
Enrique Everest Cortina: Nacido con alma de entomólogo, empezó a estudiar mariposas a los 14 años. Las siguió por campos, veredas y márgenes de arroyo, libreta en mano y ojos atentos. Pero esa misma capacidad de observación la volcó también en el atletismo: fue subcampeón de España de maratón, corrió en 2 campeonatos del mundo con la selección nacional y logró una marca personal de 2 horas y 14 minutos. Años después, tras jubilarse de su vida como empleado de banca, volvió con más profundidad aún a su primer amor: las mariposas
MIGUEL SANCHIZ. Mariposas en Majadahonda (II): Conversación con Enrique Everest Cortina, guardián de las alas. Algunas personas parecen hechas de materiales distintos. Como si en su interior convivieran varias vidas en una sola: la pasión científica del naturalista, la disciplina feroz del atleta, y la sensibilidad callada del artista que ve belleza donde otros solo ven rutina. Tal es el caso de Enrique Everest Cortina, un nombre que suena a cima y que, en cierto modo, lo es. Nacido con alma de entomólogo, empezó a estudiar mariposas a los 14 años. Las siguió por campos, veredas y márgenes de arroyo, libreta en mano y ojos atentos. Pero esa misma capacidad de observación la volcó también en el atletismo: fue subcampeón de España de maratón, corrió en 2 campeonatos del mundo con la selección nacional y logró una marca personal de 2 horas y 14 minutos. Años después, tras jubilarse de su vida como empleado de banca, volvió con más profundidad aún a su primer amor: las mariposas. Hoy se dedica a la fotografía macro, una forma de «cazar» con luz, no con redes, en tiempos en los que la captura de mariposas está prohibida —y con razón—, debido al declive de las poblaciones por culpa del cambio climático y la urbanización que arrasa con las plantas nutricias de estos seres delicados. En él conviven la memoria del cazador, la ética del naturalista moderno y la mirada paciente del contemplativo. Y lo más importante: ha centrado sus estudios en Majadahonda, donde ha identificado al menos 62 especies de mariposas diurnas, algunas residentes, otras divagantes, todas parte de una sinfonía alada que vale la pena escuchar. Lo hemos entrevistado para que nos guíe por ese universo secreto, casi invisible, que vive entre los matorrales, las flores silvestres y los jardines de nuestro entorno.
¿Recuerdas la primera vez que te detuviste a observar una mariposa? ¿Qué sentiste y qué te hizo seguir observándolas hasta hoy? —Siempre las observé de muy joven desde los 14 años y me fascinaba verlas volar, entonces no las identificaba hasta que con el tiempo me hice con un libro de mariposas de España y sus distintas especies, me llamaba como es lógico las más espectaculares como la que llamábamos «la reina»( Iphiclides feisthamelii ), ya con el tiempo y el aprendizaje me fuí especializando. Según tus estudios, ¿cuántas especies se pueden encontrar hoy en Majadahonda? ¿Y cómo ha evolucionado esa presencia? —Según mis estudios, por la zona vuelan desde primavera hasta otoño unas 62 especies aproximadamente, por desgracia cada vez se ven menos lepidópteros debido al cambio climático y a las urbanizaciones que quitan espacios naturales y muchas plantas nutricias de las que se alimentan las larvas. ¿Qué podemos hacer los vecinos para ayudar a las mariposas desde nuestros jardines, balcones o parques?—Para poder protegerlas es poner en jardines más flores y algunas plantas o árboles como el almez de donde se alimenta la oruga de la escasa Libythea celtis
Has sido un gran deportista. ¿Dirías que hay alguna relación entre el fondo físico del atleta y la paciencia del naturalista? —El deporte empezó como una afición ,siempre me gustó correr porque sentía esa libertad de ir por caminos y respirar aire puro y de paso ver la naturaleza. Siempre me atrajo el estudio de plantas, aves micología, meteorología y sobre todo insectos. ¿Qué es lo que más te sigue fascinando de las mariposas después de tantos años observándolas? —Me fascina encontrar nuevas colonias sobre todo de mariposas endémicas y protegidas como la iolana iolas. Tú, que sientes curiosidad por tantos temas, ¿qué has aprendido de las mariposas que te haya servido para entender mejor la vida?—Las mariposas me han enseñado que la vida está llena de etapas, a veces estamos en momentos de cambio como cuando están en la crisálida, y parece que no pasa nada, pero en realidad estamos creciendo por dentro.
