«Y la cosa es que hacia el sur majariego, años cincuenta-sesenta, se había ido alzando un pequeño barrio, digamos, conocido como Colonia Escudero. Con casas de dos plantas, de construcción humilde, y calles con nombres como El Cid, Pelayo, Don Quijote y “tutti quanti”, entre la Gran Vía, el antiguo Camino Ancho y la Avenida España»

VICENTE ARAGUAS. (18 de septiembre de 2024). Días atrás un lector (Eythor) que, además, colabora en este medio, con garbo y conocimiento, ironizaba, con daga/ pluma florentina, sobre la posibilidad de convertir Majadahonda en Florencia. Una lectora, Isabel, socarrona ella también, aquí como en Rojas Zorrilla, ya se ve “entre bobos anda el juego”, hablaba de que nuestra Majada remeda, más bien, al Nápoles periférico. No, claro, el de la Vía Cervantes o la Vía Toledo. Bien por los dos, que ya saben cómo me ponen (de contento) quienes me siguen, aunque sea de lejos. Tanto como aquel 1979 en que me vine a vivir a este ya mi pueblo. Entonces, fíjense, los parranderos me decían; “¡Así que te has ido a vivir donde los ricos!” Que esa fama empezábamos a tener (y yo, que ciertamente no lo soy, poniendo risa de conejo en campo abierto). Ahora, ya se sabe, los precios de pisos y alquileres empiezan a tener aquí cierto nivel considerable y, por lo tanto desconsiderado para la gente de mediano o muy discreto pasar. Y la cosa es que hacia el sur majariego, años cincuenta-sesenta, se había ido alzando un pequeño barrio, digamos, conocido como Colonia Escudero.

Vicente Araguas

CON CASAS DE DOS PLANTAS, DE CONSTRUCCIÓN HUMILDE, y calles con nombres como El Cid, Pelayo, Don Quijote y “tutti quanti”, entre la Gran Vía, el antiguo Camino Ancho y la Avenida España. Claro, tardé en bajarme del caballo, no otro que Babieca, también en nuestro callejero, para comprender que la Calle Escudero no nombraba al fiel servidor de un caballero sino a quien fuera jugador del Atlético de Madrid, de aquella delantera “de seda”, formada por Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escudero. Hijo de constructor este último, y máximo goleador colchonero, en Liga, que en el cómputo global le superan Griezmann y Luis Aragonés, o eso creo. La cosa es que la Colonia Escudero se mantiene firme aún, bien que con algún edificio desconchado, o mostrando el ladrillo bajo el caleado. La calle central es la ya citada Escudero, recordando las casas en su factura y fachada la de pueblos manchegos, lo que también ocurría (hablo en pasado porque pocas van quedando ya) con las construídas por el Patronato de Regiones Devastadas.

«La Colonia Escudero se mantiene firme aún, bien que con algún edificio desconchado, o mostrando el ladrillo bajo el caleado».

UN «URBANISMO POPULAR» PROPIO DE MAJADAHONDA QUE PIDE PROTECCIÓN. Las “escuderiles” aguantan todavía, a precio nada económico, consulto en Idealista, ese futuro que acabará echándolas abajo para alzar otro tipo de edificios. Pero de momento, ya digo, resisten con cierto empaque y dignidad las arremetidas del tiempo. Del tiempo que hace que existen y, desde entonces, apenas han cambiado su aire popular: de rejas en los bajos, y plantas alegrando las ventanas, algunas dejando ver pájaros más o menos cantores compitiendo en color con los geranios. Y a veces hay vecinos, que sacan al exterior sillas de enea lo que confirma el tono manchego o andaluz, más que napolitano, amiga Isabel, de esta Majadahonda ajena a las casas de las urbanizaciones de copete, ellas sí, periféricas. Porque la Colonia Escudero sigue siendo pueblo. O así lo veo yo en mis deambulares urbanos, con la melancolía andariega de quien piensa en lo que era y está dejando de ser.

«La calle central es la ya citada Escudero, recordando las casas en su factura y fachada la de pueblos manchegos, lo que también ocurría (hablo en pasado porque pocas van quedando ya) con las construídas por el Patronato de Regiones Devastadas»

UN PUEBLO DE VERDAD, CON VECINOS POPULARES, y no hablo de conocidos en los medios, que por aquí de siempre, del siempre próximo si me permiten el oxímoron, ha habido gente de esa que puebla las pantallas, de televisión o de los diferentes artilugios mecánicos que sustentan lo que hemos dado en llamar redes. Pero yo hablo de gente del pueblo que va y viene, y dejan un poso humano considerable. Mucho más, y vuelvo al principio, para terminar en anáfora (esto se lo dedico a la dama aquella, castizorra, que dijo que “a este hombre no se le entiende un pijo”) que el personal de alto “standing” que aquí vino y de aquí se irá sin haber bebido del vino popular; con el que comulga quien sabe y quiere. *Vicente Araguas es autor de «El deseo aislado. Poesía 2010-2024» (Ed. Sial/ Pigmalión).

 

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