Eduardo Fernández @eDu_Mister dio la noticia: «Fundada oficialmente la Peña Atlética Majadahonda «Diego Godín» y se lo hizo saber al futbolista a través de sus redes sociales @godin_pena y @diegogodin. Eduardo Fernández espera «ser un punto de encuentro para todos los atléticos en Majadahonda» y es que este entrenador nacional, ex- Rayo Majadahonda, Alcorcón y Atletico de Madrid, empresario y agente inmobiliario, le ha dedicado su esfuerzo a un jugador atlético que además vive en Majadahonda y al que es frecuente ver con su deportivo por las calles majariegas. «Interesados en formar parte, contacten conmigo«, señala su iniciativa.
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Diego Godín es uno de los jugadores que está considerado como un ídolo del Atlético de Madrid. Su carrera está plagada de éxitos y fuertemente marcada por la historia personal de este jugador que estuvo a punto de morir ahogado con tan solo cuatro años. Una experiencia que marcó el carácter de este jugador de forma significativa, forjando una fuerte personalidad. Tras pasar por muchos deportes, es a los 15 años cuando decide apostar por el fútbol ya que no podía compaginar todas las actividades en las que participaba. «Elegí el césped y acerté» sostiene a día de hoy. Aunque su trayectoria comenzó en Uruguay, Godín ha brillado de forma notable en el Calderón junto al Atlético de Madrid, con el que ha afrontado algunos de sus hitos futbolísticos como la participación en las finales de Champions.
Raúl Santopietro lo escribió así: «La historia de Godín: «Surgió de la miseria y no lo olvida». De juvenil le echaron por no dar el nivel y su siguiente equipo le fichó por solo 25 euros. No jugó de defensa hasta los 17 años. Hoy es uno de los mejores del mundo. El día que estuvo a punto de morir, Diego Godín tenía apenas cuatro años. Pasaba una de tantas tardes en los bosques de Rosario, la ciudad uruguaya en que nació en 1986. Sus padres, Julio e Iris, preparaban el fuego para asar las perdices que habían cazado, y Diego y su hermana Lucía, dos años mayor, decidieron dar un paseo. El inquieto niño se acercó a unas rocas e intentó, una y otra vez, atrapar los peces que nadaban en el arroyo. Hasta que cayó al agua. La corriente se lo llevaba y Diego gritaba desesperado. No sabía nadar. Apenas daba unos manotazos por puro instinto. Su hermana corrió a por sus padres. Pero, de repente, Diego ya no gritaba y nadaba tranquilo hacia a la orilla. Nadie lo podía creer. Ni siquiera él, que años después lo recordaba así: «No sé cómo salí. Con botas, cazadora, pantalón, corriente… Yo sólo recuerdo la situación y que salí».
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