Y ASÍ CONCLUYE NUESTRO VUELO COMPARTIDO, esta doble mirada a uno de los seres más extraordinarios de nuestro entorno. Las mariposas siguen ahí, volando sobre Majadahonda, pequeñas alquimistas del aire que nos susurran que la transformación es posible. Solo hay que aprender a mirar. Y tal vez, para entender su secreto, baste con detenerse a leer —con el corazón abierto— este texto que escribí hace un tiempo, en un momento de recogimiento interior, y que ahora comparto con humildad.

«Y tal vez, para entender su secreto, baste con detenerse a leer —con el corazón abierto— este texto que escribí hace un tiempo, en un momento de recogimiento interior, y que ahora comparto con humildad.»
EL SILENCIO DE LA CRISÁLIDA (POEMA DE MIGUEL SANCHIZ)
Hubo una vez una criatura que no sabía volar.
Rasgaba con lentitud las hojas del mundo, arrastrándose por entre las sombras verdes de un
bosque que no comprendía.
Sentía el peso de la tierra, la urgencia de comer, el hambre de algo que no era solo alimento.
Vivía como tantos: en la repetición, en la espera, sin saber que algo inaudito ya latía en su interior.
Un día, sin aviso ni música, el mundo se detuvo.
La oruga se suspendió en el aire, como un suspiro retenido por el universo.
Y entonces, en un acto de fe ciega, se dejó disolver.
Dentro de esa tumba sin muerte, el cuerpo se hizo barro, la forma se hizo olvido, y todo lo conocido
desapareció.
No quedó huella de patas, ni de boca, ni de piel.
Solo una quietud espesa, un silencio de gestación profunda.
Y en ese abismo sin luz, una arquitectura secreta empezó a trazar alas en la oscuridad.
Nada se movía afuera. Todo vibraba adentro.
Y luego, un temblor.
Una grieta.
Un estremecimiento en la cápsula del destino.
Del interior de aquella crisálida —que parecía un féretro, pero era un umbral— nació otra criatura: ligera, alada, libre.
No recordaba el arrastre de su cuerpo anterior.
No deseaba más hojas.
Ahora buscaba luz.
Alzó el vuelo sin mapas, sin lecciones, sin más brújula que la urgencia del cielo.
No había aprendido a volar: volar estaba inscrito en ella desde el principio, como una promesa dormida que solo necesitaba silencio para cumplirse.
Y comprendió —sin palabras— que no había perdido nada, aunque lo había dejado todo.
Había vivido dos veces. Y la segunda, con alas.
Gracias Miguel, he leído y releído tu texto. Que belleza!!!! Y creo que hay personas mariposa con una segunda oportunidad para mover las alas con amor.
Enrique no sé si conoce Madagascar yo viví allí y hay 3000 especies de mariposas. El paraíso de cualquier entomólogo. En cuanto al Almez o Lodón es el árbol de Torrelodones que pienso también se podría plantar aquí.
Interesante entrevista. Gracias
Buenos días, no conozco Madagascar y me imagino la cantidad de mariposas que pueda haber, aquí en España vuelan solo 260 especies y algunas subespecies en diurnas por 4000 nocturnas o polillas, de momento me conformo con estudiar las peninsulares .Muchas Gracias
Has convertido en magnífico tándem a las mariposas y el poema ,tu inquietud mental y creatividad siempre están al máximo
Gracias por permitirnos conocer un poco más a nuestro querido Everest
Leí en una ocasión que hay un patrón que se repite: personas que saben que su muerte está cerca y dibujan mariposas. Seres delicados que han surgido de la aceptación y entrega, y que vuelan libres fascinandonos con su belleza. Es bellísimo que un chaval de 14 años quedara prendido en ellas y así haya continuado toda su vida, demostrando que las alas de las mariposas no están sujetas a ningún patrón de despedida, antes bien, son vida. Gracias Miguel