J. FEDERICO MTNEZ. La UP Langreo visita el Cerro del Espino este domingo 17 de noviembre (2019) a las 12.00 horas para enfrentarse al Rayo Majadahonda pero más allá de venir en horas bajas (es penúltimo y ocupa el puesto 19º) lo hace con un bagaje histórico a sus espaldas que hacen atractivo el choque: es un club que ha estado 8 temporadas en Segunda A y que ha formado a jugadores de la categoría de David Villa, Michu o Aitor Aguirre. Obviamente la UP Langreo será ya para siempre el equipo del «Guaje» Villa porque el mítico delantero de la selección, que acaba de retirarse con 37 años (cumple 38 el 1 de diciembre), llegó tarde a Mareo, gran vivero del Sporting de Gijón. Lo hizo a los 17 años después de varias temporadas en el Langreo. El mejor relato de los inicios futbolísticos de este crío de Tuilla (Langreo) que con cuatro años ya se había roto el fémur jugando y ahora anuncia su adiós, lo ha hecho el periodista M. Á. Gutiérrez de «La Nueva España» de Oviedo.


Villa con la camiseta del Langreo

«Pese a su corta edad, Villa asumió el «palo» de su lesión con entereza y, al igual que haría a lo largo de toda su carrera deportiva, apretó los dientes y siguió hacia adelante. En junio de 1991, cuando sólo tenía 9 años, se cruzó en su camino Manuel Cases, por aquel entonces entrenador del Alevín del Unión Popular de Langreo. «Lo vi en un torneo de fútbol-sala que organizaba Festejos de San Pedro y me lo llevé al Langreo. Aunque era pequeñín, se veía que ahí podía haber un buen jugador», recuerda el primer técnico del Guaje. Según su primera ficha federativa, David Villa Sánchez, debutó en un campo de fútbol con una estatura de 1,33 metros y 26 kilos de peso. Creció a bases de goles, pero también de esfuerzo y sacrificio. «No se perdía un entrenamiento; daba igual que lloviera, nevara o hiciera sol. Todo lo que es se lo ha ganado a pulso», relata Cases, en una opinión compartida por todos los que conocen al Guaje. «Cuando era niño quería ser minero como mi padre, cuando entendí la difícil situación del día a día de un minero me di cuenta que no tendría el suficiente valor para serlo. Peleamos por ser futbolista y gracias a la minería, con el trabajo de mi padre, lo conseguimos... ¡Feliz día De Santa Bárbara a todos los mineros!», escribió Villa en Instagram, en una fotografía junto a su padre.

Villa con su padre en el Langreo

Otra de esas personas que lo conoció de pequeño es Vicente Díaz, amigo desde de la infancia de Villa que acompañó al delantero langreano en algunos de los momentos importantes en la vida deportiva, como su presentación como fichaje barcelonista. Los dos habían estado antes en el Nou Camp en un viaje de fin de curso que pareció ser premonitorio. «En el viaje de estudios al finalizar el colegio fuimos a Barcelona y estuvimos en el estadio del Nou Camp. Fue increíble regresar tantos años después y ver a 30.000 personas aclamando a tu amigo», asegura Díaz. Si en aquella primera visita al Nou Camp, con 13 años, Villa soñó con vestir algún día de azulgrana no lo expresó en voz alta, una forma de actuar que casa a la perfección con su carácter humilde y reservado. Villa cursó sus estudios de Secundaria en el IES Jerónimo González de Sama. Sus amigos recuerdan que era un estudiante correcto con especial predilección por las matemáticas, con facilidad para destacar en cualquier tipo de deporte, admirador de Manolo García y pescador eventual de truchas cuando los entrenamientos dejaban algún resquicio de ocio. Su novia de entonces y mujer en la actualidad, Patricia, también jugaba al fútbol, concretamente de lateral derecho en el Santo Tomás. «Fue ella la que le enseñó todo lo que sabe», bromea Vicente Díaz. El Guaje siguió compaginando los estudios con el fútbol en las categorías inferiores del Unión Popular de Langreo, quemando etapas y metiendo goles. Siendo cadete, se encontró con Andrés Guerra, llegado del San Esteban de Ciaño, que hizo una sociedad demoledora con el Guaje en la delantera de Langreo y una amistad que resistiría el paso de los años.


La camiseta del Langreo y del Barsa llevan curiosamente los mismos colores

«En aquellos años nos los pasábamos pipa porque había muy buena relación entre todos y nos divertíamos mucho. David, desde pequeño, ya tenía velocidad, claridad de cara al gol y un carácter ganador; cuando perdía no estaba para muchas bromas», rememora Guerra mientras observa junto a Vicente Díaz las camisetas, balones y demás fetiches expuestos en el bar-confitería Carly de Tuilla. En los 8 años que Villa pasó en el Unión Popular de Langreo, aquel equipo entrenado por Cases rompió todos los registros goleadores, según recuerda Alfonso Cienfuegos, presidente de la entidad por entonces: «Había muy buena sintonía, con los chavales y con los padres, que colaboraban en lo que podían. El padre de Villa fue uno de los que colaboró para instalar la luz en los campos de La Moral». Compartieron vestuario en el Juvenil pero, cuando Guerra regresó tras pasar un año cedido, las cosas habían cambiado por completo: «Me impresionó lo que mejoró en aquel año. Se veía que era muy superior al resto». La llegada al Sporting dejó claro que su profesor de instituto se equivocaba. Y es que David Villa, quizá por la tradición carbonera de su Tuilla natal, siempre ha sido una mina para los equipos por los que ha pasado. Mientras militaba en ellos, aporta goles. Cuando los abandonaba, dejaba como herencia suculentos ingresos gracias a traspasos millonarios».

Ficha de Villa en el Langreo

También ha logrado que Tuilla, una población de apenas 2.000 habitantes, se conozca en todo el país gracias a la incontinencia goleadora de su vecino más ilustre. Pocos sospechaban que el Guaje, que en diciembre cumplirá 38 años, llegaría a la elite del fútbol cuando correteaba por la barriada se su pueblo persiguiendo una pelota. Y pocos saben que el sueño estuvo a punto de frustrase cuando, a los cuatro años, jugando en el patio del colegio Regino Menéndez, un compañero cayó encima de su pierna derecha fracturándole el fémur. El pequeño David pasó seis meses escayolado y cuenta la leyenda que fue en esa época cuando empezó a entrenar la pierna izquierda dando patadas al balón contra la pared, al tener la derecha convaleciente. Todo ello bajo la atenta supervisión de su padre, minero en el pozo Mosquitera y uno de los principales valedores para que el Guaje llegase a ser futbolista. Aquel niño inquieto y enamorado de la pelota se recuperó de la lesión sin sufrir ningún tipo de secuela y empezó a jugar torneos de fútbol sala con el equipo patrocinado por el Mesón Cortina de Carbayín. Los ojeadores del Real Oviedo se fijaron en la joven promesa, pero lo descartaron, según unas versiones, porque no vieron en él suficiente potencia y altura, según otras, porque no merecía la pena que el autobús que recogía a los niños de la cantera carbayona se desviase hasta Tuilla. El pésimo informe de los expertos le costó al club 2,5 millones de euros, que fue lo que le pagó el Zaragoza al Sporting por su fichaje. De ahí al Valencia (12 millones) y más tarde al FC Barcelona (40 millones). Hoy no se sabe la fortuna que valdría el goleador de la selección campeona del mundo pero sí se puede asegurar que un niño que se partió el fémur con 4 años ha pasado a ser la leyenda del Langreo y de España.

David Villa en Langreo

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Majadahonda Magazin