Bruno Hernández Vega, «el descuartizador de Majadahonda», tuvo una infancia atormentada cuando con 3 años fue secuestrado por su padre para arrebatárselo a su madre tras el divorcio

JUAN BOLEA. Una de las mejores periodistas de investigación que tenemos en España, Cruz Morcillo, acaba de concluir y presentar una extraordinaria investigación sobre el caso del llamado Descuartizador de Majadahonda: ‘La hermandad del mal’, ensayo editado por el sello Alrevés dentro de la colección ‘Sin ficción’, dirigida por Marta Robles. Un hombre joven, nacido en 1984, llamado Bruno Hernández Vega, diagnosticado de esquizofrenia y psicosis paranoide, que acabó con la vida de dos mujeres, desmembrando y destrozando sus cuerpos con cuchillos y con una picadora de carne para intentar deshacerse de sus restos. El trabajo de Cruz Morcillo pone de manifiesto el rigor con que las fuerzas del orden llevaron el caso, pero también el terrible influjo, la fatal condición de una enfermedad mental que alteraba por completo la percepción de la realidad por parte del asesino.


Artículo del escritor Juan Bolea sobre el «descuartizador de Majadahonda»

Sus dos víctimas, Liria Hernández (tía de Bruno) y la argentina de 54 años Adriana Gioiosa, tenían en común dos cosas: que conocían al hombre que las iba a matar y que habían residido en el mismo chalet de Majadahonda (la primera como propietaria, la segunda en régimen de alquiler). Un hermano de Adriana fue quien interpuso la denuncia por su desaparición. Alarmado por la falta de noticias, viajó desde Buenos Aires a Madrid para ayudar a la investigación. Cuando la policía detuvo a Bruno en abril de 2015, sus peores sospechas se hicieron realidad, porque los restos de ADN demostraron que Adriana Gioiosa había sido asesinada en el adosado de la calle Sacedilla donde había alquilado una habitación al propio Bruno Hernández, quien ejercía como su casero.


Bruno saliendo del duplex del barrio de La Sacedilla, frente a la estación de tren, donde cometió los crímenes

En el curso de las investigaciones se averiguó que años atrás Bruno había acabado de parecido modo con su tía Liria, cuyo chalet, paradójicamente, pasaría a disfrutar, bien residiendo allí, bien alquilándolo por habitaciones. El Jurado no tuvo en cuenta posibles eximentes por enfermedad mental y condenó a 27 años de prisión a Bruno Hernández Vega por doble homicidio, estafa continuada, falsedad documental y tenencia ilícita de armas. Cruz Morcillo se ha entrevistado con él en la cárcel de Navalcarnero y trazado un perfil de su personalidad en un libro, ‘La hermandad del mal‘, que estremece por los hechos que cuenta y por las preguntas que deja en el aire. *Artículo publicado por el escritor Juan Bolea, autor de «El síndrome de Jerusalén» en El Periódico de Aragón.

 

 

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