
Ray Loriga es autor de «Héroes«, una novela que recoge la vida con «una chica rubia, amigos, viajes que le llevan lejos de lo que no quiere ver… todo está en ese cuarto, ese territorio propio en el que él está siempre solo. En el exterior, las cosas ya no son como le gustarían, no le interesa la madurez. Es una estrella que únicamente saldrá convertido en un ángel. Escrita con una prosa desnuda, aforística, y con un lenguaje cinematográfico, «Héroes» fue una novela heredera de David Bowie y de la poesía del rock and roll que se convirtió, desde su publicación en 1993, en una obra de culto para toda una generación», según destacó la crítica literaria.
«Historias del Kronen», «Ciudad Rayada» y «Mundo burbuja» de Mañas salieron a las calles y buscaron el ambiente subterráneo, y también parte de la desesperanza. «Beatriz y los cuerpos celestes» de Etxebarria exprimió un desajuste íntimo retratando excelentemente el «angst» (angustia) de una adolescencia femenina al margen de un sistema adulto caduco. Lo peor de todo, «Caídos del cielo» y «Tokio ya no nos quiere«, de Loriga, abrieron el foco e hicieron literatura norteamericana desde, también, las calles, pero unas calles por una vez romantizadas por la figura de un perdedor que se jactaba de serlo. Lo mismo podría decirse de las primeras novelas de Francisco Casavella (Barcelona, 1963) con «Un enano español se suicida en Las Vegas» y «El secreto de las fiestas» y Daniel Múgica (San Sebastián, 1967) con «Uno se vuelve loco» y «Mar Calamidad».

Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 54 años) dio nombre a la «Generación Nocilla» y Mañas a la «Generación Kronen» pero es básicamente la misma
Belén Gopegui (Madrid, 1963) también irrumpió en el panorama literario español en la década de los noventa —concretamente, en 1993— con «La escala de los mapas«, y Benjamín Prado (Madrid, 1961) se marcó con «Raro» su propio «Polaroids», de Douglas Coupland, esto es, un puñado de historias con aspecto de potentes imágenes de trasfondo inevitablemente «grunge». «Como epítome del desorden narrativo y la estructura fragmentaria, la influencia de lo norteamericano y del fin de lo analógico, y por lo tanto, la década que anticipó el siglo XXI, podría citarse el clásico instantáneo de «Nocilla Dream«. Pero ¿se ha contado lo suficiente la década de lo noventa? ¿O la dejó el cambio de siglo y de paradigma tecnológico huérfana de narradores?, se pregunta la autora sobre esta generación a la que también dio nombre el libro de Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967).






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