CRESCENCIO BUSTILLO. Otras aventuras más que yo recuerde con esta clase de reses desmandadas tienen que ver con una vaca que había caído en manos de los mozos la noche anterior y que se habían hartado de torearla. Como estaba cansadísima, decidieron meterla en el Frontón, le pusieron agua y comida y cerraron la puerta para que se descansara y de nuevo a divertirse con ella. Recuerdo que era verano y se hacía la siesta entre el mediodía. Yo tenía entre mis amigos a Eduardo Lozano (que ya hablaré más delante de él) y Genaro Sanz entre otros. Estos dos amigos me buscaron en aquel mediodía, cuando la gente dormía tranquilamente la siesta, para ir a torear la vaca que ya estaría descansada. ¡Y tanto que lo estaba! Fuimos provistos de nuestros capotes y muletas, pues los tres teníamos veleidades taurinas y empezamos a citar a la vaca. Esta, en el tiempo transcurrido del descanso, había aprendido más de la cuenta y solo se arrancó cuando vio la presa segura.


La saga de los Lozanos, célebres taurinos en España, tienen historia en Majadahonda

Fue a por Eduardo, que se había acercado un poco más, al que enganchó, lo volteo y lo remató en el suelo, porque este era de cemento y resbalaba el animal cuando quería meterle la cabeza. De todas formas, Eduardo quedó conmocionado en el suelo por el golpe y a merced de la vaca, que constantemente trataba de volver por él. Como es natural, nosotros no la dejábamos pero no te podías meter en su terreno, so pena de sufrir la misma suerte, ya que la vaca estaba hecha una furia. En este llegó su hermano, Don Manuel, como lo llamábamos en el pueblo, que le habían avisado unos chavales de lo que pasaba. Cuando llegó se burló y quiso apartar a la vaca con desprecio, pero esta se le arrancó y le tiro un derrote que le dejó sin pantalones. Por fin, entre uno y otros logramos rescatar a Eduardo, que aún tardó un buen rato en recobrar el pleno conocimiento. Hay que tener en cuenta que Don Manuel sabía bastante torear, tal es así que después se lo contagió a sus hijos, los “Lozanos”, que todos ellos han sido toreros con mayor o menor fortuna, y hoy mismo están viviendo del toro como apoderados de otros toreros. Así terminó aquella aventura, que pudo aun tener peores consecuencias.

Crescencio Bustillo

Otra de ellas fue con una vaca también desmandada muy brava. Dicha vaca, después de haberla toreado y divertido con ella por todo el pueblo, metiéndola incluso en algunas casas, con los consiguientes sustos e incidencias, a cual más cómicas, se la dejó suelta. Esta, como estaba enfurecida, en su deambular pasó por la línea del ferrocarril, tomando el camino de las vías. En esto que llegó un tren y empezó a pitarla el maquinista para que se apartara. Lejos de ello, la vaca arremetió contra el tren, estrellándose contra él y siendo arrollada después. Cuando se enteró el ganadero de la suerte corrida por la vaca, denunció el caso. Como estábamos implicados toda la juventud, tuvimos que ir al Escorial citados a juicio para declarar, ocasionándonos un sinfín de molestias y teniendo que abonar entre todos los gastos del juicio y el valor de la vaca.

En las fiestas del pueblo si no había toros no parecía que había fiestas. Eran celebres sus encierros sobre todo, y aún continúan hoy día, con la variante de que antes venían los toros sueltos por el campo, acompañados de los correspondientes cabestros y los vaqueros a caballo. Hoy, las reses vienen en jaulas atontadas y entumecidas. Ahora se cierran las bocacalles y se hace un circuito cerrado, por lo que cuando los sueltan de las jaulas no se pueden escapar en su recorrido hasta que llegan a la Plaza. De todas formas siempre hay volteretas en el largo trecho de su recorrido, que unas veces hacen sangre y otras veces solo se queda en sustos. En los tiempos que yo recuerdo venían los toros a campo abierto. La gente los examinaba, comentaba su trapío y antes de empezar el encierro ya los había visto la mayoría de la gente y sabía todo el mundo si eran grandes, su color, etc…

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