Una noche con Federico en el Teatro de las Aguas viendo la «última» antología dramática de Lorca (todavía en cartel): Utrera es autor de una obra de teatro («¡Arraballebecq!»). En la otra imagen con la fotógrafa María España, viuda de Francisco Umbral, paseando por Majadahonda

VICENTE ARAGUAS (Majadahonda, 5 de octubre de 2025). Leyendo a Federico. No, no a García Lorca, Federico le dicen los confianzudos, no es mi caso, que yo le llamo por ambos apellidos, de puro respeto que le tengo al granadino, o si acaso le digo Lorca a secas (oxímoron, que buen manantial era/ es el autor de La casa de Bernarda Alba). Que yo leo estos días de principios de otoño a Federico, a veces Martínez Utrera, otras, simplemente Utrera. Y digo que quien lo vea por esos campos de la vida, campos majariegos, de fútbol o no, también por el Cerro del Espino, naturalmente, con una bufanda rayista tan “vintage” como la “mosca” mosqueteril de su adorno capilar, igual no se entera de que estamos ante un elemento categórico, no nada anecdótico, sino un individuo que no solamente capeó toda una aventura editorial, Hijos de Muley Rubio, con sede majariega, por cierto, para darle de comer (y beber) aparte. Comer y no comistrajos, precisamente, beber, y no cualquier bebestible de esos de garrafón que les dan a nuestros muchachos cuando se ponen de copas hasta la coronilla. Lo cual que ando a vueltas con Federico Utrera, quedémonos esta vez con tal invocación, la que invoca la autoría del libro que me tuvo ocupado últimamente: “Cordel de Extraviados (Literatura y Arte) 1989-2009”. 

Vicente Araguas

SACIÁNDOME DEL TALENTO Y MANERAS DE VIVIR A TRAVÉS DE LAS PLUMAS Y LOS PINCELES DE UNOS Y OTROS, acaparadores de la atención de este almeriense de conocimientos múltiples. Y de una erudición y unos modos de ejercerla interminables. Como se dejan ver en este volumen, muy bien editado, por “Ediciones del Cabildo de Gran Canaria” prologado por Juan Goytisolo (¡casi nada!) y Matías Díaz Padrón, conservador del Museo del Prado. En él, y el título no engaña, hay letras, grandes y aun más pequeñas (ese poema soberbio de Alonso Quesada, poeta canario, habitante por más de la casa del olvido en la incuria nacional), donde van apareciendo, viejas manías de Federico, con él sí me permito confianzas, como son Gómez de la Serna o “Colombine”, Larra y Octavio Paz, Cansinos-Assens o José Ángel Valente.

«Y digo que quien lo vea por esos campos de la vida, campos majariegos, de fútbol o no, también por el Cerro del Espino, naturalmente, con una bufanda rayista tan “vintage”

Y, POR SUPUESTO, MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, TAN DE TODOS, TAN MÁS DE MODA AUN ESTOS DÍAS por ese “malentendu” provocado por la, por lo demás, meritoria película de Alejandro Amenábar, “El cautivo”, que aconsejo ver, para luego opinar con causa y razón. La cosa es que en su libro, ¡de 2010!, Utrera ya nos hablaba de la ambigüedad sexual… ¡del Quijote! Y es irónico, nunca sarcástico, Federico Utrera cuando nos (re)cuenta el momento en que Alonso Quijano invita a un mozalbete, bello como no lo es la guerra a la que se dirige, a subir a las ancas de su caballo. Y el chico dice que no, por si esas ancas quieren decir otra cosa, sí, esa en la que están ustedes pensando a tenor de la película de Amenábar (que a mí, la verdad, me gustó, incluido el rifirrafe erótico entre Miguel de Cervantes y el Bajá (renegado veneciano, por cierto).

«Cordel de Extraviados» de Federico Utrera está prologado por Juan Goytisolo (¡casi nada!) y Matías Díaz Padrón, conservador del Museo del Prado». En esta imagen reciente, en la puerta de Cristina Iglesias frente al museo.

LUEGO ESTÁ EL ARTE, DONDE FEDERICO SE MUESTRA MAESTRO CONSUMADO, bien sea para “descubrirnos” a Van der Hamen, darle unas cuantas vueltas a la noria velazqueña o al gran, inmenso, Tintoretto, que cada año me deja pasmado en Venecia (“qué profunda emoción”, cantaba Aznavour), en la Galería de la Academia, o volver a y en Joaquín Sorolla. Un libro tan completo que merece mucho más que un simple artículo. Y pide reedición con la melancolía de esos pañuelos blancos de los adioses prematuros. Vuelva, pues, a los escaparates de las librerías y a los estantes de las bibliotecas, que vivimos tiempos malos para la lírica. También por ello. Sí.

Majadahonda Magazin