
Y añade: «La reina de la coca salió de la cárcel en 2013. Apenas un año después, la policía interviene una llamada telefónica en la que la escucha hablando en clave. No tienen ninguna duda: ha vuelto al negocio. Vive en un ático de lujo en Majadahonda y se desplaza en un Mercedes rojo de alta gama. Sigue reuniéndose con mafiosos relacionados con el mundo de la droga en parkings y cafeterías. Los investigadores creen que todavía tiene una deuda con proveedores colombianos. Les debe cinco millones de euros. Recibe amenazas y ella se afana en encontrar el dinero y prepara el cargamento. Descuida su seguridad, pese a que sabe que la policía la sigue y le tiene el teléfono pinchado. La mañana que vuelve de la peluquería de teñirse y hacerse las uñas escucha ruidos. Es la policía que viene a detenerla de nuevo. En febrero será juzgada».
«La narcotraficante, una burgalesa de una familia acomodada de militares, abogados y arquitectos, debía de sentarse en el banquillo de la Audiencia Nacional, en su sede de San Fernando de Henares. Sobre las 10.30 sus abogados entraron en la sala para informar de que por problemas de salud no podía acudir a un juicio que ha generado mucha expectación. La mujer, de 47 años, ha estado involucrada en el negocio de la droga desde su juventud y desde hace más de una década la policía antidroga cree que es una destacada cabecilla en un mundo de hombres. Llegó a la cúspide sin violencia y prácticamente desde la nada, sin contactos en el mundo del hampa. La fiscalía pide para ella 24 años de prisión por un delito contra la salud pública, otro por blanqueo de capitales y uno más por tenencia ilícita de armas. Para su pareja, Ramón Mora, se solicitan 21 años de reclusión. Hay otros 11 acusados de la organización que supuestamente lideraba la pareja y que también serán juzgados dentro de un mes», concluye la crónica.








¿El estrés se opera?