JULIA BACHILLER. Llega el verano 2019 a Majadahonda y junto a él, como todos los años, el intensificado y molesto ruido. Mitigado en parte en los meses de invierno por el aislamiento a que sometemos nuestros hogares y por las inclemencias del tiempo que nos obligan a resguardarnos, son varias las zonas en Majadahonda donde los vecinos se quejan por padecer estas molestas, desagradables y evitables situaciones estivales. ¿Que provoca en agosto ese “sonido inarticulado, sin ritmo ni armonía y confuso, alboroto o mezcla confusa de sonidos”, según define el diccionario la palabra ruido, y que en ocasiones no concuerda con la situación que muchos vecinos vivimos en Majadahonda?. Viviendo en la Gran Vía, como es mi caso, la respuesta es sencilla: los sonidos son articulados claramente por personas, con ritmo rápido y enérgico en su tono de voz, armónicos en ocasiones, y poco confusos, porque claramente se pueden escuchar todo tipo de conversaciones. Este es el motivo por el cual la definición de ruido no considero sea la adecuada y requiere una acepción más simple: yo lo definiría como una falta de respeto hacia los demás, cualidad que vamos perdiendo año tras año y desconozco el motivo, ya que se supone que los niveles de Educación van elevándose.


Julia Bachiller

Tomando como punto de referencia esta misma Gran Vía de Majadahonda, y un corto tramo de la misma, este lugar donde resido puede ser un adecuado barómetro para medir la veracidad de las situaciones a las que a continuación me referiré y que alteran a menudo el bienestar de los vecinos. Antes de continuar hacer una aclaración: el murmullo de los transeúntes o incluso las terrazas de los bares repletas de clientes no es un mal que afecte a los vecinos. Muy al contrario, denota que Majadahonda crece en habitantes y visitantes, lo que beneficia la economía del municipio y al pequeño comercio en el cual se incluye el apreciado sector de la hostelería. El problema viene cuando no sabemos hacer un buen uso de los lugares comunes. Y voy a poner algunos ejemplos prácticos:

Terrazas como la del «As de Bastos» expanden su ubicación a su antojo, incrementando su beneficio en perjuicio de los vecinos. El bar «Latino«, situado en el centro comercial Gran Vía 33, sin nombre visible, abre sus puertas a partir de las 23:00 horas los viernes y sábados hasta las 4:00 de la mañana, haciendo uso de un acceso no adecuado, ya que se utiliza la salida de emergencia del mismo. Su elevada música puede apreciarse continuamente cuando la puerta se abre para que acceda su clientela e incluso a puerta cerrada. Imperturbables hasta su hora de cierre, la clientela que sale al exterior hace constar al vecindario su presencia, así como su estado de embriaguez, con peleas y voceríos durante las horas siguientes, hasta que consideran oportuno retirarse del lugar. Los vecinos, con las ventanas y terrazas abiertas por el calor, deben soportar así sus ratos de expansión y ocio, sus alegrías y sus penas, agravadas por el alcohol etílico que tanto las difunde a altos decibelios. Una presencia policial con sanciones disuasorias por ruido sería exigible apelando al artículo 325 del Código Penal, tras la última reforma en vigor a partir del 1 de julio de 2015: «Será castigado con las penas de prisión de 6 meses a 2 años, multa de 10 a 14 meses e inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de 1 a 2 años el que, contraviniendo las leyes u otras disposiciones de carácter general protectoras del medio ambiente, provoque o realice directa o indirectamente (…) ruidos». El citado artículo 325 del Código Penal revela que es la gravedad del riesgo producido la nota clave que permitirá establecer la frontera entre el ilícito meramente administrativo y el ilícito penal.

De menor importancia pero también evitables son los dueños de los perros, nuestras queridas y apreciadas mascotas de compañía, los cuales se dejan atados en el exterior mientras sus propietarios se introducen en algún local de la zona para trámites diversos o tomar un café, sin preocuparse lo más mínimo de que durante ese tiempo su mascota solicite su presencia con ladridos continuos. A riesgo de ser tachada con el apelativo de racista, es evidente que en los últimos años el incremento de la población de origen latino y marroquí se ha incrementado. Y es admirable comprobar como muchos de ellos se han adaptado a la ciudad sin olvidar sus orígenes y costumbres, que conviven en armonía con el resto de los vecinos. Otros, por el contrario, consideran que consumir alcohol en la vía publica y portar altavoces con música elevada debe de ser tolerado por los demás. O utilizar las calles como urinario público.

Una de las definiciones que da la RAE para la palabra respeto dice así: ”El respeto es un valor que permite que el hombre pueda reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades del prójimo y sus derechos». Es decir, el respeto es el reconocimiento del valor propio y de los derechos de los individuos y de la sociedad. Esto es aplicable también a los que realizan el llamado “botellón”, que tantas molestias causa a vecinos e incluso desperfectos al mobiliario urbano. Ya se ha experimentado su alejamiento con los denominados “Botellódromos”, lugares de esparcimiento alejados de zonas habitadas donde los usuarios se responsabilizan de los actos y actividades realizadas en su interior, pero el caso del que se creó en Granada, que multiplicó el «efecto llamada» y llegó a albergar a 20.000 jóvenes con problemas de orden público, hizo bueno el refrán español de ser peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol en la vía pública en establecimientos no autorizados (no digamos si además son menores) debería acarrear las mismas sanciones que el consumo de drogas.

En conclusión, Majadahonda es una ciudad, en mi apreciación, con mucho encanto por su ubicación y por sus vecinos. Todos queremos una Majadahonda limpia de ruidos y suciedad, que nos proporcione un confort para vivir en ella, y la responsabilidad de esto recae en gran parte sobre el comportamiento de los propios vecinos. En todo momento he evitado culpar al gobierno municipal o a las fuerzas de seguridad, ya que considero que un replanteamiento en nuestra forma de actuar en torno al ocio nocturno, el negocio de la noche y el orden público, facilitaría la labor de ambos. Pero todo lo que expongo es veraz e igualmente susceptible de tenerlo en consideración.

Majadahonda Magazin