El corcho proviene de la corteza del alcornoque (Quercus suber), un árbol mediterráneo cuya piel se regenera cada nueve años sin dañar la planta. Ligero, flexible, impermeable y resistente al aire, es literalmente el “pulmón” de la botella. Su uso se remonta a la Antigüedad: griegos y romanos sellaban ánforas con corcho, aunque preferían resinas o tapaderas de arcilla para garantizar el cierre. No fue hasta el siglo XVII, con la generalización de las botellas de vidrio, cuando el corcho se convirtió en el cierre ideal

MIGUEL SANCHIZ. (4 de agosto de 2025). El Ingenio Invisible. El tapón de corcho: el guardián del vino. No hace ruido al abrirse, no brilla, y rara vez recibe atención, pero sin él, el vino sería otra historia. Este modesto cilindro vegetal ha sido durante siglos el custodio del tiempo y del sabor. Un invento sencillo, sin engranajes ni metal, pero con un diseño natural tan perfecto que, incluso en plena era de la nanotecnología, sigue siendo insustituible. Un árbol prodigioso: El corcho proviene de la corteza del alcornoque (Quercus suber), un árbol mediterráneo cuya piel se regenera cada nueve años sin dañar la planta. Ligero, flexible, impermeable y resistente al aire, es literalmente el “pulmón” del vino en la botella. Su uso se remonta a la Antigüedad: griegos y romanos sellaban ánforas con corcho, aunque preferían resinas o tapaderas de arcilla para garantizar el cierre. No fue hasta el siglo XVII, con la generalización de las botellas de vidrio, cuando el corcho se convirtió en el cierre ideal: hermético, pero con una microoxigenación que permite al vino evolucionar.

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EL MONJE QUE SELLÓ EL FUTURO: La tradición atribuye su uso moderno a Dom Pierre Pérignon, el monje benedictino que perfeccionó el champán en Champagne. Según la leyenda, hacia 1680, cansado de los tapones de madera defectuosos, adaptó corcho inspirado en las cantimploras de los peregrinos. Aunque el mito es debatido, desde el siglo XVIII el tapón de corcho se volvió el estándar en Francia, España y Portugal. SIMBIOSIS CON EL SACACORCHOS:El éxito del corcho impulsó otro ingenio: el sacacorchos, nacido en el siglo XVIII y cuya evolución ha ido de la mano con la del tapón. Ambos forman una pareja inseparable: uno guarda, el otro libera.

Incluso hacer letras con tapones de corcho nos permitirá aprovechar unos elementos que seguramente tenemos en casa para convertirlos en una pieza de decoración extraordinaria: el método

TRASCENDENCIA SILENCIOSA: El corcho no solo protege el vino, sino que lo deja respirar, permitiendo que madure y gane complejidad. Ningún otro material —ni plástico, ni metal, ni silicona— ha logrado imitar esa función con igual naturalidad. Aunque en las últimas décadas se han popularizado alternativas como el tapón de rosca, el corcho sigue siendo sinónimo de calidad y tradición. UN INVENTO ECOLÓGICO: En tiempos de conciencia ambiental, el tapón de corcho se revaloriza: es sostenible, biodegradable y mantiene vivas las dehesas mediterráneas, sobre todo en Portugal, que concentra más del 60 % de la producción mundial. El tapón de corcho, con su eficacia ancestral, demuestra que la perfección no necesita complejidad. Guarda el vino, protege el sabor y respeta la tierra.

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