GREGORIO Mª CALLEJO*. Queridos majariegos y majariegas: Esta vez no os hablo de Música, ni de Historia, ni de Derecho Penal, ni siquiera os hablo propiamente de Fútbol. Este artículo no es realmente un artículo: es una llamada, es una convocatoria, es un grito que tiene un poco de imperativo (que sé que no tengo derecho a formular), un tanto más de súplica y algo de una suerte de auto examen. Majariegos, majariegas: quiero que vayamos todos el domingo 27 de mayo a ver a nuestro querido Rayo. Quiero que llenemos el Cerro del Espino. Quiero que así lo hagamos aunque volviéramos goleados de Cartagena. Quiero que los majariegos y majariegas de toda la vida, si no habéis pisado jamás el Cerro no dejéis de ir por fin, y además que sea al partido más importante del equipo de vuestra vida. Quiero que los que vais siempre, cada domingo, volváis a hacerlo, quiero que los nuevos convecinos, aunque sólo sea por curiosidad, vengáis a ver a ese equipo del que a lo mejor habéis oído que juega maravillosamente al fútbol, y que está aquí, en vuestra ciudad.


Quiero que los nuevos os deis el gustazo de ver al Rayo. Porque, ¿sabéis?, tenemos un equipo en el que hay un chico gaditano que no pierde un balón y que da unos pases que parece Iniesta. Tenemos un equipo con dos delanteros, uno segoviano y otro peruano que son rapidísimos y hábiles, y que se los quieren llevar clubs de primer nivel. Tenemos a Pichín, a Ayoub, a Vicente… y muchos más futbolistas a los que tenéis que ver jugar, tenemos un equipo que juega el mejor fútbol de la Segunda B. Y tenéis que saber también que a este equipo lo dirige un señor que es simplemente entrenador de fútbol. No busquéis en él trajes caros, términos pedantes en las ruedas de prensa, caras de estratega profundo cuando hace un cambio, ni un aire de catedrático de no se sabe bien qué materia. Sólo es un señor que sabe mucho de fútbol y que saca cada domingo lo mejor de sus jugadores. ¡Daos el gustazo de verlos!, Daos el gustazo de ver al equipo de vuestra ciudad.

Porque sí, porque es cierto que aunque apenas nos diéramos cuenta, el Rayo siempre ha estado aquí. El Rayo siempre ha sido un elemento configurador de nuestra ciudad incluso desde que no era ciudad sino tan sólo un pueblecito que empezaba a olvidar la tragedia de la destrucción de la Guerra Civil. El Rayo ha sido una cosa más que estaba indefectiblemente en nuestras vidas, que nos ha acompañado a todos. Yo personalmente, tan pesado y nostálgico que soy, hasta me apura un tanto subir a Segunda División. No puedo negar un cierto conflicto entre mi nostalgia y la infinita alegría que me daría un Rayo peleando contra el Depor o el Zaragoza. De algún modo parece que no quiero sino que el Rayo siga siendo el Rayo de mis recuerdos. Ya sabemos que si el Rayo sube entraría en esa máquina trituradora que es el fútbol profesional. Por algún absurdo mecanismo mental mío, al dejar el club el mundo amateur (cosa que de facto ya viene ocurriendo desde hace años), parece que dejo en mi memoria una época que ya pasó, pero que asocio en mi paisajística sentimental al Rayo.

Pero también sé que subas o no a Segunda, ya lo sé querido Rayo, no volveré a cruzar a pie con mis amigos el enorme descampado que llevaba desde el Zoco de Majadahonda hasta el Cerro, pisando cardos y rastrojos, con cinco o seis chavales, todos ávidos de fútbol, locos por animar a nuestros soldados de la franja roja. Ya sé que no volveré entrar en la vieja farmacia de la calle Iglesia a preguntar a Cristóbal cómo ve el partido del siguiente domingo, ni daré ánimos a Andrés en la charcutería del antiguo Pryca para vencer al Aravaca o al Torrijos. Ya sé que no puedo saltar con mis amigos a la tierra seca del Cerro a chutar un balón en el descanso. Ya sé que por ascender o no ascender, no se secará el césped del campo, ni se caerán las gradas y volverán a aparecer los terraplenes gigantes desde donde veíamos a nuestros héroes, a los “once guerreros en calzoncillos” de los que habló una vez no sé si Jorge Valdano o Eduardo Galeano. Tanto lo sé, como sé que no volveré jamás a tener trece años.

Y siempre me has acompañado, querido Rayo, desde mi primera y sorprendida mirada a la carretera del Plantío, cuando mis ojos perdidos de niño de provincias vieron por primera vez esta ciudad, y cuando ya adolescente soltaba el libro de matemáticas y agarraba un viejo transistor y conseguía sintonizar alguna emisora local y seguía entre interferencias y anuncios de tiendas de sofás o concesionarios de coches el partido de mi equipo. O cuando estudiaba las oposiciones a Judicatura y paseaba al caer la tarde por la Gran Vía y ahí estaba el cartel del partido del domingo…  Así que resuelvo mi conflicto nostálgico y te digo que te vayas, querido Rayo, que te vayas por favor a Segunda División.

Con tu marcha se me va para siempre el fútbol viejo, la Majadahonda antigua, la Majada de las infinitas casitas blancas, de las ancianas enlutadas ocupando los primeros bancos de la Iglesia de Santa Catalina, del antiguo Juzgado de Paz, de los paseos de la mano de mi padre, de los épicos encuentros tirachinas en mano en la vieja dehesa, la Majadahonda de las aventuras en búnkeres de la Guerra Civil y en misteriosas casas abandonadas. Con tu ascenso cierro definitivamente en mi caja de la nostalgia una vida majariega en la que siempre me acompañaste. Como has acompañado, querido Rayo, a tantos majariegos en sus vidas, a esta ciudad en su cambio mastodóntico, en sus cosas buenas y en sus cosas malas.

Y ahora, querido Rayo, estoy invitando a todos a que te acompañemos a ti. Os estoy llamando, majariegos y majariegas, para que nos veamos todos en el Cerro, para que gritemos juntos “¡Rayo, Rayo!”, para que el Rayo que forma parte de nuestra vida sienta que nosotros formamos parte de él. Pase lo que pase el domingo en Cartagena, por favor, el día 27 de mayo llenemos el Cerro. Se lo merece Majadahonda, y se lo merece nuestro querido Rayo. *Gregorio María Callejo es escritor, juez y socio del Rayo Majadahonda.

Majadahonda Magazin