FERNANDO BRUQUETAS DE CASTRO. Una de esas noches en la que descansaban en La Palma, Sebastián Placeres salió con el coche y al volver de regreso a la casa de Jerónimo, en las afueras de la localidad de Mazo, se estrelló en una curva y falleció en el accidente. Me enteré de madrugada. Por la mañana llamé a Jerónimo para comunicarle mis condolencias y decirle que se olvidara de escribir el prólogo, que se lo agradecía igual, pero que entendía su situación. Sin embargo me dijo que ya tenía claro el tono y lo que iba a decir. Solo me pidió que esperase a que estuviese de vuelta en el Senado, que sería dentro de un par de semanas. Así lo hice, y una mañana me llegó el fax de Jerónimo con el prólogo en el que salía del armario con mucha más sutileza de lo que había vivido hasta entonces. Fue portada de Interviú y ese fue el éxito del Outing en España. Al año siguiente, en un seminario que impartimos en Badajoz, Jerónimo Saavedra reiteró su apoyo al matrimonio entre homosexuales, como veníamos defendiendo en el Outing. La entrevista a Jerónimo se publicó en el periódico Hoy en 2001.

PRÓLOGO DE JERÓNIMO SAAVEDRA: Un día de finales de agosto decidí redactar el prólogo de este libro. Acababa de regresar de mis vacaciones musicales en Salzburgo y había meditado sobre su lectura. . El derecho a que nos respeten nuestra intimidad los demás. El compromiso ideológico de luchar por la igualdad eliminando actitudes discriminatorias en la sociedad, cualquiera que sea su motivación. Mi preferencia por lo auténtico frente a la apariencia y falsedad, aunque adoptando el límite de respetar que los demás hayan querido fingir y disimular. La noche del 28 de agosto dormí mal y eso me ocurre muy raras veces. Me despertaba con estas ideas relacionadas con el outing dándome vueltas. A primeras horas del día tocaron a la puerta de mi casa de descanso en Mazo, bellísimo pueblo de la isla de La Palma. Eran los agentes de la Guardia Civil. Me comunicaron que, en la madrugada, mi colaborador y amigo había perdido la vida en accidente de automóvil retornando a mi casa.

Horas más tarde le pedí a sus hermanos que pusieran mi nombre en las esquelas. Ni me preguntaron ni les expliqué. Fue una necesidad espontáneamente surgida. En el acto del sepelio pude abrazar a algunos compañeros de partido que tiempo atrás, cuando ocupaba cargo público de mayor rango que el actual, me incomodaron con sus actitudes homofóbicas. Para mí, ese cambio de actitud ha supuesto una pequeña victoria de la tolerancia y quizás de algo más. Del reconocimiento de la autenticidad y la coherencia entre lo que se piensa y cómo se vive. Si todos fuesen auténticos nadie tendría que salir de los armarios para animar a otros a serlo. Nunca pude pensar que en lugar de escribir el prólogo de este libro estaba redactando un capítulo más del mismo. Las terribles circunstancias que he tenido que sufrir lo explican. Y ser justos con quien tanta amistad repartió en la vida lo exige. Jerónimo Saavedra Acevedo. Septiembre de 2000. Ver el libro completo.

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