

Córdoba, 1918 (20 años de la «incivil guerra»: la abuela de Fernando Arrabal, Concepción Ruiz, con sus tres hijos: el pequeño, sentado, Ángel, su padre, Fernando, en el medio, y su tío, Rafael, a su izquierda.
FERNANDO ARRABAL. Tanya Pixoto me recordó en su día «la rose the fest of the annunciation» en el momento (con casi 88 años) en que vi por primera vez que mi desconocida abuela Concepción Ruiz firma y escribe con una letra tan preciosa como precisa. Lo supe aquel día de marzo gracias a Marina Llobera de Alternativa per Pollença. ¡Con qué arte se dirige mi abuela-Coraje por instancia al carcelero-jefe y verdugo de su hijo Rafael! ¿hubiera sido delito dirigirse a él con una simple carta? Mi abuela madre-Coraje ¿cómo hizo para recorrer el trayecto Córdoba/Palma de Mallorca en plena incivil guerra? ¿llegó por fin a besar a su hijo en el pasillo de la muerte dos meses antes de su fusilamiento, el día de San Rafael, en el Fortín de Illetres de Palma de Mallorca?¿Pudo igualmente hacer el recorrido Córdoba/Ceuta para besar a su hijo Fernando, mi padre, durante el año que pasó en el pasillo de la muerte? ¿Pudo igualmente hacer el recorrido Córdoba/Barcelona para besar a su hijo Ángel durante el año que pasó en el pasillo de la muerte?. Haciendo de tripas corazón tuvo que decir a los vencedores y verdugos de sus tres hijos que tenía el dolor de haber perdido los otros dos hijos que le quedaban a manos de la furia roja. Haciendo de tripas corazón tuvo que llamar al matarife de su hijo «Excelencia». Y con el más rendido respeto y consideración, haciendo de tripas corazón, tuvo que decir que por azares de la vida su hijo había tenido la desgracia de verse privado de la libertad. Haciendo de tripas corazón tuvo que referirse al bondadoso corazón del sayón de su hijo y pedir que «su vida guarde Dios muchos años para bien de nuestra querida España». Haciendo de tripas corazón tuvo que llamar «año triunfal» a aquel año que vio todas sus penas de madre acumuladas.

A menudo me ilusioné imaginando
que se me hacía pagar en torno mío
la lealtad y el proceder ¿único?
de aquellos tres arra-beaux
(¿cómo intuyó André Breton?);
aquellos hermanos fieles
a sus vocaciones y promesas;
Me quedaba por descubrir
a casi mis 88 años
a la heroína silente y acallada
de aquel vendaval de gritos;
con la indómita mujer
ausente de todas las crónicas
y tan presente
en su humilde gesta de guerra:
la hazaña de su arrojo

La entrada «Rafael Arrabal» que se encuentra en el «Diccionari Vermell» con información sobre su tío

Una foto en la que sale su tío Rafael con corbata (era el entrenador de futbol de la Juventud Pollencina)

Una nota de pie de página de un libro sobre la Guerra Civil en Pollença que reproduce una anécdota sobre su tío explicada por un compañero suyo de reclusión




