Crescencio Bustillo (derecha) en la fábrica (Barcelona, 1970)

CRESCENCIO BUSTILLO. El pueblo estaba comunicado por caminos vecinales de carro o andadura con todos estos pueblos, excepto con Villanueva del Pardillo que había una carretera de tercer orden. Dicha carretera salía de la de la Coruña en el Plantío y por ella se comunicaba con Madrid, sobre una distancia de 18 kilómetros a la Puerta del Sol, kilómetro cero de las carreteras de España. Posteriormente se hicieron carreterasa Las Rozas y Pozuelo durante el periodo de la República y hoy hay carreteras a todos los pueblos colindantes. El ferrocarril del Norte también pasaba por el término municipal del pueblo, teniendo la Estación del Plantío como propia puesto que está enclavada en su término municipal, y que dista unos 5 kilómetros. A propósito del ferrocarril hay una curiosa anécdota de cuando se construyó: era una compañía francesa, con capital español, la encargada de su construcción y explotación durante un buen número de años hasta que pasó a poder del Estado. Desde luego con amplios poderes para negociar las expropiaciones, así como para desviar en según qué casos la línea general trazada con el beneplácito del Gobierno.


Estación de Pozuelo

En el primer proyecto la línea había de pasar junta al pueblo. Allí se haría la estación correspondiente, que hubiera tenido un valor incalculable, pero parece ser que los regidores que había entonces en el Ayuntamiento no lo entendieron así y rechazaron e impugnaron el proyecto, no se sabe si movidos por un engañoso egoísmo para sacar más dinero de las expropiaciones. Y alegando además (como hicieron creer al pueblo) que el “Caballo o Monstruo de Hierro” venía a perturbar la paz y la tranquilidad del lugar, que nada más que ocasionaría perjuicios entre ellos al dividir las fincas por donde pasara, etc. Por tanto no consentía que dicha línea pasara por allí. Naturalmente al oponerse al trazado, la compañía tuvo que rectificar y desvió la línea. Y como venganza alejó la estación tanto como pudo, pudiendo haberla hecho más cercana por la parte que el término linda con Las Rozas, acortando la distancia en más de dos kilómetros. De esta forma por la incomprensión y el egoísmo de unos regidores, el pueblo se quedó sin aquel beneficio del progreso que suponía tener estación propia en las inmediaciones del mismo.


Estación de El Plantío

Más tarde cuando había pasado una generación o dos, se elevaron las peticiones al Gobierno para subsanar el error, pero ya estaba hecho y no había nada que apelar. Por este motivo el pueblo se quedó retrasado en su expansión y desarrollo, pues mientras otros pueblos como Pozuelo, Aravaca y Las Rozas, todos ellos vecinos, se engrandecían formando colonias de chalets alrededor de sus estaciones, Majadahonda solo disponía del esfuerzo corporal de sus hijos. Tal vez por eso estos hayan salido tan despiertos, tenaces y resueltos en el trabajo y los negocios, que así han hecho frente a todos los avatares y contratiempos. Pero esto no quita el volver los ojos a la realidad, pues mientras en estos pueblos se necesitaba mano de obra, debido a su engrandecimiento, los hijos más pobres de Majadahonda tenían que ir a ofrecer su trabajo a estos y otros lugares para poder sobrevivir. Con la decencia y la ilusión de su esfuerzo personal, cosa que como más adelante veremos, creó un estado de independencia en estas gentes.

Por otra parte los descendientes de aquellos que se habían opuesto a tener el tren a la puerta de casa fueron los que más se perjudicaron en sus intereses, puesto que el valor de los terrenos permanecía inalterable, mientras en los otros pueblos empezó a cotizarse cada vez más alto el valor del palmo cuadrado, valor que aún sigue en espiral hasta nuestros días. Como es natural, más de un ochenta por ciento de estas tierras que pudieran ser afectadas por el ferrocarril y sus inmediaciones eran de estos caciques, que casi siempre han dirigido desde los Ayuntamientos la vida social, política y económica de los pueblos. Así que económicamente fueron tan perjudicados o más que el resto de los vecinos, pues pudieron hacerse millonarios sin levantar un dedo, y se quedaron en su riqueza exigua. Pequeños comerciantes o agricultores, semi- entrampados siempre, pero eso sí, con un orgullo siempre como si se tratara de una clase privilegiada.

Majadahonda Magazin