
Los niños no suelen ser conscientes de que ven mal, por tanto son fundamentales las revisiones: A partir de los tres años hay que prestar especial atención a síntomas como la visión borrosa, desviación de uno o ambos ojos y problemas de rendimiento escolar. Y hacer revisiones periódicas anuales para asegurarse del buen desarrollo del sistema visual. La retina, y más concretamente la retina central, está poco desarrollada en el recién nacido y con los estímulos visuales evoluciona hasta la madurez visual que se alcanza en torno a los 4 años. Por tanto es necesario que el proceso culmine adecuadamente para asegurar una buena visión.

Cuando un niño ve mal, al no ser consciente, no se queja: Las pistas que tienen los padres para sospechar que su hijo tiene problemas visuales son de diversa índole: se salta las palabras o renglones al leer, sigue la lectura con el dedo, guiña los ojos cuando se fija en algo, se tapa un ojo o cierra un ojo para leer, le duele la cabeza, se enrojecen los ojos después de hacer una tarea de cerca… Hay problemas de aprendizaje y niños con hiperactividad que en algunas ocasiones llevan apareados problemas visuales no detectados. La mala ortografía, baja velocidad lectora, dificultad para interpretar lo leído, así como las dificultades para copiar y memorizar textos, se deben a problemas de percepción. Los problemas de percepción se dan tanto en niños como en adultos. En el caso de los niños, tratarlo con terapia temprana asegura una consolidación de habilidades. Y es que una buena salud visual es muy importante para que los niños se desarrollen correctamente, sobre todo a nivel escolar y de relación.




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