
«Con Ana Karenina, León Tolstói construyó una historia que es, al mismo tiempo, una exaltación del amor y un juicio despiadado sobre las consecuencias de desafiar las normas de la sociedad rusa del siglo XIX. Ahora, en este Encuentro con la Historia en Majadahonda, Ana se enfrenta a Tolstói. ¿Por qué la castigó con un destino tan cruel?»
MIGUEL SANCHIZ. (24 de julio de 2025). Encuentro entre Ana Karenina y León Tolstói. Pocas heroínas de la literatura han despertado tantas emociones como Ana Karenina. Amada, odiada, comprendida y condenada, su destino marcó a generaciones de lectores que han visto en ella tanto el símbolo de la pasión como el de la tragedia. Su creador, León Tolstói, fue un hombre de profundas contradicciones. Aristócrata, pero obsesionado con la vida sencilla. Moralista, pero fascinado por el deseo. Con Ana Karenina, construyó una historia que es, al mismo tiempo, una exaltación del amor y un juicio despiadado sobre las consecuencias de desafiar las normas de la sociedad rusa del siglo XIX. Ahora, en este Encuentro con la Historia en Majadahonda, Ana se enfrenta a Tolstói. ¿Por qué la castigó con un destino tan cruel? ¿Era su amor por Vronski un pecado que merecía el exilio y la desesperación? ¿O fue simplemente una víctima de una sociedad que nunca perdona a una mujer que ama fuera de las reglas?. Se miran en silencio. Dos almas enfrentadas por el destino de una historia que, aunque cruel, sigue conmoviendo a quienes la leen. Finalmente, Ana se aleja. Su sombra, como su recuerdo, permanece.
—Señor Tolstói, vengo a exigir una respuesta.
—Os escucho, Ana.
—¿Por qué me condenasteis?
—No os condené, os di una historia.
—Una historia de sufrimiento. Una historia de desesperación.
—Una historia de amor.
—No me habléis de amor, porque en mi amor no hubo felicidad.
—Porque el amor sin medida siempre lleva al abismo.
—¿Y quién decide cuál es la medida justa? ¿Vos? ¿La sociedad que me rechazó?
—Las consecuencias deciden.
—¿Consecuencias? ¿Fue una consecuencia natural mi muerte bajo aquel tren, o fue vuestro castigo?
—Yo no castigo a mis personajes. La vida lo hace.
—¡No os excuséis en la vida! Vos me disteis un esposo al que no podía amar, un amante que me dejó sola, un hijo al que me arrebatasteis. ¿Cómo podía sobrevivir?
—Con resignación.
—¡Con resignación! Decís eso porque sois hombre. Porque nunca os habrían despreciado, nunca os habrían condenado al exilio, nunca os habrían privado de vuestro hijo por amar a quien vuestro corazón deseaba.

«¿Era su amor por Vronski un pecado que merecía el exilio y la desesperación? ¿O fue simplemente una víctima de una sociedad que nunca perdona a una mujer que ama fuera de las reglas?»
—El mundo de los hombres también tiene sus cadenas, Ana.
—Pero nunca tan crueles como las de una mujer que se atreve a desafiarlo.
Tolstói guarda silencio. Sabe que no puede negarlo.
—Ana, ¿qué habríais querido de mí?
—Justicia.
—¿Y qué es justicia?
—No ser castigada por amar.
—Pero vos no solo amasteis, Ana. Os consumisteis en la pasión, os cegasteis, os entregasteis a un amor sin equilibrio.
—¿Y qué habría sido de mí si hubiera seguido el equilibrio? ¿Una esposa fiel pero miserable? ¿Una madre devota pero sin alma?
—Tal vez. Pero estaríais viva.
—¿Viva? No, señor Tolstói. No habría estado viva. Habría estado muerta en vida.
—Entonces, decidme, Ana, si pudierais volver atrás, ¿haríais algo diferente?
—No.
—Entonces, ¿por qué me culpáis?
—Porque no dejasteis que el amor venciera. (Tolstói suspira).
—Porque el mundo en el que vivisteis no lo permitía.
—¿Y no es deber del escritor mostrar un mundo distinto?
—Es deber del escritor mostrar el mundo como es.
Ana lo observa con una tristeza infinita.
—Entonces, mi destino estaba escrito desde el principio.
—Solo si lo veis así.
—¿Qué otra forma hay de verlo?
—Como la historia de una mujer que amó con tanta intensidad que prefirió la muerte a traicionar su corazón.
—¿Y eso es un consuelo?
—Es la razón por la que aún habláis conmigo. Porque no fuisteis un personaje cualquiera. Fuisteis un alma inmortal.
Ana baja la mirada. Sabe que no hay respuesta definitiva.
—Señor Tolstói, si yo hubiera sido hombre, ¿mi historia habría sido distinta?
—Sí.
—¿Y si vos hubierais sido mujer, me habríais tratado con más compasión?
—Tal vez.
Miguel, eres un genio en la construccion de dialogos entre autores y personajes.
Bien acertado el juicio de la pobre Anna en una sociedad que rechazaba la pasion del amor incondicional fuera de las convenciones.
Felicidades!
Gracias maestro. El diálogo es espectacular. Remueve mi sensibilidad de mujer . Cuando Ana dice:
Cómo podría sobrevivir ? La respuesta es: Con resignación.
Para mí es una palabra que no debería existir ni en el diccionario.
Soy partidaria de la Aceptación, jamás de la Resignación.
Saludos
Eres un magnífico escritor. Con qué facilidad haces un diálogo imaginario y con palabras tan apropiadas
Muy recreativo diálogo, Miguel, quien ha leído a Tolstói lo disfruta, también, desde tu estilo controvertido 👏👏👏