
El principio de temporada fue muy positivo. El Rayo Majadahonda llegó a colocarse líder. Era la envidia de todos por su fortaleza y buen juego tanto en ataque como en defensa. Sin embargo, poco a poco se fue desinflando y las miradas apuntaron rápidamente al banquillo: “Llegó un momento en el que me costaba levantar anímicamente a los jugadores, pero siempre he luchado por revertir la situación. El Consejo de Administración pensaba que era bueno hacer un cambio y yo siempre he querido lo mejor para el club. Entendí su inquietud. Teníamos una crisis importante de resultados, pero nunca me he marchado de un equipo porque las cosas vayan mal. Mi conciencia está muy tranquila. Busqué todas las soluciones posibles para encontrar el camino adecuado. Yo no soy ni más ni menos importante que nadie. Las derrotas se acumulaban y es normal que el club buscara romper la tendencia negativa”. Respecto a su futuro, tiene las ideas muy claras: “Vivo el día a día. Ahora mismo no tengo expectativas en el fútbol. No espero llamadas. Mi puerta está cerrada, pero no sellada. La puedo abrir cuando yo estime oportuno. He dejado de entrenar, pero no sé lo que pasará mañana”. En tono frívolo y simpático, asegura que “quizá haya un equipo con playa al que me apetezca entrenar y me voy para allá… y si es una playa bonita mucho mejor”. Y reconoce que el Rayo Majadahonda es muy especial para él: “Es mi casa. Siempre he trabajado con honestidad y mucho cariño al club. Hay que asimilar las cosas cuando no marchan como uno quiere. El fútbol es muy cambiante. Evoluciona continuamente. Seguiré con mucho interés lo que haga el equipo en los próximos partidos. Ojalá se cumplan los objetivos. Estoy muy agradecido a la afición. Noto su cariño. No sigo demasiado las redes sociales, pero mi entorno me hace llegar mensajes muy emotivos. El afecto es mutuo. La afición es exigente. Se ha acostumbrado a los ascensos y eso es bueno porque aspiras a estar entre los mejores”.
Antonio Iriondo nació en Moscú, el 3 de noviembre de 1953, de padres refugiados españoles durante la Guerra Civil. Sólo estuvo 3 años en el extranjero, pero desde entonces todos le conocen como «el ruso”. Un apelativo cariñoso que le persigue desde que debutó en Tercera División como futbolista con 19 años en el Moscardó. A sus 67 años ha dirigido además al Móstoles, Carabanchel, Villaviciosa de Odón, Amorós, Manchego, Atlético Pinto, Rayo Vallecano, San Sebastián de los Reyes, Toledo y San Fernando, además de una doble aventura muy enriquecedora como entrenador del Jamshedpur FC, en la liga india, y en la liga universitaria de Japón. En 2002 llegó a ser el primer entrenador del Rayo Vallecano por la destitución de Gustavo Benítez. Y recuerda con mucho carriño su paso por todos los clubes que han marcado su vida. El fútbol necesita a Iriondo. Por eso, “míster”, ojalá que la despedida de los banquillos sea simplemente un “hasta luego”. Las playas de España ya aguardan impacientes al mejor “inquilino”.





