En 1995, Jesús Vázquez fue acusado de abusar sexualmente de menores de edad en una discoteca. El presentador, que fue declarado inocente, asegura que casi le cuesta la vida.

FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. Cualquiera podría entender por el título de Luces de Bohemia que pretendo hacer una reseña de la obra de Valle Inclán, pero no es así, de lo que voy a hablar es de algunos casos que sucedieron en la década de los noventa, cuando finalizaba mi libro sobre el Outing en España y que recoge el mismo. Es verdad que el esperpento de entonces me evocó parte de la vida valleinclanesca que los jóvenes pretendíamos imitar. No todos sobrevivieron al intento, como es fácil suponer, y muchos –tristemente– se quedaron en el camino. Valga una plegaria, igual que un emotivo silencio dramático, para recordarles. Singular fue el llamado ‘Caso Arny’ que condenó a los protagonistas, sin tener arte ni parte, en un turbio asunto de pederastia ocurrido a mitad de los años noventa del siglo pasado. A más de uno casi le arruinan la vida, otros quedaron tocados, de tal modo que nunca más se les volvió a ver por un bar de ambiente y solo unos pocos, muy poquitos, encajaron la infamia sin perder las ganas de diversión. Recuerdo especialmente, por hirientes, los casos de Gurruchaga, Jorge Cadaval, Jesús Vázquez, del juez Rico, Antonio del Monte y de Ramón de Carranza. Aquello fue un intento de cortar de raíz lo que se intuía que era inevitable, es decir, la normalización de la homosexualidad.

Fernando Bruquetas

Ese outing no fue tal, sino una denuncia canalla, cuya única pretensión fue dañar a quienes optaban por ejercer su libertad recreándose entre la lozanía andaluza de una Sevilla nocturna y generosa. Cuando a los pocos días visité el Arny aún estaban frescos en las paredes los nombres de los presuntos implicados. Es un decir, claro. Lo que sí es literal, es que a cada persona que entraba en el garito, de inmediato se le informaba del turbio asunto y se le ponía al tanto de la inquisitiva acusación policial. Se les decía de todo, menos bonitos… Después, al poco tiempo, el bar cerró y no sé que fue de todo lo demás. Supongo que los chulos fueron cumpliendo años y, por consiguiente, perdiendo atractivo por sabiondos, unos ascenderían en el escalafón de la vida y otros irían al paro, como mandan las leyes de la vida. Pero, de verdad, que había bellezas que parecían inmortales. Y eso que allí no estaba Aquiles, ni Patroclo, ni muchos menos Alejandro Magno.

El «Arny», un club gay de Sevilla denunciado a la policía por un menor que ejercía allí la prostitución

Creo que la prensa, ávida de sensacionalismo, fue la que peor se comportó en aquel momento, y arrasó con la carrera de los artistas y, lo que es peor si cabe, con la vida privada de muchos que solo estaban allí por diversión y no por buscar el apoyo de la notoriedad. Fue muy triste el papel de los medios de comunicación, aunque hay quien defiende que, gracias a ellos, se pudo hacer justicia al final. Ya ven, otra cosa que tampoco sé. Salvo de esta quema a Jesús María Amilibia, a Mariñas, a María Teresa Campos, Carmen Rigalt, Javier Sardá y pocos más que se enfrentaron a los medios en los que trabajaban para dar una opinión ecuánime del asunto. Las emisoras de radio emitían machaconamente A quién le importa… lo que yo haga… de Alaska, con lo que el DiJi de turno quería demostrar que estaba en contra de la caza de brujas desatada por culpa del ‘Caso Arny’. Muchos pensamos que habían vuelto los peores momentos de la historia, pero, gracias a dios, no fue así. El relax surgió, como de la nada, cuando Ana Torroja cantó ‘Mujer contra mujer’, y así pudimos reconciliarnos con el mundo.

 

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