
La hija de Luis Aragonés, María José habló de su padre, fundamental a la hora de los fichajes hace ahora 50 años, en el verano de 1975. Pereira quiso tener presente al otro mito, Luis Aragonés, «uno de los mejores entrenadores de mi vida y una gran persona». Bromeó el internacional paulista con el fichaje llevado a cabo por Aragonés. «Nos fichó por contraste», explicó entre las risas del público, ya que Leiva es rubio y él negro.
AGENCIA EFE (Majadahonda, 1 de diciembre de 2025). La Unión Internacional de Peñas del Atlético de Madrid homenajeó este domingo 30 de noviembre en Majadahonda (Madrid) a dos leyendas rojiblancas, los brasileños Luiz Pereira y Joao Leiva, conocido como Leivinha. Al acto asistieron también ex jugadores de distintas generaciones como Adelardo, Rodri, Rubio, Solozábal, Bermejo, Pedraza u Orozco, entre otros, ex directivos del club y la hija de Luis Aragonés, María José. Su padre fue fundamental a la hora de los fichajes hace ahora 50 años, en el verano de 1975. Pereira, que señaló que tuvo la suerte de ganar 6 trofeos Ramón de Carranza cuando éste tenía un gran prestigio, recordó que su primera visita a España fue a Cádiz en 1969. Y quiso tener presente a otro mito, Luis Aragonés, «uno de los mejores entrenadores de mi vida y una gran persona». Bromeó el internacional paulista con el fichaje llevado a cabo por Aragonés. «Nos fichó por contraste», explicó entre las risas del público, ya que Leiva es rubio y él negro. Relató cómo le miraba el mítico entrenador y seleccionador nacional desde el banquillo cuando él, un defensa, intentaba pasar del centro el campo. «Le miraba, me miraba y me iba para atrás», reveló. «Pasamos unos años preciosos», rememoró el brasileño, que puso de relieve anécdotas como la de cuando acabó en la estación ferroviaria de Irún, junto a Joao, porque al delegado de equipo, Carlos Peña, se le había olvidado despertarlos en un tren coche cama camino de un partido. «Eso, sí, con traje y corbata», ironizó. Por su parte, Leiva no pudo viajar a Madrid desde Brasil, donde reside.

Ambos representan, junto a otros jugadores, parte de una década gloriosa, la de los setenta. Internacionales los dos, llegaron a España procedentes del Palmeiras de Brasil y fueron fichados por el Atleti tras ganar un Trofeo Ramón de Carranza al Real Madrid
ROBERTO SOLOZÁBAL, QUE FUERA CAPITÁN DEL ATLETI EN LOS NOVENTA Y EN EL DOBLETE DE 1996, además de campeón olímpico en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 con la selección española, destacó «lo buena persona» que es Pereira. Y Eduardo Fernández, presidente de la Unión Internacional de Peñas del Atlético, dijo que «ambos son dos leyendas con mayúsculas». Joao y Luiz, afincado en Madrid desde hace años y habitual en el palco en los partidos del Metropolitano, son dos imágenes icónicas en más de un siglo de historia rojiblanca, 122 años en concreto, y representan, junto a otros jugadores, parte de una década gloriosa, la de los setenta. Internacionales los dos, llegaron a España procedentes del Palmeiras de Brasil y fueron fichados por el Atleti tras ganar un Trofeo Ramón de Carranza al Real Madrid. Seguramente, además de su calidad, el triunfo ante el rival blanco allanó el camino de los americanos para llegar al Vicente Calderón. Luiz, aparte de por su gran calidad y frialdad a la hora de sacar el balón jugado desde la defensa –lo hacía riéndose en muchas ocasiones– y de poner a Luis Aragonés, muy nervioso, figura entre los iconos rojiblancos por un collar verde de bolitas que llevaba en el cuello cuando jugaba o por cambiar sus pantalones con un jugador del Nantes tras un partido de la entonces Copa de Europa en el Vicente Calderón.

