia social”, “pelos de punta” y “escuela fría y robótica” salpican los debates sobre este tema y empañan de fatalismo el que suele ser un reencuentro feliz. Un reencuentro, paradójicamente, más necesario que nunca: porque si algo se sabe del confinamiento es que ha profundizado la brecha educativa preexistente, acelerando la desigualdad».


Ante este panorama, la cronista acude en busca de orientación. Y para ello elige a Gregorio Luri: maestro, filósofo, escritor y una de las voces más autorizadas para hablar de educación en España. La última prueba es su nuevo libro, «La escuela no es un parque de atracciones» (Ariel); un riguroso análisis de la educación actual que demuestra que se puede ser erudito y ameno a la vez. Este ensayo, que reivindica el conocimiento poderoso, debería ser de lectura obligatoria para los docentes. Y, ¿por qué no?, también para las familias, cada vez más aturdidas ante la avalancha de nuevos métodos pedagógicos –del aprendizaje por proyectos a la imparable educación emocional–, que Luri analiza en su libro.

Este experto coincide con que el próximo será un curso difícil. Para empezar: “Porque aquí nadie era especialista en confinamientos por coronavirus y, por lo tanto, a todo el mundo nos ha pillado desprevenidos”. Sin embargo, pese al shock inicial, insta a los responsables políticos a hacer un buen diagnóstico de la situación: “Para entender lo que nos ha estado pasando” y así poder reaccionar mejor. Pero de momento, lamenta, esto no ha ocurrido. Y esta falta de análisis contribuye a la ansiedad por lo que vendrá en septiembre. Así que Luri –que pasa mucho tiempo leyendo y pensando–, lo ha hecho por su cuenta. Y llega a varias conclusiones. La primera, que ha habido sectores que han reaccionado mejor a estos meses de escuelas cerradas. “Yo creo que a alrededor de un 15% de la población escolar le ha ido bien: a esos niños introvertidos a los que les gusta trabajar a su aire y no en equipo, a esos alumnos que sufren con las interrupciones de pequeña intensidad pero continuas en clase y, por supuesto, a los que padecían bullying y se han visto libres de toda presión”. Lea el reportaje completo.

 

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