MANU RAMOS. «Los primeros fallecimientos se produjeron en la persona de Fernando Martín Acera, muerto a los 92 años en Majadahonda (Madrid), ordenado en Salamanca y rector del Seminario de Valladolid entre los años 68 y 76″. La noticia, procedente de los periódicos de Castilla-León, da cuenta de esta pérdida, pero ¿quién era Fernando Martín Acera que ha fallecido en la más absoluta discreción en Majadahonda? Según Beatriz Antón, un verdadero genio: con motivo de su jubilación contó cómo a comienzos del curso 98/99, tras casi treinta años de docencia en la Universidad de Valladolid, este veterano profesor del Departamento de Filología Latina fue homenajeado por sus amigos y compañeros celebrando una sesión de conferencias, entrañable y emotiva, en la que cada uno (incluidos los más jóvenes) habló en honor y agradecimiento del que fue maestro ejemplar, tanto en el aspecto académico como en el humano.
BEATRIZ ANTÓN. Martín Acera nació el 12 de octubre de 1927 en Villanueva del Conde (Salamanca) y en la Universidad Pontificia estudió Filosofía Escolástica realizando un trabajo de investigación sobre «El dolor y la providencia». Los estudios de Sagrada Teología iniciados en Roma, en la Universidad Gregoriana, concluyen en la Universidad Pontificia de Salamanca, con un trabajo de investigación, titulado «La metáfrasis al Eclesiastés de San Gregorio Taumaturgo», con estudio del autor, la obra, y traducción directa del original griego. El 10 de julio de 1955 fue ordenado sacerdote. En 1959 publicó en la Revista Seminarios un articulo de tipo pedagódico: «Formación para la libertad. Madurez intelectual, emocional y ética», destinado especialmente a universitarios y postgraduados.
Cursa Filosofía y Letras, Sección de Clásicas, en la Universidad Civil de Salamanca y en la editorial «Sígueme» ve la luz su «Iniciación espiritual a San Juan, traducida del original francés, ejerciendo de profesor de latín y griego en colegios de Salamanca y de Valladolid. Sus «Notas críticas a la obra histórica latino-castellana del P. Mariana (Estudio Bibliográfico)», sobre el jesuita Juan de Mariana realiza su Tesis Doctoral, titulada «La obra histórica latina de Juan de Mariana. Fuentes clásicas y estudio de lengua». También «El uso de las preposiciones latinas en tres escritores hispanos del siglo XVI«, Jerónimo Osorio, Juan de Mariana y Francisco Suárez, es obra suya, antes de orientar su línea investigadora hacia la poesía hispano-latina del Renacimiento. Autor de dos trabajos sobre autores nacidos en la Hispania romana: el primero, «Literatura y cultura escrita», trata de los rectores, declamadores y escritores hispanos en la Roma de los siglos I a.C. y I p.C.; el segundo, «Los escritores cristianos de la Hispania romana«, se centra en la época de la Crisis y del Bajo Imperio. Lugar de honor ocupa su edición de «Los nueve libros de hechos y dichos memorables de Valerio Máximo«, con introducción, notas e indices (Madrid, Akal, 1988). Su calidad es tal, que dicha editorial consideró conveniente presentar la obra al Premio Nacional de Traducción.
En el apretado lienzo de la vida solo hemos recalado los momentos mas reseñables y los frutos más granados, moldeando nuestro estilo a su figura anímica sencilla y serena. Sus investigaciones, plasmadas en obras tangibles, son consultadas por especialistas en diversas materias y no necesitan adornos ni artificios que realcen su rigor científico y esmerada ejecución. Su vocación pedagógica ha quedado demostrada en trabajos de tipo teórico y en el aula a lo largo de tantos años. Buen profesor (a todos los niveles, y mas aún el universitario) en el que no solo poseía vastos conocimientos, sino el que de verdad quiere y es capaz de transmitirlos con la máxima claridad. De ahí que haya compartido tan generosamente, y sin excepción, su inmenso caudal de sabiduría con todos sus alumnos, que siempre recordaremos al maestro recto y exigente, nunca severo ni autoritario, que impartía sus clases aprovechando el tiempo al máximo y atento a no dejar el mas mínimo resquicio a la duda o la ambigüedad. En ningún momento bajó la guardia, ni siquiera en esos años previos a la jubilación, en que su salud fue más delicada.
Su carácter amable, su espíritu, su cultura y erudición, su constancia y su sentido del deber resaltan todavía más por cuanto, enemigo de la ostentación y la vanidad, vivió siempre con mesura y comedimiento. Como corolario de esta aquilatada semblanza (no ha hecho falta magnificar los hechos ni idealizar al hombre), en lugar de acudir a rebuscadas citas ajenas o a expresiones ampulosas, poco acordes con la
personalidad del profesor Martín Acera, transcribimos los versos iniciales de aquel poema que, en 1981, dedicó a «Los jóvenes profesores», el mismo que el día de su despedida, recitó con voz trémula de emoción:
Vosotros, los más jóvenes,
sois hijos del tiempo
a pechos de los clásicos criados,
los que seguís la senda
que os dejamos,
y que otros
a nosotros
nos dejaron.
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D.e.p.