Joao y Luiz, afincado en Madrid desde hace años y habitual en el palco en los partidos del Metropolitano, son dos imágenes icónicas en más de un siglo de historia rojiblanca, 122 años en concreto
PEREIRA, NACIDO EN BAHÍA DE JUAZEIRO, EN EL ESTADO DE BAHÍA, EL 21 DE JUNIO DE 1949, sumó con los colchoneros la Copa del Rey de 1976 y la Liga de 1976-77. Vistió de rojiblanco en 143 encuentros oficiales, en los que marcó 14 goles. Luiz es el defensa que más tantos ha marcado con la camiseta verde del Palmeiras. Joao, por su parte, fue un delantero de extraordinaria calidad e inventor de un regate que le hizo famoso: la «bicicleta». «Pasaba el pie derecho por la pelota y después salía por la izquierda. En España no lo conocían mucho, pero luego se convirtió en una cosa más común y la defensa sabía por dónde iba. Intenté hacerla por otro lado, pero no lo conseguía. Parece que es un don natural que la persona tiene y no sirve querer cambiarlo», recordaba en 2016 en una entrevista con la Agencia EFE en Brasil. El brasileño, que también destacó por su excelso remate de cabeza, una cualidad que, según dijo, le daba más potencia a su juego, entró por la puerta grande del Vicente Calderón al marcar tres tantos a la UD Salamanca en la que el portero era el argentino Jorge D´Alessandro, quien posteriormente entrenaría al Atleti. Leiva, nacido el 11 de septiembre de 1949 en Sao Paulo, estuvo desde 1975 a 1979 en el Atlético de Madrid, casi los mismos que su compatriota y compañero de homenaje de este domingo.
ATLETIMEDIA (Manu López). La Unión de Peñas del Atlético de Madrid homenajea a Luiz Pereira y Leivinha.Cincuenta años después de su llegada a España, el Atlético de Madrid volvió a latir en verde y oro. En Majadahonda, la Unión Internacional de Peñas rindió un homenaje inolvidable a dos símbolos eternos del club, Luiz Pereira y Leivinha, pioneros brasileños que transformaron la identidad rojiblanca con fútbol, carisma y una magia que aún hoy resiste al tiempo. Cuando en 1975 aterrizaron en la capital, Brasil era sinónimo de magia, de arte, de alegría en la pelota. Pero Pereira y Leivinha no sólo trajeron talento —trajeron postura, identidad, carácter, valentía. Trajeron un océano dentro del pecho. Su fichaje fue definido entonces como un auténtico pelotazo, un terremoto en una Liga que todavía miraba de reojo a Sudamérica. Llegaban de Palmeiras, campeones, respetados, victoriosos tras conquistar el Trofeo Ramón de Carranza en Cádiz nada menos que ante el Real Madrid; quizá por eso pronto amaron el rojiblanco y lo sintieron como familia.
LUIZ EDMUNDO PEREIRA ES UNO DE ESOS HOMBRES QUE EL FÚTBOL FABRICA UNA VEZ POR GENERACIÓN. Elegante en la salida, contundente cuando tocaba, rebelde en el dribleo y, sobre todo, fiador del juego limpio y valiente al que el Vicente Calderón aprendió a rezar en silencio: 143 partidos oficiales, 14 goles, una Copa del Rey (1976) y una Liga (1976-77). Pero sus títulos son la cifra menor. Hay imágenes suyas que no caben en una estadística: su manera irreverente de sacar el balón jugado mientras sonreía, el collar verde de pequeñas cuentas que se convirtió en sello de identidad, aquel intercambio de pantalones tras un duelo europeo ante el Nantes, y un Luis Aragonés nervioso, desesperado, pero rendido ante el talento imposible del brasileño. Anoche, Luiz volvió a posar con el aplomo intacto, pero con los ojos sinceros, vulnerables, emocionados. Recordó a su amigo, su socio, su hermano Leivinha, ausente por problemas de salud. Rompió en lágrimas. Lloró de vida. Lloró de gratitud. «La vida es corta y hay que aprovecharla. Luis Aragonés fue único, un maestro. No quedan entrenadores como él», comentó visiblemente emocionado. El auditorio calló. Y después aplaudió como se aplaude a los inmortales.

