JOSE RACIONERO. No es por amargar las vacaciones a nadie, pero debemos ser conscientes de que mientras en esta parte del planeta vivimos en paz y disfrutando de las vacaciones, en otras zonas mantienen encarnizados conflictos como la guerra de Yemen. En ese territorio de Oriente Medio llevan más de 4 años de guerra, que ha llevado a la mayor catástrofe humanitaria del último siglo y en la que se dan todos los elementos de la tragedia humana. Según Naciones Unidas en Yemen se da pobreza, desplazamientos masivos, refugios al máximo de sus capacidades, miles de muertes de civiles y enfermedades de todo tipo, como el brote de cólera de 2017 que afectó a más de un millón de personas dejando 2.000 fallecidos, entre ellos muchos niños.


Lejos de acabar, este mes de agosto comenzó con un ataque suicida de los Huthi, una de las facciones en guerra, que dejó 36 muertos en un desfile militar en Adén, además de otros 13 policías por un atentado yihadista, que también participa en el conflicto y de hecho es una de las ramas más sangrientas por su preparación, con coche bomba contra una comisaría. Como todos los conflictos armados, llega un momento en el que la situación es culpa de todos y de ninguno. Se destruyen las infraestructuras básicas sanitarias, los alcantarillados, las de agua potable, de comunicación. Queda todo reducido a escombro, sólo piedras sobre piedras y muros y tejados que solo valen para hacer sombra.

Pero lo más grave son las consecuencias para la población. Una población con unas necesidades humanitarias sin parangón, que necesitan donación de dinero por parte de todos para poder sobrevivir, al menos, un día más. Donde, según datos de ACNUR, el 53% de la población no tiene qué llevarse a la boca y 1,8 millones de niños sufren desnutrición aguda, de los cuales 400.000 están en situación muy grave. Para entendernos, desnutrición aguda grave se diagnostica cuando el peso es inferior a un 30% de lo que debería ser (si un niño saludable de 5 años pesa de media unos 18 kilos, estaría por debajo de los 12,5 kilos). Hasta ahí llega la situación.

Según la OMS, la desnutrición aguda grave tiene una mortalidad de entre el 30% y el 50%. Y se puede reducir en un 55% si se trata en entornos hospitalarios y se combate con alimentos terapéuticos listos para el consumo. Se estima que en Yemen muere un niño cada 10 minutos. Y los que sobreviven se enfrentan a una vida con problemas de crecimiento, de desarrollo y de salud, generando a futuro consecuencias en su entorno y debilitando su sociedad. Sin embargo, Yemen es en sí mismo un ejemplo de solidaridad para el resto cuando en 2015 acogieron a 260.000 refugiados con origen en Somalia y Siria. Es el único país de la península arábiga que tiene firmados acuerdos de protección de refugiados. Eso sí, por culpa de la guerra la mayor parte de ellos han tenido que volver a sus países de origen y ahora son los países de su entorno los que acogen a más 190.000 refugiados entre yemeníes que huyen de su guerra y los que huían de la suya y se encontraron en medio de la de Yemen.

Majadahonda Magazin