GREGORIO Mª CALLEJO. Un Rayo Majadahonda voluntarioso e ineficaz se vio el sábado incapaz de hacerle un solo gol a un equipo descendido e inmerso en una crisis social y económica durísima. Ayer el Tenerife ganó al Oviedo y Lugo arrancó otro punto en Almendralejo. El Rayo agoniza en Segunda División. La web del club se ha venido encargando de suministrarnos cada semana un video de una serie denominada “Historia de un Sueño”. Simétricos, milimétricamente iguales, con la misma estructura cada semana. Quizás hemos vivido todos demasiado inmersos en la idea de que sólo gozábamos de un sueño y que la singladura del Rayo era algo que se correspondían con lo meramente onírico. Quizás hubiéramos tenido que poner más cabeza en que podía también ser realidad.


El Rayo padeció el sábado todas sus contradicciones y problemas arrastrados durante toda la temporada. El terrible matiz es que los ha venido engordando en estos dos últimos meses hasta colocarse en un delgadísimo desfiladero, con una caída demoledora bajo sus pies. Creo que nadie pensó jamás que la permanencia estuviera conseguida, pero cuando el equipo estaba a siete puntos del descenso y pendiente de cobrarse el bono de Reus, había una sólida expectativa en nuestras posibilidades.

Este 25 de mayo de 2019, bajo un tórrido sol sobre el Cerro, a la ya acostumbrada falta de gol se unió otro de los clásicos de este fin de temporada: más lesiones (dos de los tres cambios se hicieron por esta causa). Y se plasmó de manera muy acentuada la tendencia a depender de los arreones de Verza y Óscar y de los momentos brillantes de Fede Varela. Es doloroso reconocerlo, pero el juego global del equipo se viene resintiendo desde hace semanas. La defensa da demasiada sensación de inseguridad, jugadores como Iza se nos ha diluido poco a poco hasta dar la imagen de un jugador intrascendente, algo inconcebible pensando en aquel jugador explosivo y polivalente de tres cuartas partes de la temporada.

Con un ambiente espectacular en el Cerro, el Rayo completó una plúmbea y azarosa primera mitad. Enfrente un equipo que sólo se dedicó a presionar atrás y defender con bastante ahínco y dignidad. Un cabezazo de Verdés al poste fue la mejor ocasión de los nuestros. Tocaba salir con más profundidad, con más mordiente. Tocaba buscar descaradamente el gol. Entró Manu del Moral por Enzo (de nuevo irrelevante a salvo de dos pases muy meritorios) y dio una asistencia para un Ruibal que falló ante el héroe de la tarde, Carlos Abad. Y ahí se nos acabó Manu, que tras lesionarse fue sustituido por un desafortunado Dani Romera. Roto también Luso, fue sustituido por Héctor. Comenzó un asedio constante a la portería de los cordobeses, que podían salir al contraataque con cierta facilidad, llegando a provocar una meritoria parada de Cantero. En el fuego cruzado, el poste salvó al Rayo de la derrota, y de nuevo Abad, con una parada espectacular a cabezazo de Héctor, desbarató las ilusiones de todos.

La sensación que dio el Rayo fue la de un equipo voluntarioso, bastante exhausto y cortocircuitado. Sin negar su capacidad para llegar y generar ocasiones (hubo cuatro muy claras) está gafado ante el gol y trémulo en defensa. Mi sensación, puramente subjetiva, sobre el final y el impacto en la grada fue la de un amargo fin de fiesta. Detrás de mí, una señora se levantó a aplaudir al equipo, la secundaron algunos más. Mientras el fondo de animación agradecía a los suyos el esfuerzo y la temporada, se iba vaciando el Cerro entre caras de resignación y aceptación de un futuro en Segunda B.

Habrá que decir algo de toda esa gente que irá a gastar sus últimas esperanzas en Oviedo. Me temo que muchos de ellos saben que sólo van a un acto tan bonito como agotador. A decir de una manera agridulce al Rayo un adiós, ojalá un hasta luego. En cierto modo, la salida de aficionados del Cerro el domingo me recordó a una escena preciosa de una película experimental, “El Arca Rusa”, en la cual los asistentes a una fiesta en el Palacio del Zar salían de la misma de madrugada, con una cámara fija que rodaba en una sola toma, con el perfume decadente de algo que no volvería jamás, tan próxima ya que estaba la Revolución.

Parece que el sueño ha terminado. Al Rayo le queda la obligación moral y el acto de respeto a sí mismos de todos sus jugadores de salir a ganar a Oviedo. Salir a ganar como si todo dependiera de nuestra victoria. Rendir un homenaje a los 300 héroes que volverán de Asturias y llegarán a Majadahonda a las cinco de la madrugada. El sueño, ya digo, parece haber terminado. Salvarnos ya depende del ámbito del milagro. A veces ocurren, siempre los ha habido en el mundo del fútbol. El año pasado, cuenta la leyenda que un señor apellidado Cruz sacó un balón desde una banda, que lo tocó otro señor llamado Jorge y que alguien que no quería hacerlo lo embocó en una portería. Fue un milagro… a veces ocurren.

Majadahonda Magazin