Al acto asistieron también ex jugadores de distintas generaciones como Adelardo, Rodri, Rubio, Solozábal, Bermejo, Pedraza u Orozco, entre otros, ex directivos del club y la hija de Luis Aragonés, María José.
HABLAR DE JOÃO LEIVA CAMPOS FILHO ES HABLAR DE UNA JUGADA QUE CAMBIÓ EL FÚTBOL: LA BICICLETA. Ese gesto casi infantil, poético, inentendible para los defensas españoles de los 70, que no sabían si era magia, trampa o milagro. Lo hacía con superioridad absoluta: pie derecho por encima del balón, engaño mortal, salida por izquierda. Un regate que no existía, hasta que él lo inventó. En 2016, en Brasil, admitió que intentó modificarlo sin éxito: «Parece que es un don natural. No sirve querer cambiarlo». El talento nunca negocia consigo mismo. Se presentó en el Calderón con un hat-trick ante la UD Salamanca. Portero rival: Jorge D’Alessandro. Años después entrenador del mismo Atleti. Pura circularidad. Pura mística rojiblanca. Su juego aéreo fue arte mayor. Cabeceaba con potencia, con malicia, con determinación estética. Era delantero y era acróbata. Era gol antes del disparo. El homenaje de Majadahonda fue más que un acto: fue un retorno al origen. La Asociación de Leyendas del Atlético de Madrid, con Roberto Solozabal como maestro de ceremonia, entregó a Luiz Pereira un cuadro conmemorativo. A continuación, la Unión Internacional de Peñas dio el golpe emocional definitivo: ambos jugadores fueron nombrados socios de honor del club, por sorpresa, ante una ovación que todavía debe estar temblando en las paredes del auditorio.
LA NOCHE TUVO TAMBIÉN VOZ FAMILIAR. ANA SILVIA, COMPAÑERA DE VIDA DE LUIZ, Y MARCELLA, SU HIJA, SUBIERON AL ESCENARIO. Contaron anécdotas, rieron, hicieron reír. Humanizaron al mito sin opacarlo. Recordaron que detrás del defensa temerario hay un hombre tranquilo, generoso, luminoso. Y eso –esa luz– la conozco bien. Porque he tenido la enorme fortuna, el privilegio deportivo y humano, de mantener desde hace años una relación de amistad con Luiz Pereira. Su calma, su paz, su bondad son equiparables únicamente a su fútbol. Ese collar verde todavía reluce, pero hoy ya no representa moda ni rebeldía: representa legado. Dice que nadie muere mientras alguien lo recuerde. Anoche comprobamos que Pereira y Leivinha están más vivos que nunca. No estaban homenajeando a dos veteranos. Estábamos honrando a dos cimientos. Al origen de un estilo, al amanecer de una identidad que hoy inspira a niñas que rompen defensas, a futbolistas que aprenden a regatear con bicicleta propia, a centrales que salen con sonrisa y balón jugado incluso cuando la vida aprieta. El Atleti femenino, el masculino, la cantera, los veteranos, todos beben de aquella revolución brasileña. Fueron solo cuatro años, sí. Pero cuatro años que duraron para siempre. Majadahonda guardará para siempre la noche del retorno espiritual de Pereira y Leivinha. Nosotros también. Cincuenta años después, siguen sonando las palmas del Carranza. Cincuenta años después, todavía rueda la bicicleta. Cincuenta años después, sigue sonriendo la defensa. Y el Atlético —mi Atleti, tu Atleti, nuestro Atleti— aún juega con ellos.







¡Aúpa Atleti!