GREGORIO Mª CALLEJO. El Rayo Majadahonda afronta en las cuatro próximas jornadas el reto más descollante de su historia. Inmerso en una racha lamentable y desangrado por las bajas, se ve en una situación que parecía muy lejana hace un mes cuando consiguió el relevante triunfo de Riazor. Así las cosas, me preocupa un cambio significativo en el tono de los mensajes que llegan incluso de los propios jugadores. Aprecio también en la afición una bien intencionada tendencia a aplaudir y mostrar admiración al equipo, aunque baje a Segunda B. Algunos jugadores no hablan con certeza de la permanencia, sino que tan sólo muestran una declaración de intenciones: “Haremos todo lo posible para salvar al equipo”. Se ha instalado, o parece quererse instalar, una posición romántica. Se ve el futuro como un lugar en el que se disfrutará de la nostalgia del año «en el que bajamos injustamente”. Como en aquella canción de los Chameleons que creo que ya cité una vez y que decía “Tomorrow I will remember yesterday and nostalgia will lead me away”.


Gregorio Mª Callejo

Una posición que se regodea en una futura melancolía recordando con emoción a unos héroes derrotados. Recordando el año de la Segunda División (2018-19) como aquel premio que se obtuvo milagrosamente una temporada, que no volverá y que debe permanecer indeleble en nuestra imaginería rayista. Esta actitud tiene también un componente de preparación psicológica ante el eventual desastre. Personas con las que hablo en redes sociales y a las que respeto y tomo muy en cuenta en todo lo que me dicen, repiten frases referentes a lo orgullosos que debemos estar del equipo aunque bajemos. Parecen quererse proteger ante el impacto y la tristeza de un final trágico. Prevalece así lo sentimental, la creación y preservación de un recuerdo hermoso sobre un equipo heroico que peleó hasta el final y pereció con toda injusticia. Yo mismo he abonado muchas veces con mis artículos y crónicas el prado de la sentimentalidad, a veces hasta lo empalagoso. Pero una cosa es mi particular manera de entender y sentir al Rayo, con todas las adherencias de una infancia, y otra como piense que se debe afrontar este trance.

El Rayo debe desterrar estos atisbos derrotista-sentimentales. Debe luchar también contra los tópicos que ha ido generando durante la temporada. Incluso contra aquellos que yo describí en alguna ocasión como configuradores de la singularidad única de este conjunto: un cierto quijotismo futbolero, un juego alegre y combinativo y la fascinante mixtura entre sus fogonazos de excelencia y sus momentos de calamitosos derrumbes defensivos. No hay nada que más esté detestando estas semanas que la constante y fatalista equiparación del Rayo con la Cultural Leonesa de la temporada pasada, esa frasecita de “son como la Cultu, juegan muy bien, pero acabarán bajando” realmente me desquicia. El Rayo no va a bajar. Si es necesario, habrá que decir que no va a bajar porque no nos da la gana que baje. Prefiero este voluntarismo irracional al lagrimeo derrotista. Y creo también que frente a la tópica habitual del “se van a dejar la piel” (sólo faltaba que una plantilla profesional de un club deportivo no se vacíe en una situación así) debe prevalecer la templanza, la racionalidad y la convicción de este grupo de jugadores en sus capacidades.

El Rayo no va a bajar porque se han juntado muchos elementos que hacen muy difícil que baje. En primer lugar la situación en la tabla. Difícil, complicada pero en absoluto desesperada. El Rayo jugará contra Las Palmas (que poco tiene ya que hacer en lo que queda de temporada), un virtualmente descendido Córdoba y contra un Oviedo cuyas aspiraciones al ascenso son ahora una incógnita. Un amigo mío con mucha mala leche me dijo el otro día que “como sigáis así perdéis con el Reus”. Pero ese ya lo tenemos ganado.

En segundo término mantener al Rayo es casi un deber moral de los jugadores para consigo mismos. Una síntesis que hago un tanto de estar por casa de la regla moral básica del Kantismo (el imperativo categórico) viene a decir que debemos obrar siempre y en cada momento de manera que nos merezcamos ser felices. El Rayo ha jugado de una manera en la que merece seguir en Segunda. Los jugadores no deben tolerarse a sí mismos un destino contradictorio con ese merecimiento. Ni menos aún relamerse en el “que bien jugué y que injusto fue”. Se merecen darse a sí mismos esa coherencia entre trabajo hecho y resultados.

En tercer lugar, el Rayo no bajará porque su proyecto futbolístico, el marco en el que Antonio Iriondo ha desarrollado la temporada, es el más sugestivo de toda la Segunda División. Me ha encantado Osasuna, me han gustado muchas cosas del Granada, el Alba y del Alcorcón de la primera vuelta. Pero computando medios materiales, configuración de la plantilla, cambios inesperados de jugadores… es lo más interesante que se ha visto en la temporada. Un estilo que se ha basado en exprimir la capacidad de decisión, gestión de las jugadas e inteligencia en el campo de los jugadores. Decía Salustio que “la mayor parte de los hombres no desean ser libres, sino tener un buen amo”. El estilo de Iriondo viene definido por la ausencia de ese concepto de “buen amo” y por una apuesta decidida por la libertad del jugador.

Ese estilo no puede acabar la temporada con la impronta de ser una elegante manera de perder, sino como el modo de proceder más eficaz para la victoria. Las consabidas dificultades y obstáculos que se han ido planteando durante la temporada (exilio al Wanda, falta de campos de entrenamiento, disolución de la delantera en Navidad, césped defectuoso en el Cerro), no deberían ser una consoladora excusa en la derrota, sino algo que engrandezca la victoria.

En cuarto lugar el Rayo no va a bajar por el propio interés diría que curricular de sus jugadores. Los jóvenes deben incorporar a sus méritos haber salvado al Rayo, los mayores dar una de sus últimas vueltas en el camino de la profesionalidad con el éxito de haber contribuido a hacer permanecer en Segunda a un club tan modesto como el nuestro. El Rayo ha demostrado que sabe jugar. Ahora debe demostrar que sabe ganar. Y como nuestros jugadores son excelentes profesionales en un trance como este, resulta que las ocasiones no se van a fallar, que los errores gruesos en defensa van a desaparecer, y que con firmeza, sin estridencias, con templanza y sabiendo hacer lo que saben (ser jugadores de un equipo de Segunda División), el Rayo se va a salvar. Sobre héroes precipitados al abismo prefiero escuchar las canciones de Springsteen, leer los libros de Chandler o ver alguna peli de Peckinpah. El Rayo va a demostrar que es un equipo de Segunda División. Este vez sin sentimentalismos, sin nostalgias… sólo con fútbol, sólo con eficacia y profesionalidad.

Majadahonda Magazin