
No había manera de trenzar una jugada en la acumulación de jugadores entre el centro del campo y las adelantadas defensas. Hasta que en un saque de córner, Llorente empalmó una impresionante volea sin dejar caer el balón que se coló por la escuadra balear. Golazo antológico del Rayo al que los isleños respondieron con algo más de apertura y profundidad en sus líneas sin que tampoco consiguieran con claridad poner en aprietos a Basilio, gracias a la abigarrada defensa local. No fue sino en propia puerta y de cabeza como los visitantes consiguieron empatar el encuentro cuando quedaban segundos para terminar los primeros 45 minutos.
El segundo tiempo fue sin duda para el Rayo Majadahonda y no porque regresáramos al axioma del juego bonito sino porque a base de pico y pala los jugadores locales, sin correr riesgos, consiguieron anular la calidad de los baleares a base de pelotazos desde la defensa e incluso desde el propio Basilio esperando que los Iago Díaz, David Martín o Rubén Mesa pudieran aprovechar alguna ocasión. Y así fue, el delantero centro aprovechó el lanzamiento de un claro penalti para, de segundas y de rebote, marcar el segundo gol que daría la victoria al Rayo. En resumen, encuentro tosco, rudo, de mono de trabajo para los jugadores y de calorina e infarto para los sufridos espectadores que soportaron a partes iguales el rigor de un sol implacable y la incertidumbre del resultado. Esperemos que algún socio se interese en la tarde de este histórico lunes 9 de septiembre en la Junta de Accionistas por la instalación de una techumbre como la que teníamos antes del ascenso a Segunda A. De lo contrario, es de prever que a los partidos con protector solar les sucedan los encuentros con paraguas y paracetamol.





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