
En este Encuentro Literario con motivo de la Feria del Libro de Majadahonda 2025, Gatsby dialoga con Fitzgerald. ¿Por qué lo hizo construir un imperio solo para verlo derrumbarse? ¿Era Daisy su amor verdadero o solo una ilusión? ¿Fue el sueño americano una mentira desde el principio? ¿O fue Gatsby simplemente un hombre que apostó todo en una partida que estaba perdida de antemano?
MIGUEL SANCHIZ. (Majadahonda, 5 de octubre de 2025). Encuentro Literario entre Jay Gatsby y F. Scott Fitzgerald a propósito de «El Gran Gatsby». Pocos personajes en la literatura han encarnado la esencia del sueño americano y su inevitable desmoronamiento como Jay Gatsby. Nacido James Gatz, un joven de orígenes humildes, Gatsby reinventó su vida a través de la ambición, el dinero y la obsesión por el amor de Daisy Buchanan, la mujer que representaba todo lo que deseaba ser. Su historia es la de un hombre que lo tuvo todo y, sin embargo, terminó con nada. Su creador, F. Scott Fitzgerald, vivió su propia tragedia: conoció la fama y el éxito temprano, pero también el fracaso, la ruina y la desesperación. Su amor por Zelda Sayre, tan intenso y destructivo como el de Gatsby por Daisy, marcó su vida y su literatura. En El gran Gatsby, Fitzgerald retrató un mundo de lujo efímero, de promesas incumplidas y de esperanzas que terminan flotando muertas en una piscina. Ahora, en este Encuentro Literario con motivo de la Feria del Libro de Majadahonda 2025, Gatsby dialoga con Fitzgerald. ¿Por qué lo hizo construir un imperio solo para verlo derrumbarse? ¿Era Daisy su amor verdadero o solo una ilusión? ¿Fue el sueño americano una mentira desde el principio? ¿O fue Gatsby simplemente un hombre que apostó todo en una partida que estaba perdida de antemano?
—Señor Fitzgerald.
—Gatsby.
—Me alegra ver que al menos me recordáis.
—¿Cómo podría olvidaros?
—Permitidme entonces preguntaros algo que ha ardido en mi pecho desde aquel último instante en mi piscina.
—Os escucho.
—¿Por qué lo hicisteis?
—¿Hacer qué?
—¿Por qué me disteis todo solo para quitármelo?
—Porque eso era inevitable.
—No lo era. Me disteis riqueza, poder, el respeto de la alta sociedad. Creasteis mi mito, mi palacio, mis fiestas. ¿Para qué?
—Para mostrar que, en el fondo, nada de eso tenía valor.
—¡Para Daisy sí lo tenía!
—¿Lo creéis de verdad?
Gatsby titubea.
—Daisy… Daisy me amó.
—Os amó en su manera egoísta, sí. Pero nunca iba a dejar su mundo por vos.
—Si le hubiera dado más tiempo…
—El tiempo nunca fue vuestro aliado.
—Pero la esperé. Toda mi vida la esperé.
—Y ese fue vuestro error.
—¿Cómo puede ser un error amar con todo el corazón?
—Cuando ese amor es hacia alguien que no lo merece.
—¿Entonces, qué debía haber hecho? ¿Rendirme? ¿Olvidarla? ¿Ser otro Tom Buchanan?
—Debíais haber comprendido que Daisy era solo un reflejo de lo que realmente deseabais.
—¡No! Ella era mi futuro, mi razón de ser.
—Ella era un sueño. Un sueño que murió el día que cruzasteis la bahía y la visteis con otro hombre.
—No. Vos me hicisteis soñar. Y luego me despertasteis con una bala.
—Porque el sueño estaba podrido desde el principio.
Gatsby cierra los ojos, intentando contener la furia que se agita en su pecho.
—Entonces, ¿nunca tuve una oportunidad real?
—No, Gatsby.
—¿Ni siquiera si hubiese nacido en otro tiempo?
—El sueño americano es el mismo en cualquier época. Promete todo y entrega poco.
—¿Pero vos creíais en él cuando me escribisteis?
—Creí en la posibilidad de que alguien como vos pudiera ganarlo. Pero también supe que, al final, no seríais bienvenido en la casa de los verdaderos privilegiados.
—Daisy era mi pase a ese mundo.
—Daisy era vuestro boleto de ida a la desesperación.
—No puedo aceptar que todo fue en vano.
—No lo fue. Vuestra historia sigue viva.
—¿Para qué? ¿Para que otros hombres sueñen con lo que no pueden tener?
—Para que otros hombres comprendan que hay sueños que no deben perseguirse.
—Yo nunca quise riquezas por sí solas. Solo la quise a ella.
—Y ella nunca os quiso lo suficiente.
Gatsby se estremece.
—Entonces, ¿fui el único que realmente creyó?
—Fuisteis el único que creyó hasta el final.
—¿Eso me hace estúpido o me hace grande?
—Os hace trágico.
Silencio. Gatsby mira al horizonte, la mirada perdida en el reflejo de una luz verde que solo él puede ver.
—Si pudierais cambiar algo de mi historia, ¿lo haríais?
—No.
—¿Por qué?
—Porque el mundo necesita saber que los Gatsby siempre terminan solos.
Gatsby asiente lentamente.
—Entonces, Fitzgerald, si tuviera que vivir de nuevo, ¿me daríais otra oportunidad?
—No, Jay. Porque, incluso si os diera otra vida, volveríais a cruzar la bahía.
Gatsby sonríe con amargura.
—Supongo que siempre fui un hombre que miró demasiado al pasado.
—Y por eso nunca pudisteis avanzar.
—Daisy nunca miró atrás, ¿verdad?
—Nunca.
—Entonces, ¿qué sentido tuvo todo?
—El sentido de una historia que nunca muere.
Gatsby baja la mirada.
—Quizás, al final, es lo único que realmente importa.
Fitzgerald asiente. Gatsby se aleja, no hacia el pasado esta vez, sino hacia algún lugar donde quizás, solo quizás, pueda encontrar algo que el sueño americano nunca pudo darle.
Como siempre excelente. Que buen diálogo entre los dos. No se Gatbsy pero Fitgerald seguro pensaba así como refleja en su obra.
Como casi siempre (corrijo, siempre) nuestro periodista de cabecera nos introduce en un diálogo que mantienen autor y personaje donde nos invita a reflexionar acerca de lo frágil y pasajero que es el poder del dinero, cuyo derrumbe muchas veces es consecuencia de amores no correspondidos.
No pares, sigue ilutrándonos con entrevistas imposibles, al tiempo que nos haces soñar.
Gran lección Miguel. El hombre solo es grande cuando cree en sí mismo y no en el reflejo que le proyectan los demas
Como casi siempre (corrijo, siempre) nuestro periodista de cabecera nos introduce en un diálogo que mantienen autor y personaje donde nos invita a reflexionar acerca de lo frágil y pasajero que es el poder del dinero, cuyo derrumbe muchas veces es consecuencia de amores no correspondidos.
No pares, sigue ilutrándonos con entrevistas imposibles, al tiempo que nos haces soñar.