FERNANDO PAJARES. «Un recuerdo de Rubalcaba desde la calle Argentina de Majadahonda: «Qué pena, vecino querido, no verte ya andar hacia el parque…» se titula el emotivo artículo del reconocido periodista Fernando Pajares en «El Imparcial» del no menos célebre Luis María Ansón: «Era siempre tan bonito verte andar hacia el parque casi todas las tardes, vecino querido, compañero del alma, compañero. Es lo que tiene vivir en la misma calle. Yo volvía de trabajar y tú ya estabas caminando, a paso ligero y con tus cascos puestos, casi siempre hablando con alguien. «Espera un segundo, que voy a saludar a un amigo», decías al cruzarte conmigo para darnos un abrazo que yo siempre quise rápido para no interrumpir tu conversación, para dejarte seguir tu camino. En este testimonio -personal, doloroso-, quiero recordarte que siempre te felicité cuando ganaba el Madrid, tu Madrid del alma, incluso cuando jugaba contra mi Atleti. En cambio a ti -ay, esa altivez merengue-, lo único que se te escapó un día de victoria colchonera fue algo así como «¡mira que perder contra esos desarrapados!».


Fernando Pajares

«Qué cariño te he tenido siempre, Alfredo. No ya por la simpatía ideológica que unía, y sigue uniendo, a la «vieja guardia» del PSOE. No: yo quería al hombre que era, en el sentido machadiano de la palabra, bueno. Sé que no te habría gustado leer hoy titulares donde casi se te atribuye la derrota de ETA. Lo sé porque siempre te oí decir que aquello fue una larga victoria de los luchadores por la democracia. También sé que el movimiento 15-M en Madrid, una protesta tan difícil de manejar, te pilló unos meses siendo ministro del Interior. No recuerdo que se rompiera un escaparate en la Puerta del Sol».

Rubalcaba votaba en Majadahonda

«¿Y qué hubiera pasado en Cataluña de haber estado tú al frente de esa misma cartera el 1 de octubre de 2017? ¿Habrías mandado cargar a las fuerzas de seguridad? Y si lo hubieras hecho, ¿habrías echado la culpa a tus mandos policiales durante el juicio del Supremo, aún en curso? Siempre fuiste un tipo de otra pasta. Lo que se llama un hombre de Estado. Con una muñeca y una cintura que entonces, como ahora, habrán de reconocerte tus adversarios. Pocos a tu altura. Muy pocos. Más: ¿alguien tan discreto como tú para intervenir en el impecable proceso (se dice pronto) de la abdicación del rey Juan Carlos I?

Termino volviendo a nuestra calle Argentina, en Majadahonda, Madrid. Un día de noviembre de 2015 nos detuvimos un ratito para comentar que acababa de morir mi colega y amigo Carlos Humanes, a quien tú trataste. Se te ocurrió preguntarme si me acordaba de la película «Barry Lyndon» (Stanley Kubrick, 1975). Y te contesté: «Claro. ¿Por?». «Pues acuérdate de cómo la infantería inglesa, a redoble de tambor, marchaba a campo abierto mientras el enemigo disparaba sin piedad. Cada vez que mataban a un soldado, el de su derecha y el de su izquierda se juntaban, cerrando la fila, para cubrir el hueco que dejaba el caído…». – ¿Y? «Es lo que pasa con nuestra generación. Iremos cayendo uno tras otro pero siempre habrá alguien que ocupe nuestro sitio«. Lea el artículo completo.

 

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