«En la misma acera quedan algunos chalés. Grande, serio, el de Don Pedro Labrandero. Apellido con gran solera en Majadahonda, de esos que en su etimología no desmienten la cosa que fuera nuestro pueblo en sus orígenes»

VICENTE ARAGUAS. (11 de septiembre de 2024). Doctor Calero: ¡Cuánta Cosa! De las varias glorias médicas callejeras majariegas, (al menos para un pueblo, que no es poco), destaco este Doctor Calero, que nomina el tramo que va de una rotonda nada rotunda, entre Gran Vía y Reyes Católicos, hasta bien pasada esa glorieta llamativa, con farola jirafona, llamándose entonces Carretera del Plantío. Ya en este tramo, junto a los contenedores, hallé un tesoro de libros franceses. Entre otros, el cancionero de Léo Ferré, “L´affiche rouge” en medio, naturalmente. Pero el tramo más feraz, en lo que fueran tierras de cultivo, es el Doctor Calero del “Tutti”, por ejemplo. Antes allí estuvo el Cine Carlos III, entonces, cuando vine, un solar desolado, refugio para tres o cuatro inmigrantes asolados. Luego vino el “Tutti”, (igual le faltaba un cine), al principio un centro comercial mustio. Hoy yo creo que va mejor. Allí compraba lotería, (¡saludos, Rocío!), cuando vivía más intensamente el centro majariego. Ahora me distribuyo, corazón y geografía partidos, sí. Al lado, donde ahora hay música, (y me cruzo a veces con Álvaro Urquijo de “Los Secretos”), hubo ropa y es que aquí las tiendas van y vienen como las hojas aquellas de Prevert y Kosma. En la misma acera quedan algunos chalés. Grande, serio, el de Don Pedro Labrandero. Apellido con gran solera en Majadahonda, de esos que en su etimología no desmienten la cosa que fuera nuestro pueblo en sus orígenes.


Vicente Araguas

Traté poco a Don Pedro, solo cuando nos entregó productos de su almacén a los vencedores de una marcha atlética por lo que era, todavía, erial urbanizable. Enfrente, a punto de enfilar San Isidro, estaba el almacén primitivo de Labrandero. Luego se fueron al grande de Avenida de España. Pero yo disfrutaba de aquella cosa linda y reducida, con un mozo magrebí a quien llamaban “El Inglés”. Después hubo, un tiempo, una especie de parquecillo para niños. Hoy está “Ibercaja”. Mañana, Dios lo sabrá, que Majadahonda es un carrusel de comercios. Donde las apuestas, un poco más arriba, estuvo la “Librería General”, de unos descendientes de Don Tirso Escudero, del “Teatro de la Comedia”. Allí gané, (en esos lugares jamás se pierde), tiempo hojeando libros. Y comprándolos.


«Hoy está “Ibercaja”. Mañana, Dios lo sabrá»

Retrocediendo hacia la Gran Vía, en esa acera, está Sanúz; antes se llamaba Orgaz. Sanúz, lo digo agradecido, me dio mucha vida en la pandemia pues me surtía de platos (bien) preparados. No, no me olvido de Marisa, ni de las lentejas de los lunes ni de la tortilla, cualquier día. En Doctor Calero, un sábado pandémico, me retuvo el ejército español, bueno, un soldado “bueno” y otro “malo”, interesados en saber qué hacía un ancianito moviéndose por la calle como Pedro por su casa. Invítelos a la mía, fuéronse y no hubo nada. La pandemia fue dura, pero más lo fue la gripe asiática del 58; yo entonces era un niño delirante, ahora a veces deliro con la realidad circundante de un municipio que se me va de las manos.

Vuelvo a la otra acera para admirar por fuera, (por dentro lo desconozco), el edificio más bello de Majadahonda, “Villa Leontina”, espacio de recreo para sus moradores, puro Visconti. Y en el límite ya con la Avenida España me llega el olor, pretérito, a pollastres al espeto de lo que hoy es “La Virgen”, un “garten bier” en lo que fuera “San Carlos”, entre otras cosas un bingo.

«Y en el límite ya con la Avenida España me llega el olor, pretérito, a pollastres al espeto de lo que hoy es “La Virgen”, un “garten bier” en lo que fuera “San Carlos”, entre otras cosas un bingo»

Vuelvo a la otra acera para admirar por fuera, (por dentro lo desconozco), el edificio más bello de Majadahonda, “Villa Leontina”, espacio de recreo para sus moradores, puro Visconti. El más bello, digo, el más antiguo la escuela “Rosa Agazzi”, en Doctor Marañón, ladrillo visto anterior a la guerra. Y en el límite ya con la Avenida España me llega el olor, pretérito, a pollastres al espeto de lo que hoy es “La Virgen”, un “garten bier” en lo que fuera “San Carlos”, entre otras cosas un bingo. Pero como nunca fui binguero, (se lo dejo a Pajares y Esteso de cuando el grito nacional era. “¡bingo!” o bien “¡línea!”), no frecuenté este sitio, supongo que placentero para sus habituales. Yo me iba a mis asuntos. Como los que aquí expongo. Gracias por la atención. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).

 

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